Episodio 9. ultra-Tralla: ¿qué le pasa a tu cuerpo en un UTMB?
(Autor: Héctor garcía Rodicio @correrporsenderos)
Distancia “promo”, 15 kilómetros. Distancia “corta”, 30
kilómetros. Distancia “maratón”, 45 kilómetros. Distancia “ultra”, pausa
dramática… Veamos, la distancia “ultra” en carreras de montaña va desde los 50
ó 60 kilómetros hasta donde pueda imaginar la mente más calenturienta, como los
330 de Tor Des Geants o, claro está, los 170 de la archiconocida UTMB o Ultra
Trail de Mont-Blanc, la carrera de larga distancia por excelencia, el centro de
todas las miradas a finales de agosto, el olimpo al que trail-runners de todos
los rincones del planeta quieren entrar para dejar de ser simples mortales y
convertirse en divinidades. Sin necesidad de irnos a la madre de todas las
carreras de ultra-trail, lo cierto es que, a día de hoy, no hay prueba, por
popular que sea, que no incluya distancia larga, súper larga y re-que-te-larga.
Cabe preguntarse por qué diablos nos atrae tanto la ultra-distancia, sobre todo
cuando sabes lo destructiva que puede llegar a ser… El propio Pablo Villa,
ganador de la TDS en Mont-Blanc 2019 o la Transgrancanaria Classic 2022, entre
otras, lo tiene claro: hace una o, a lo sumo, dos al año y no más; igual que la
gente del maratón de asfalto. Entonces, ¿es de verdad tan destructivo un
ultra-trail? Y, en todo caso, ¿por qué motivo nos engancha la larga distancia
en montaña?
He aquí la tabla de contenidos de hoy. Primero, vamos a ver
qué efectos agudos tiene correr un ultra-trail, es decir, ¿qué le pasa a tu
cuerpo durante la carrera? Después, vamos a ver qué efectos a medio plazo
tiene, esto es, ¿qué le pasa a tu cuerpo después de una carrera ultra por
montaña? Por último, confirmado que los ultras pueden hacer mucha pupita, nos
preguntaremos ¿por qué nos gusta la larga distancia?
Ahora, ya sabes lo que toca: ajusta el volumen de tu
smartphone, coge un ritmo cómodo, esa zona 1 de la que ya hablamos en el
episodio 8, y prepárate para este recorrido por la fisiología y la psicología
humana que vamos a hacer. Vamos a entrar en nuestro cuerpo y nuestra mente para
observar todo lo bueno y todo lo malo que pasa durante las largas 20 horas de
una ultra. Y advierto de que 20 horas dan para mucho… Venga, vamos al lío, como
dice Azara García, otra ultrera de las buenas.
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¿QUÉ TE PASA DURANTE UNA CARRERA DE ULTRA-DISTANCIA?
Una ultra como UTMB, con 170k y 10000+, la élite de chicos y
chicas la completa en unas 20-25 horas, mientras que los y las populares
necesitan 45… En esos marcos temporales, donde, recordemos, estamos haciendo
actividad física demandante, ya sea corriendo, trotando o caminando, pero
haciendo un movimiento "alegre" en todo caso, pasan muchas cosas en
nuestro cuerpo. Y adelanto ya que ninguna buena… Son cinco fenómenos, todos
ellos con la letra "d" de “destrucción”: deriva cardíaca,
deshidratación, desnutrición, desregulación circadiana y desmotivación.
Deriva cardíaca.
