Episodio 77. Zonas de entrenamiento. ¿Cómo fijarlas, cómo utilizarlas y cómo monitorizarlas?
Héctor García Rodicio https://www.instagram.com/correrporsenderos/
A estas alturas de la película, creo que ya todo el mundo
operamos con este concepto de “zonas de entrenamiento”. Operamos con él porque,
o bien, si lo tenemos, nuestro coach nos prescribe los entrenos por zonas, o
bien, nuestro Sportwatch, por sencillo que sea, nos va diciendo en qué zona
estamos, durante el entreno, y, al terminarlo, nos dice qué porcentaje del
mismo hemos pasado en cada zona. Y, aún iría más lejos, aunque no tengas
entrenador ni reloj GPS, operas con un modelo de zonas; operas con él porque
(1) sabes los distintos niveles de intensidad, que podrías sostener por
“mucho”, por “bastante” y por “poco” tiempo, y (2) actúas en consecuencia en
entrenos y carreras (vaya, que si la carrera va a ser corta, puedes pisar el
acelerador sin miedo, y, si va a prolongarse mucho, toca levantar el pie, para
poder llegar al final y no perecer prematuramente por el camino). Y es que eso
son las zonas de entrenamiento: las distintas intensidades que podemos llevar
al correr. Y, lógicamente, las intensidades más altas son sólo sostenibles por
unos minutos o ni siquiera, mientras que, las más suaves, las podemos mantener
durante horas.
Vale, Héctor, entonces, si naturalmente tenemos un mecanismo
intuitivo de “pacing”, por el que regulamos la intensidad de acuerdo a la
distancia, ¿para qué hace falta distinguir tres, cinco o hasta siete zonas de
entrenamiento? O ¿por qué debería fijarme en lo que me dice mi reloj GPS
durante y después del entreno? O ¿por qué debo hacer caso escrupulosamente al
trabajo en las distintas zonas que me ha prescrito mi entrenador? La respuesta
depende de lo que busquemos en el correr y el competir. Si sólo quisiéramos
ejercitarnos, por una cuestión de salud, y participar en carreras, por el mero
objetivo de socializar y pasar una agradable mañana de domingo en compañía de
más corresendas, lo cierto es que no haría falta profundizar en esto de las
dichosas zonas de entrenamiento. Ahora bien, si tu objetivo es mejorar tus
capacidades y mejorar tu rendimiento en carreras o, incluso, aprender sobre
fisiología y sobre cómo funciona tu cuerpo y hacer divertidos experimentos con
él, entonces sí convendría entender de una vez por todas qué es esto de las
zonas de entrenamiento y qué significan todas esas “zetas” (Z2, Z4, Z5 y demás…
). Porque, para un mejor rendimiento, habrá que ir modulando las cargas de
entrenamiento, es decir, acumulando más o menos tiempo en las distintas zonas,
en cada uno de los entrenos, y a lo largo de la semana y de las semanas de
entrenamiento; o sea, habrá que distribuir y periodizar el trabajo en las
diferentes zonas. Uy, uy, uy. Estoy entrando ya en cuestiones técnicas y aún no
hemos definido lo fundamental: las zonas de marras. Venga, digamos cuáles son
las fuentes documentales y el guion del episodio.
Tanto para conocer cuáles son las zonas de entrenamiento,
como para saber cómo utilizarlas en los entrenos y a lo largo de las semanas de
entrenos, las fuentes son: “Training and racing with a power meter” de Allen y
Coggan, que es un libro clásico de ciclismo, pero -creo- perfectamente
aplicable al correr por la montaña; “Training essentials for ultra-running” del
coach Jason Koop, a quien conocemos por episodios anteriores y que, como
sabéis, entrena a Katie Schide, German Grangier, Jiasheng Shen y Fuzhao Xiang,
con buenos resultados en UTMB y WSER; “Running Formula” de Daniels, otro
clásico en atletismo de ruta; y “Trail running, ciencia y entrenamiento” de
Nacho Martínez, doctor en ciencias del deporte y entrenador.
Con esas bases, he compuesto
el guion de este episodio, que dará respuesta a las siguientes cuestiones.
Primera cuestión, ¿qué son las zonas de entrenamiento? Segunda cuestión, ¿cómo
saber cuáles son mis zonas de entrenamiento? Tercera cuestión, ¿cómo organizar
mis entrenos y mis semanas de entrenos según las zonas? Cuarta cuestión, ¿cómo
saber en qué zona estoy en cada momento del entreno? Sin más dilación, vamos al
turrón.
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¿QUÉ SON LAS ZONAS DE
ENTRENAMIENTO?
Las zonas son las
distintas intensidades que podemos llevar al correr, pedalear, nadar, esquiar o
remar. Se establecen a partir de un valor de referencia o “punto ancla”.
Conocido ese punto ancla, como puede ser frecuencia cardíaca máxima, las
intensidades se establecen como porcentajes del mismo. Así, por ejemplo, yo
podría ejercitarme al 65%, al 85% o al 100% de mi FC máxima y estaría llevando,
respectivamente, una intensidad moderada, fuerte y severa.
Ese punto ancla puede
ser de dos tipos: de tipo “mecánico”, cuánto trabajo estoy generando (cuántos
vatios en la bici, qué ritmo en el correr), y de tipo “metabólico”, cuánto
esfuerzo me está costando producir ese trabajo (qué frecuencia cardíaca llevo,
cuánto lactato en sangre tengo o el test conversacional, si puedo hablar, decir
monosílabos o nada de nada).
Por último, si se
distinguen cierto número de porcentajes de ese punto ancla, cierto número de
zonas, es porque cada una tiene asociados ciertos fenómenos fisiológicos. Vaya,
que, si se emplean modelos de tres, cinco o siete zonas, es porque el cuerpo
tiene tres, cinco, siete formas de funcionar para sostener los distintos
niveles de intensidad. Los elementos principales que distinguen la manera como
está funcionando el cuerpo, para sostener las distintas intensidades, son el
metabolismo empleado y las fibras musculares empleadas. Cosas que deducimos del
intercambio de gases (oxígeno y CO2) y del lactato en sangre, en los tests
correspondientes (análisis de gases, curva de lactato). Hablemos de metabolismo
y fibras.
No se asuste la
audiencia, no me voy a poner muy técnico. Sólo hay que saber que tenemos tres
metabolismos o, si se prefiere, tres motores: el oxidativo, el glucolítico y el
de fosfágenos. A su vez, cada motor se basa en el uso de unas fibras
musculares: las lentas o tipo 1, las rápidas tipo 2a y las súper rápidas tipo
2b. El metabolismo oxidativo oxida grasas y glucosa en las mitocondrias de las
fibras lentas y permite llevar una intensidad suave o moderada. Si pisamos el
acelerador, ha de intervenir el motor “turbo”, que es la glucólisis, que
convierte glucosa en energía fuera de la mitocondria, para alimentar a las
fibras 2a. Esto entrega una energía más rápida, pero menos eficiente, además de
producir lactato en gran cantidad. Si queremos una energía más rápida aún,
porque vamos a hacer un movimiento explosivo, como un salto, un levantamiento o
las primeras zancadas de un sprint, entonces reclutamos el sistema de
fosfágenos y las fibras tipo 2b, que son de acción instantánea. Esto sería como
el motor de arranque de un coche. Y, ahora, según si estamos usando en mayor o
menor proporción cada uno de los motores, y sus fibras asociadas, y según si se
está acumulando más o menos lactato en sangre, es como se distinguen las tres,
cinco y siete zonas.
Modelo de tres zonas.
Contempla dos puntos de inflexión, el primer y segundo umbrales de lactato,
fijados en 2 y 4mmol/L, respectivamente. Esos umbrales delimitarían, en primer
lugar, una zona de baja intensidad, basada mayoritariamente en el metabolismo
oxidativo y que, por tanto, apenas genera lactato; aparte, el poco que genera
en las fibras 2a glucolíticas, es reutilizado en las mitocondrias de las fibras
lentas adyacentes, y no sale a sangre. El segundo umbral marcaría el paso a la
zona de alta intensidad, enteramente glucolítica y que, por tanto, produce más
lactato del que se puede reutilizar. Con el lactato, se liberan también
radicales libres que, de acumularse en exceso, crean acidez e impiden la
contracción muscular. De ahí que sea una intensidad poco sostenible en el
tiempo. Entre umbrales, quedaría una zona de media intensidad y mixta, en
términos metabólicos, pues, ni es 100% oxidativa, ni es 100% glucolítica.