Según avancen los kilómetros y las horas en una ultra vas a notar, oh sorpresa,
que cuesta más mantener el ritmo, por muy suave que éste sea. Este mayor
esfuerzo se va a reflejar en el comportamiento del corazón. Vas a ver cómo, con
el tiempo, las pulsaciones suben, pese a que tu ritmo de carrera no; tu cuerpo
tiene que trabajar más para conseguir lo mismo, lo que hace unas horas hacías
sin pestañear. A este proceso por el que las pulsaciones suben, pero el trabajo
generado no, se le conoce como “deriva cardíaca” o “drift cardiovascular”. Más
concretamente, lo que ocurre es que tu corazón no lograr bombear la cantidad
suficiente de sangre para mantener el nivel de intensidad, viéndose obligado a
aumentar la frecuencia cardíaca. Aunque aún no está del todo claro por qué se
produce, se cree que se debe a dos razones. Por un lado, dado que la actividad
física aumenta la temperatura central, la de tronco y piernas, el organismo
responde enviando sangre caliente a la piel, las manos y los pies para enfriar
el centro; que haya sangre pululando por la periferia provoca que dispongamos
de menos sangre que suministrar a quienes están haciendo el trabajo. Corazón y
piernas. Por otro lado, como tenemos el pulso disparado, el tiempo de llenado
del corazón es menor, pudiendo captar menos sangre y, consecuentemente,
pudiendo bombear menos a las patas, que tanto la están necesitando. En fin, que
a medida que pasan los kilómetros, que en un ultra los hay y para aburrir, pues
vas a notar que cuesta más esfuerzo a tu sistema cardiovascular conseguir
mantener el mismo ritmo que antes sentías fácil. Obviamente, esto va a depender
de tu nivel de fitness y del nivel de intensidad que estés llevando. Si estás
muy en forma, llevar ritmo de trote cochinero apenas te exige porque supone un
porcentaje muy pequeño de tu potencia aeróbica. Por otra parte, por muy en
forma que estés, si estamos hablando de ritmo 10k, pues no creo que haya habido
ni la habrá persona capaz de sostener eso durante 100 millas…
Deshidratación.
Precisamente por ese mecanismo de termorregulación del que hemos hablado, por
el cual el cuerpo disipa el calor central, enviando sangre hacia la piel, se
produce sudor. O sea, esa sangre caliente que hemos mandado hacia las partes
más superficiales del cuerpo se evapora en forma de sudor. Si queréis, somos
como un tren de vapor echando humo. La cosa es que, al evaporarse esa sangre
superficial en forma de sudor, pues perdemos sangre. Bueno, no exactamente:
perdemos plasma sanguíneo, que es en un 90% agua y sal. Que haya menor volumen
plasmático, menos agua en la sangre, refuerza la deriva cardíaca: el corazón
cuenta con menos líquido desde el que mandar oxígeno y nutrientes a los órganos
que lo requieren: nuestras patitas, que llevamos moviendo más de 10 horas ininterrumpidas
ya; entonces tiene que compensarlo latiendo más y más rápido. Aparte, otro
órgano que reclama riego sanguíneo es el cerebro, que a falta de oxigenación
suficiente te manda señales para que pongas remedio a la situación: te hace
sentir “como la mierda”, dicho mal y pronto. Para arreglar este desaguisado
debes reponer líquido y sales. Por supuesto, si la temperatura ambiente es
alta, la cantidad y frecuencia con la que debes beber es más alta también.
Desnutrición. En
el episodio anterior ya vimos que, para poder funcionar, el cuerpo necesita
combustible y que hay distintos tipos de combustible. Los principales son dos:
las grasas, que almacenamos en el tejido graso del cuerpo (y un poco también en
el interior de los músculos), y la glucosa, que almacenamos en forma de
glucógeno muscular. Si en carrera vamos suave, la fuente de energía
predominante será la grasa, que, como sabemos, es una fuente prácticamente
ilimitada: es capaz de suministrarnos combustible para días y días de actividad
en ayunas. Piensa que sin esa ventaja nuestros antepasados habrían perecido en
la edad de hielo y tú y yo hoy no estaríamos aquí… Pero, aunque el ritmo sea
suave, por la deriva y la deshidratación que hemos explicado anteriormente, la
intensidad subjetiva va a aumentar. Vaya, que por mucho que te estén saliendo
promedios de 12’/km, habrás entrado en zona 2 y estarás usando glucosa a
tutiplén. En actividades de una o dos horas, aunque las hagas todo el rato en
zona 2, en el mismo segundo umbral o incluso por arriba, lo que va a pasar es
que acabarás la carrera habiendo perdido agua y agotado los depósitos de
glucógeno; te vas al avituallamiento, bebes, comes hidratos y santas pascuas.