Modelo de cinco zonas. Si afinamos un poco más, mirando lo que
pasa, no con el lactato, sino con el intercambio de gases, podemos trazar una
línea en medio de la zona baja del modelo de tres zonas y otra, en medio de la
alta. En concreto, en la zona baja hay una franja donde el sistema oxidativo
está trabajando como motor principal para sostener la actividad, pero no a
tope. Hay una franja superior donde este sistema alcanza su techo: el FatMax o
umbral aeróbico. Ya tenemos las zonas 1 y 2 en un esquema de cinco. Regresemos
a la zona alta del modelo de tres zonas. También ahí cabe trazar una línea
entre, cuando estamos consumiendo oxígeno al máximo de nuestra capacidad, lo
que sería el techo de la zona alta o vo2max, y cuando no, cuando dicho consumo
aún está en pendiente ascendente. Eso serían las zonas 4, o umbral de lactato,
y 5, o consumo máximo de oxígeno, en el esquema de cinco zonas. La zona 3, por
último, es la zona entre umbrales, entre el umbral aeróbico, que era la zona 2,
y el umbral de lactato, que era la zona 4. Repaso rápido: zona baja, umbral
aeróbico, zona entre umbrales, umbral de lactato, consumo máximo de oxígeno.
Zonas 1, 2, 3, 4, 5.
Modelo de siete zonas. Aún se puede afinar un poco más para
distinguir dos zonas extra. En el modelo de Andy Coggan, fisiólogo y
ex-ciclista de élite, hay una zona 6, de sprint, y una zona 7, de potencia
neuromuscular. Cuando corremos 100, 200 o 400m lisos, cosas que hacemos en alrededor
de un minuto o por debajo (por poner números redondos), el metabolismo es
puramente glucolítico y anaeróbico, no interviene el oxígeno. Eso es zona 6. Y,
cuando hacemos un salto, un levantamiento o en las primeras zancadas de ese
sprint de 100m, recurrimos a energía aún más instantánea: la fosfocreatina y el
ATP libre almacenados en el músculo. Aquí tampoco participa el oxígeno y, como
no hay glucólisis, no hay lactato. Por eso esta zona 7 se considera una vía
anaeróbica y aláctica.
Recapitulación. Bien, ya tenemos identificadas las zonas. Ahora,
faltaría ponerles un nombre fácil de recordar y significativo, es decir, un
nombre que nos dé una pista de lo que está pasando en nuestra fisiología al
trabajar en esa zona. Aquí es donde cabe acudir a fuentes específicamente
running: Jason Koop y Jack Daniels. Zona 1 es “Easy” (o, en español, “fácil”)
para Koop y Daniels. Zona 2 es “Endurance” o “Marathon Pace”, respectivamente,
para Koop Y Daniels. Zona 3 es “Steady State” (o, en español, “estado
estable”), para Koop, y “Tempo”, en la jerga del atletismo clásico. Zona 4 es
“Threshold” (o, en español, “umbral”), para Koop y Daniels. Zona 5 es
“Intervals”, para ambos también. La llaman así porque, para trabajarla,
proponen realizar “intervalos” de alta intensidad de 3-5 minutos. Zona 6 es
“Repetitions” para Daniels. La llama así porque, para trabajarla, propone
“repeticiones” de 100, 200 o 400m, “series de velocidad”, en definitiva. La
zona 7 sería el trabajo de fuerza, que puede ser en gimnasio, moviendo hierros
(cosa que Koop sí prescribe), o sprints en rampa empinada de menos de 10
segundos. Listo, lo tenemos: zona “Easy Run”, zona “Endurance Run”, zona “Tempo
Run”, zona “Threshold” o Umbral, zona “Intervals”, zona “Velocidad”, zona
Fuerza o “Potencia neuromuscular”.
¿CÓMO DETERMINAR MIS ZONAS DE ENTRENAMIENTO?
Esto va a depender del valor de referencia o punto ancla que vayamos a utilizar. En el correr, habría tres parámetros de referencia principales: ritmo, frecuencia cardíaca, percepción de esfuerzo. El ritmo sirve poco en trail running, debido a la orografía, el terreno y las condiciones meteorológicas, pero, igualmente, vamos a dar un par de pinceladas, antes de entrar en los parámetros que más interesan, frecuencia cardíaca y percepción de esfuerzo.
Si nos basamos en ritmos, los puntos ancla serán, o bien el
ritmo asociado al consumo máximo de oxígeno o VAM (velocidad aeróbica máxima),
o bien el ritmo umbral, el ritmo asociado al segundo umbral de lactato. Vamos
por partes. ¿Cómo se calcula la VAM? Fácil: calienta bien, corre cinco minutos
a la máxima velocidad que puedas sostener durante cinco minutos, lo que
equivale aproximadamente a correr 1500m, mira qué ritmo promedio te ha salido.