En un ultra-trail, pruebas de 10, 20, 30 o 40 horas, puede pasar que agotes el
glucógeno, claro, pero podría ocurrir, si no manejas bien este punto, que
agotes la grasa también y el cuerpo se vea obligado al canibalismo: a degradar
la proteína del músculo y usarla como combustible. Agotada la masa grasa lo
siguiente es la masa magra. Hay que señalar que esto es una situación extrema,
que se observa en escaladas en estilo alpino a picos inexplorados de 6000 o
7000m, donde puedes encadenar una semana entera de actividad y sin comida,
puesto que es muy difícil llevar comida que no se congele a esas alturas, que
no suponga un exceso de peso grande y en cantidad suficiente para una
expedición que no sabes cuánto va a durar debido a las variables e
impredecibles condiciones meteorológicas. Pero es más raro en un ultra-trail,
básicamente porque en una prueba organizada dispones de avituallamientos,
además de lo que puedas llevar tú encima. En todo caso, sí merece la pena decir
que, cuando hace frío, las necesidades calóricas aumentan a lo bestia. Ya vimos
que termorregular es importante para que el cuerpo no se recaliente, pero es
que impedir que se enfríe demasiado es igual de importante. Si la carrera
discurre por alta montaña y no digamos si hace viento o, peor, si llueve,
puedes llegar a pasar mucho frío, porque hace 4ºC menos por cada 1000m positivos
y porque el aire disipa el calor corporal y el agua todavía más. También hay
que tener en cuenta que comer no es lo mismo que nutrirse: puedes ingerir todo
lo que quieras, pero si no lo asimilas, no sirve más que para engañar al
estómago. La digestión consume también energía, sobre todo si el alimento es
rico en proteína, grasa y/o fibra. Si estás en movimiento, no puedes destinar
mucha energía a digerir, de manera que lo más inteligente es tirar de
carbohidratos simples de fácil absorción, geles, y, si quieres meter algo
sólido y con más nutrientes, pues tomártelo con calma en el avituallamiento,
que no te estás jugando una medalla olímpica. En fin, el catabolismo muscular
es difícil, pero lo que sí está claro es que la nutrición es un aspecto muy delicado
que debemos vigilar atentamente.
Desregulación
circadiana. En un ultra vas a correr de noche. Es así. Punto. Es más,
muchos dan la salida de madrugada o al final de la tarde. Y, si estás corriendo
de noche, no estás durmiendo, que es lo que deberías estar haciendo a esas
horas intempestivas. Ocurre que el cuerpo sigue unos ciclos, cosas que hace en
unos momentos determinados y cosas que hace en otros. Como esos ciclos duran 24
horas aproximadamente, es decir, duran “cerca de un día”, se les llama “circadianos”.
El cuerpo sabe lo que tiene que hacer en cada momento de esas 24 horas, pero
necesita que le des un par de referencias para activar el ciclo de forma
ajustada. En concreto, necesita recibir luz natural durante el día y oscuridad
durante la noche. De esa manera, segrega cortisol por la mañana, insulina
durante el día, melatonina al caer la tarde, etc. Y gracias a esas hormonas,
pues somos capaces de estar activos durante el día, somos capaces de hacer una
buena digestión y asimilar los nutrientes, somos capaces de llevar a cabo un
sueño reparador, que limpia los desechos de la actividad cerebral, regenera los
tejidos dañados por la actividad física y fortalece el sistema inmunitario
dotándolo de más soldaditos, más glóbulos blancos. Si rompes esos ciclos, y
correr de noche es un homicidio en primer grado a nuestra cronobiología, pues
todos esos procesos se van al garete… En carrera, esta desregulación se va a
traducir en problemas digestivos (de nuevo, una mermada capacidad para
aprovechar los nutrientes), posiblemente, en problemas de sueño (que se te
cierran los ojos) y, muy posiblemente también, en irritabilidad y dificultad
para pensar. En todo caso, los mayores problemas vendrán después de la carrera,
como luego veremos.