Ese ritmo promedio es tu VAM. ¿Por qué 5’? Hay estudios, donde se te hace una
prueba en laboratorio, midiendo intercambio de gases, y se registra el ritmo al
que alcanzas tu vo2max. Luego, se correlaciona ese ritmo con el que promedio
que sacas, corriendo al aire libre, en tests de 3’, 5’, 8’, etc. Se ve que, la
mejor correlación entre prueba de laboratorio y de campo, se da con el test de
5’. Bien, pues cuando ya tenemos ese ritmo promedio en el test de 5’,
calculamos porcentajes del mismo, para conocer nuestras zonas. Zona 1 será un
ritmo al 65% del ritmo VAM, zona 2, al 75% de tu VAM, zona 3, al 85% de tu VAM,
zona 4, al 90% de tu VAM, zona 5, al 100%. La zona 6, que era la de velocidad,
repeticiones de 100, 200, 400m, lógicamente, se puede correr más rápido que la
VAM y no vale como referencia. La zona 7, que es potencia neuromuscular que
ocurre en segundos, no se puede medir en ritmos; tampoco sirve la VAM.
¿Cómo se calcula el ritmo umbral? Si, para la VAM, acudimos
a un método validado, para el ritmo umbral te cuento un cálculo bastante sui
generis, pero bastante atinado. Viene a ser una adaptación del test de 20
minutos para calcular FTP en ciclismo. Lo explico. Necesitas haber corrido un
10K de asfalto y haberlo corrido al máximo de tu capacidad. O sea, no vale una
San Silvestre con disfraz de Santa Claus. Si tienes una buena marca en 10K
reciente, multiplica el ritmo que lograste por 1.05 y obtendrás tu ritmo
umbral. Por ejemplo, el junio pasado yo hice 37:55 en 10K, lo que arroja un
ritmo de 3’47/K. En segundos, 3’47 es igual a 227. 227 x 1.05 da 238 segundos.
Traducido, corresponde a un ritmo de 3’58/K. Ése sería mi ritmo umbral y,
teóricamente, podría sostenerlo en torno a 1h y, de ese modo, hacer la media
maratón de asfalto en 1h23-1h24 aproximadamente. Si tienes una buena marca en
21K, seguramente, ese promedio sea tu ritmo umbral. Vale, pues, teniendo
identificado ese ritmo umbral, podemos calcular las zonas. Zona 1, es el 55% de
tu ritmo umbral, zona 2, el 65%, zona 3, el 85%, zona 4, el 100% de ritmo
umbral porque zona 4 es precisamente “Threshold”, zona 5, el 115% de tu ritmo
umbral. Y, nuevamente, para series de velocidad, de 100, 200 o 400m, no tiene
mucho sentido calcular el porcentaje que representan de tu ritmo umbral. Menos
aún para Z7.
Supongamos ahora que el parámetro para establecer las zonas,
que vamos a emplear, es frecuencia cardíaca. Aquí caben un par de opciones
también. Una opción es mirar la frecuencia cardíaca máxima que alcanzaste en el
test VAM de 5’, antes citado. Esa FC máxima será el punto ancla. A partir de
ahí, volvemos a calcular porcentajes de ese valor, para delimitar las zonas de
entrenamiento. Zona 1, 65% de la FC máxima, zona 2, 75%, zona 3, 85%, zona 4,
90%, zona 5, 100%.
Otra opción es determinar tu FC asociada a umbral y, a
partir de ese punto ancla, establecer las zonas como porcentajes de tu FC
umbral. Y, para conocer tu FC umbral, Joe Fríel, entrenador de triatlón
mega-reconocido y autor del también archi-conocido libro “The Triathlete’s
Training Bible”, propone hacer un test de 30’ y calcular la FC promedio de los
últimos 20’. Si no quieres pegarte un calentón de 30’, así porque sí, quizás
quepa coger los últimos 20’ de un buen 10K que hayas hecho. Luego, como
siempre, calcularás porcentajes de esa FC umbral para establecer las zonas.
Según Fríel, las cinco zonas serán al 85%, 87%, 92%, 97% y 102% de esa FC
umbral.
Una última opción, para establecer las zonas, es usar la
percepción de esfuerzo o RPE (por las siglas de “Rate of Perceived Exertion”)
como parámetro de referencia. En origen, este parámetro se medía en la escala
de Borg, de 6 a 20 pts. 6 corresponde a un esfuerzo mínimo, 20, a uno máximo.
Se usaban esos números, porque representan, aproximadamente, las pulsaciones
por minuto, donde 60 es un pulso o FC baja y 200, un pulso máximo. Pero, creo
que a todo el mundo nos resulta más intuitiva una escala de 1-10, donde 1 es el
nivel más bajo de esfuerzo y 10, el más alto. Los puntos ancla en esta escala
RPE intuitiva son, pues, 1, que corresponde a estar sentado en el sofá, y 10,
que corresponde a echar las tripas por la boca. Así, las cinco zonas podrían
corresponder a estas RPE: zona 1, RPE de 4-5, zona 2, RPE de 5-6, zona 3, RPE
de 7-8, zona 4, RPE de 8-9, zona 5, RPE de 9-10.