Desmotivación. En
el episodio 3 ya explicamos que la motivación es el proceso por el que nos
comprometemos con una tarea, algo que ocurre cuando se dan dos circunstancias:
que completar esa tarea nos vaya a proporcionar algo y que creamos que es
posible conseguirlo. Completar un ultra-trail, por ejemplo, nos podría
proporcionar un sentimiento de orgullo, por ver que hemos sido capaces de
superar un reto monumental, y podemos creer que es factible porque ya hemos ido
obteniendo nuestro diploma “finisher” en varias carreras de distancias algo
inferiores. Con eso estaremos más que motivados. Pero, como también aclaramos
en aquel episodio 3, por muy motivados que estemos, es inevitable que durante
la actividad surjan dificultades. Es así, es parte consustancial del juego. Van
a aparecer tentaciones, porque de repente piensas que estarías mejor en el
salón de tu casa y no perdido en medio del monte a las tres de la madrugada y
con un frío que pela; van a aparecer dudas, porque de repente piensas que,
aunque pudiste con un 50k y un 70k, 100k es mucho pa’ el body; y va a aparecer
malestar, porque tienes sueño, ampollas en los pies, los calcetines y la ropa
interior empapados y las manos congeladas. Has de tirar de fuerza de voluntad
para contrarrestar todas esas amenazas a la motivación. Y, aquí, pues cada
quien tiene su librillo: escribirte whatsapps con tu pareja, hablarte en voz
alta, concentrarte en la respiración… Aunque, sin duda, creo que hay algo que
es universal: pensar en esa ducha caliente, en esa comida donde no te vas a
privar de nada y en esa cama que vas a coger con más ganas que un bebé de dos
meses.
¿QUÉ PASA EN TU CUERPO DESPUÉS DE CORRER UN ULTRA-TRAIL?
Todo lo anterior, que no es poco, le pasa a nuestro cuerpo
durante una carrera de ultra-distancia. Fueron cinco cosas, todas ellas con la
letra “d” de “destrucción”, es decir, todas malas. Un escenario poco halagüeño.
Me temo que el que vamos a pintar ahora no es mucho mejor. También son cinco
efectos y también empiezan todos por “d”. Y no, no es “d” de “divertido”, es “d”
de “destrucción” otra vez… Depleción de glucógeno, déficit calórico,
destrucción muscular, desajuste hormonal, depresión inmune.
Depleción de glucógeno.
Ya lo sabemos: esfuerzos de intensidades moderadas y altas utilizan glucógeno
como fuente de energía. Y, a diferencia de las reservas de grasa del cuerpo, el
glucógeno es muy limitado. Incluso si vamos tomando geles, es muy seguro que
agotemos los depósitos de glucógeno en una prueba tan demandante como un ultra.
No obstante y, como ya apuntamos antes, se tratará al acabar la prueba de comer
carbohidrato suficiente y listo. Un buen plato de arroz, tubérculos, legumbre o
fruta e irás servido. El glucógeno es glucosa junto con agua, de modo que al
vaciar los depósitos de glucógeno habrás perdido líquidos también. No olvides
aumentar un poco tu ración de líquidos.
Déficit calórico.
Hemos quedado en que la fuente principal de energía, puesto que juega un papel
relevante en todo el rango de intensidades desde el nivel bajo hasta el
medio-alto, es la grasa. También sabemos que la que podemos sacar de nuestro
tejido graso da mucho de sí. Pero, claro, tirar de esta fuente de energía es lo
que comúnmente llamamos “quemar grasa”, es decir, que estás perdiendo peso. Una
vez más, aunque hayas ido comiendo en carrera, por el nivel de demanda de la
prueba y por los problemas digestivos que repasamos anteriormente, es seguro
que no lograrás el balance energético: saldrán más calorías de las que entran.
Igual que antes, tocará comer bien después de la carrera. No es un problema
grave.
Destrucción muscular.