Resumen. Tus zonas
de entrenamiento son 5+2. Las cinco principales se establecen como porcentajes de
un punto ancla. Ese punto ancla puede ser ritmo VAM, ritmo umbral, FC máxima,
FC umbral o RPE de 1 y RPE de 10. Como dije antes, debido a orografía, terreno
y meteo, en carrera por montaña no cabe usar ritmos como medida de intensidad.
Es, muy de lejos, más válido usar FC y/o RPE. Luego daré más detalles a este
respecto. De momento, sabemos que zona 1 es el 65% de FC máxima y RPE de 4-5,
zona 2 es el 75% de tu FC máxima y RPE de 5-6, zona 3 es el 85% de tu FC máxima
y RPE de 7-8, zona 4 es el 90% de tu FC máxima y RPE de 8-9, zona 5 es el 100%
de tu FC máxima y RPE de 9-10.
¿CÓMO UTILIZAR LAS ZONAS?
Conocidas nuestras 5+2 zonas, ahora toca organizar los
entrenos de acuerdo con dicho esquema. Las zonas van a determinar, primero, los
tipos de entrenos que podemos hacer y, aparte, cómo organizar dichos entrenos
en la semana y a lo largo de las semanas. Vamos a hablar, pues, de workouts,
micro-ciclos, macro-ciclos, distribución de la intensidad y periodización. Casi
nada. Vamos por partes.
Tipos de entrenos
Las sesiones de entreno son de un tipo u otro, según si se
hacen íntegramente o contienen bloques de trabajo en una u otra zona. Y, según
la zona trabajada, conseguiremos unas u otras adaptaciones. Dicho esto, lo
cierto es que, el trabajo en las zonas 1 a 5, tiene efectos bastante parecidos:
básicamente, mejoran nuestras capacidades aeróbicas. Es decir, esos trabajos
desarrollan nuestra capacidad para correr fuerte y para aguantar corriendo
fuerte. Llegar más rápido, más lejos. La diferencia está en el tiempo de
trabajo necesario para producir dichos efectos. En zonas bajas, habrá que
acumular mucho tiempo; en zonas altas, bastarán bloques de minutos. El músculo
entiende de niveles energéticos y de niveles de calcio, punto; si logras llevar
esos niveles al extremo, producirás cierta señalización que resultará en
adaptaciones. Y, para esto, valen tanto la vía extensiva (baja intensidad por
tiempo muy prolongado) como la intensiva (bloques cortos, pero de muy alta
intensidad). Trabajar en las zonas 6 y 7 sí que tiene efectos específicos. La
zona 6, repeticiones de 100, 200, 400m, desarrolla la biomecánica: el gesto
técnico de correr. Vaya, que, para enseñar al cuerpo a correr a gran velocidad,
hay que correr a gran velocidad. La zona 7, esos movimientos explosivos, como
sprints en rampa o subir escalones de dos en dos, desarrolla la potencia
neuromuscular. Bien, sabiendo qué efectos logramos con los diferentes trabajos,
¿cómo son exactamente los entrenos en zonas 1, 2, 3, 4, 5, 6 y 7?
Los Easy runs (zona 1), puesto que son poco demandantes, se
usan como recuperación, tras un día duro, o como descanso, antes de un día
duro. Los Endurance runs (zona 2) se usan para desarrollar precisamente eso: la
capacidad de endurance, de resistir por mucho tiempo. La tirada larga del
domingo es un entreno en zona 2 y dura 2 o 2.5 veces más que las otras
sesiones. Puesto en números concretos, si preparas media distancia y tus
entrenos normales son de 1h, la tirada será de 2h-2h30. Si preparas larga
distancia y tus entrenos suelen ser de 1h30, la tirada larga del domingo será
de 3 o hasta 4h.
Por otro lado, están las sesiones que contienen trabajo de
alta intensidad, es decir, bloques en zonas 4 o 5. Los bloques en zona 4 o
Umbral serían de 10-15-20 minutos, según tu nivel y/o lo que estés preparando.
Una sesión de este tipo podría ser: 20' easy hasta una cuesta, subirla fuerte
por 10', bajar al trote, repetir 2-3 veces, regresar al coche easy por 20'.
Tiempo total: 1h15. En teoría, el trabajo de umbral mejora tu umbral, lo
desplaza a la derecha o, lo que es lo mismo, te permite llevar una intensidad
fuerte con menos esfuerzo. Pero, en la realidad, este trabajo desarrollaría
también tu umbral aeróbico y tu vo2max. Como ya dije, los trabajos en las zonas
1 a 5, todos desarrollan todos los parámetros aeróbicos: primer y segundo
umbrales y consumo máximo de oxígeno; la cosa es el tiempo de estímulo
necesario para lograrlo, como también expliqué. Esta misma lógica aplica a la
zona 5. Aunque, teóricamente, sirve para mejorar tu vo2max, en la práctica,
mejora también los umbrales. Ahora bien, como, por definición, la zona 5 es una
intensidad que podemos sostener por 5 minutos aproximadamente, los bloques en
zona 5 serán de 3-4-5 minutos, no más. Tampoco menos, porque necesitamos 1-2
minutos para alcanzar el consumo máximo de oxígeno. Así, si hago un 5x5, cinco
intervalos de cinco minutos al consumo máximo de oxígeno, pasaré sólo 15-20' en
zona 5 pura y dura. Una sesión típica de zona 5 es justamente ésa: 20' easy
hasta una cuesta, subirla a tope por 5', bajar alegres (para no disminuir
demasiado el pulso), repetir esto cinco veces, regresar al coche easy por 20'.
Tiempo total: 1h15. (Un apunte: la cuesta ha de ser corrible y no puede ser
súper empinada; si tiene tanta pendiente que nos obliga a caminar, se convierte
ya en trabajo de potencia neuromuscular.)
Micro-ciclos
Otra diferencia entre tipos de entrenos está en el tiempo de
recuperación, tras la sesión de entrenamiento. Podrías pensar, si con menos
tiempo, consigo mismas adaptaciones, ¿por qué no hacer zonas 4 y 5 a saco? Lo
dicho: porque esos trabajos requieren largas recuperaciones. No podremos meter
un entreno fuerte ni antes ni después de otra sesión fuerte; de hacerlo, la
sesión fuerte que vaya en segundo lugar, no podrá hacerse con la intensidad que
corresponde. Así, sabiendo cuándo vas a hacer un entreno fuerte, se organizan
las sesiones anterior y posterior. Básicamente, antes y después de un día con
zonas 4 y 5, habrá descanso o entreno en Z1. Las zonas 6 y 7 no suponen gran
demanda metabólica, pero sí neuromuscular. Por eso, aplicaremos el mismo
sistema que con zonas 4-5: descanso o Z1 antes y después.
Sabiendo todo eso, una semana o micro-ciclo prototípico
quedaría así. Lunes: día off. Martes: easy con bloques de alta intensidad en
Z4-Z5. Miércoles: easy. Jueves: easy con trabajos en zonas 6 y/o 7. Viernes:
día off. Sábado: easy. Domingo: tirada larga.
Periodización
Idealmente, hay que seguir los principios de sobrecarga
progresiva, super-compensación y especificidad. ¿Qué significa esto? Uno, que
hay que ir aumentando la carga (carga entendida como volumen de entrenamiento o
como porción dedicada a la alta intensidad) de semana en semana, dos, que hay
que introducir semanas de descarga (donde el cuerpo asimila la carga y se
fortalece -lo que se conoce como super-compensación), tres, que hay que
aumentar el trabajo a la intensidad específica de carrera, según se acerca la
carrera. Siguiendo esos principios es como se organizan los periodos o
macro-ciclos, que abarcan 4-6-8 semanas cada uno.
A este respecto, por ejemplo, en el libro "Entrenamiento
para atletas de montaña", Jornet, Johnston y House proponen: primero,
dedicar un período a hacer base, semanas donde sólo hacemos zonas 1 y 2 y vamos
aumentando kilometraje y desnivel un 10% por semana, en ciclos de tres semanas,
intercalados con semanas de descarga, donde la carga se reduce al 50%; después,
plantean un período de intensidad, donde una parte del tiempo dedicado a zonas
1 y 2 se cambia por trabajos en zonas 4 y 5, que van suponiendo un porcentaje
mayor de la carga total, en ciclos de tres semanas de incremento y una de
descarga. Esto lo proponen para distancia maratón por montaña. Si habláramos de
ultras de montaña, aquí Koop, en el libro "Fundamentos del entrenamiento
en ultra fondo", propone invertir la secuencia: periodo de intensidad, en
primer lugar, alto volumen en zonas 1 y 2, después; porque ésas son las
intensidades que llevarás en una carrera de 10, 15 o 20h o lo que te tome la
ultra en cuestión…
Resumen
Sabiendo que existen 5+2 zonas o intensidades que podemos
llevar al correr, cabe diseñar distintos tipos de entrenos, según la
intensidad, y organizarlos en la semana y en las semanas que preceden a la
competición. Un entreno con bloques en zona 4 o 5 o uno en zona 2, pero muy
largo, requiere estar fresco, antes, y descansar lo suficiente, después. Por
tanto, el día antes y el día después de esas sesiones clave, haremos easy run o
descanso. Con eso, ya tenemos la semana o micro-ciclo montado. Respecto a cómo
organizar periodos de varias semanas o macro-ciclos, iremos aumentando la cantidad
de trabajo (sea número y duración de sesiones en zonas bajas o número de
bloques en Z4-Z5 en las sesiones de intensidad) progresivamente e introduciendo
semanas de descarga, donde se da la super-compensación. El macro-ciclo más
próximo a la competición será el que contenga más trabajo a la intensidad de
competición: zonas altas, si preparas distancia media; zonas bajas, si ultra.
¿CÓMO MONITORIZAR LAS ZONAS?
Bien, ya hemos aprendido
los tipos de entreno, según la intensidad que suponen, y cómo organizarlos a lo
largo de un micro-ciclo y de los macro-ciclos. Pero, ¿cómo se yo, en el
entreno, si lo estoy haciendo en la intensidad que toca? Y, ¿cómo se yo, según
transcurren las semanas, que no me estoy pasando con las cargas semanales y las
estoy asimilando? Hay que hablar de carga aguda y carga crónica y retomar los
parámetros FC y RPE.
Carga aguda y crónica
Carga aguda se refiere a cuán fuerte le resulta un entreno
concreto a mi organismo. Carga crónica se refiere a cómo va asimilando tu
organismo las semanas de entrenos. Necesito conocer lo primero, para hacer la
intensidad que toca en ese entreno. Necesito conocer lo segundo, para
asegurarme de que estoy haciendo una sobrecarga adecuada. Aunque un plan
prescriba aumentar la carga un 10% por semana, si tengo una fatiga brutal, hay
que hacer descarga, diga lo que diga el plan. Y, de igual modo, si el plan es
hacer easy run hoy y en las cuestas me pongo a 170 pulsaciones en Z4, pues eso
no es easy y mañana no sacarás las series como está previsto. Bien, ¿cómo medir
intensidad del entreno y carga de entrenamiento? Propongo pulso y sensaciones.
Pulso
La frecuencia cardíaca puede servir tanto para monitorizar
carga aguda del entreno como carga crónica. Enseguida lo explico, pero antes
hay que hacer un alegato en defensa de la FC como indicador de la carga. Hay
quienes cuestionan el uso de la FC porque la tachan de poco fiable, puesto que
se ve influenciada por múltiples factores. En efecto, el pulso se ve alterado,
no sólo por la intensidad que llevas al correr, también por cómo has dormido
esa noche, cuán hidratado estás, si estás estresado por tu trabajo o tus
relaciones, si hace calor… Si dormiste mal, estás mal hidratado, hace calor y
tuviste una discusión muy fuerte ayer, tu pulso irá más alto de lo normal a ese
mismo ritmo de carrera. Entonces puedes pensar: mi reloj se equivoca, me está
diciendo que voy más fuerte de lo que en verdad voy. Pero es que es así: aunque
tu ritmo, en términos de minutos/ Km sea bajo, tu organismo está teniendo que
esforzarse mucho para llevarlo, si dormiste mal, hace calor y no te estás
rehidratando. Internamente, vas así de "jodido" (con perdón) para
mantener ese ritmo, por lento que sea. En fin, el pulso sí es una buena medida
de la intensidad, precisamente porque integra todo lo que está pasando en tu
cuerpo para sostener el esfuerzo. Este argumento lo plantea Nacho Martínez en
su libro que ya cité. Si hoy toca easy run y, por todas esas circunstancias
mencionadas, se te dispara el pulso, baja el ritmo y camina si hace falta. De
otro modo no estarás respetando la intensidad que toca.
Curiosamente, si en una sesión de intensidad, no logramos
hacer subir las pulsaciones, eso es indicador de que nos estamos pasando con la
carga crónica. Tal situación se vería confirmada por un pulso alto en reposo.
De ese modo es como la FC sirve también para verificar que estamos asimilando
las semanas de entrenamiento o, por el contrario, como indicador de que debemos
bajar el pistón y hacer descarga.
Sensaciones
La otra medida estrella de carga interna, tanto aguda como
crónica, son las sensaciones. Durante los entrenos, conviene (1) exponernos a
múltiples experiencias y (2) fijarnos bien en cómo nos sentimos durante dichas
experiencias, haciendo un “body scan” completo. O sea, se trata de subir, bajar
y llanear suave, fuerte y muy fuerte, tener todo ese abanico de experiencias y
aprender a reconocer cómo se siente cada una. Y, así, saber que “éste es el
ritmo de subida que puedo mantener 10 minutos”, que “éste es el ritmo de subida
que puedo mantener 40 minutos”, que “éste es el ritmo cómodo de crucero que
podría mantener todo el día”, etc. Reconocer esas sensaciones, no hace falta
ponerlas en la escala RPE del 1 al 10, es un fantástico complemento a las
pulsaciones. ¿Por qué? Porque, a veces (en carrera, por ejemplo), no podemos
mirar el pulso cada 15 segundos, y porque, a veces (si utilizas el sensor
óptico del reloj), da lecturas disparatadas. Hay ya un buen puñado de estudios
que demuestran que el sensor óptico del reloj (basado en la fotopletismografía)
funciona con bastante precisión (si te interesa, otro día puedo hablar más
largo y tendido sobre esto y dar todos los detalles y matices; dejémoslo en que
funcionan bien, de momento). Pero, eso sí, de vez en cuando se les va la pinza
y te dicen que estás a 180 pulsaciones, cuando ni has calentado aún.
Respecto a la carga crónica del entrenamiento, además de
mirar FC en reposo o incluso HRV al despertar, una medida más simple (y, muy
probablemente, más válida) son, de nuevo, las sensaciones. Si al levantarte,
sientes que no has recuperado del todo; si, antes de comenzar el entreno,
tienes cero ganas y cero confianza en que lo vas a sacar; si, durante el
entreno, vives como un esfuerzo titánico lo que otras veces no es para tanto;
entonces, tienes sobre-entrenamiento y toca semana o semanas de descarga.
Resumen. Tanto para saber la intensidad que llevas en el
entreno, como para saber cómo estás asimilando el entrenamiento, en mi opinión
(y la he argumentado aquí), usa FC y sensaciones. Bueno, bonito y barato.
Lo dije en la intro: si no persigues mejorar ni tienes
ningún objetivo en las carreras, más allá de terminarlas, no hace falta que te
manejes en esto de las zonas. Es muy posible, eso sí, que entres en ese
“agujero negro” del que habla Stephen Seiler, por el cual te aprietas a lo
tonto en cada salida, de modo que el día que quieres exprimirte de verdad, no
puedes hacerlo, y, además, vas acumulando fatiga, sin dejar hueco para la
recuperación, y tu rendimiento se estanca, primero, y cae, después. Sea porque
quieras evitar esa dinámica perversa o porque quieres aprender a entrenarte y
mejorar o entender mejor lo que te prescribe el coach y aprovecharlo más,
conviene saber un poco sobre las zonas de entrenamiento.
¿Qué hemos aprendido hoy sobre las zonas (si es que no lo
sabíamos ya)? Primero, hay 5+2 zonas de intensidad, según el metabolismo y las
fibras que utilizamos y el lactato que acumulamos en sangre. Zona 1 es Easy,
zona 2 es Endurance, zona 3 es Tempo, zona 4 es Umbral, zona 5 es vo2max, zona
6 es velocidad, zona 7 es potencia neuromuscular. Segundo, como las zonas de la
4 a la 7 son muy exigentes (o incluso la 2, si prolongamos el esfuerzo durante
varias horas), vamos a poner sesión easy, o descanso, antes y después de los
entrenos exigentes. Tercero, conviene hacer más trabajo a la intensidad de
carrera (que podría ser, grosso modo, Z1 para ultras, Z2 para maratón, Z3 para
media maratón), según se acerca la carrera y así seguir el principio de
especificidad. Cuarto, una buena manera de monitorizar la intensidad en
entrenos y carreras es mirar FC (que el sensor óptico del reloj lee
razonablemente bien) y cotejarlo con sensaciones (que habrás aprendido a
reconocer a base de exponerte y analizar un abanico rico de experiencias).
Corresendas, espero que hayas aprendido y disfrutado con el
episodio tanto como yo al prepararlo. Si fue así, haz alguna de estas cosas
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Nos encontramos aquí en unos días, si no antes por el monte.
Hala, a pisar sendas! (y hacerlo a la intensidad que toca: easy, hoy, para
sacar mañana esas series en subida a umbral!).
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