Esto ya es algo más serio. Sin necesidad de llegar al punto de esas
expediciones extremas de alta montaña donde la gente regresa con 10 kilos
menos, la propia actividad física provoca micro-roturas en el músculo. Esto, en
verdad, sucede en toda sesión de entrenamiento, sea rodaje, series o tirada
larga. Pero, en el caso de un ultra, se multiplica exponencialmente. De hecho,
si nos hiciéramos un análisis de sangre al cruzar meta y les mostráramos los
marcadores de inflamación a una persona del ámbito sanitario, nos mandaría
directos a la UCI, pensando que estamos al borde de la caquexia. Lo que toca,
pues, es darle al organismo los “ladrillos” con los que reconstruir ese tejido,
es decir, proteína en cantidad y de calidad, que contenga los aminoácidos
esenciales, y darle también un régimen balanceado de actividad y descanso:
actividad suave, porque con el movimiento estimulamos el flujo sanguíneo, que
lleva nutrientes y recoge desechos, y descanso, porque es en el sueño reparador
cuando llevamos a cabo las tareas de reconstrucción de tejidos.
Desajuste hormonal.
Cada hormona y neurotransmisor que segregamos contiene una señal vital
específica: le dice al cuerpo lo que tiene que hacer para que todo funcione
correctamente. Si interferimos en la producción de hormonas, pues ese
equilibrio se va a pique. Lo que va a pasar en carrera es que la hormona
dominante va a ser el cortisol, que, en esencia, le va a decir al cuerpo que
toca correr y nada más que correr. O sea, va a poner el modo “supervivencia”
on, va a activar el mecanismo de lucha/ huida y, importante, va a desactivar
todo lo demás. Por ejemplo, va a desactivar el sistema reproductivo, lo que en
mujeres se puede traducir en perder la regla y, en hombres, en un descenso
notable de la testosterona, que influye no sólo en la sexualidad sino en
multitud de procesos. En los dos, mujeres y hombres, se verá afectada también
la hormona del crecimiento, implicada en esa regeneración muscular que ya hemos
comentado. La sobreactivación simpática también supone desconectar el sistema
digestivo, dificultando la absorción de nutrientes, cuestión que ya ha ido
saliendo varias veces hoy. Y, muy importante, esa sobreactivación supondrá
también desconectar uno de los sistemas más cruciales del cuerpo: el sistema
inmunitario.
Depresión inmune.
Como habremos ido entendiendo a lo largo de este episodio, el cuerpo no puede
hacer muchas cosas a la vez. Digamos que tiene unas energías determinadas, que
dan para lo que dan, y debe administrarlas sabiamente. Si correr es lo urgente,
hemos comprobado, todo lo demás queda en “stand by”. El sistema inmunitario es
uno de nuestros recursos más preciados porque se encarga (1) de reparar y
regenerar los tejidos y (2) de combatir agresiones procedentes del exterior,
como virus, toxinas o quemaduras. Bien, pues dado que este sistema va a estar
muy atareado reparando y regenerando todo el tejido muscular que nos hemos
dedicado a destrozar durante las 20 horas del ultra, no va a poder hacer su
otra función, la de protegernos de agresiones externas. En una palabra, nos va
a hacer vulnerables a infecciones. ¿A quién no le ha pasado que, tras una
semana a tope de exámenes finales o porque vence el plazo para entregar un
informe o porque debe terminar un proyecto importante o porque ha estado tres
días corriendo un ultra non-stop, es terminarlo y, oye, caer enfermo
"justo entonces"? Pues eso.
¿POR QUÉ NOS GUSTA EL ULTRA-TRAIL SI ES TAN DESTRUCTIVO?
De mayor o menor consideración, pero está claro que el
ultra-trail causa daños. Lo hace durante la carrera e, incluso, después. En
general, son daños pasajeros o, en el peor de los casos, nada que unos días de
actividad ligera, buena alimentación e hidratación y descanso de calidad no
puedan arreglar. Pero la agresión al organismo te la llevas, la apisonadora te
pasa por encima, aunque luego vuelvas a recuperar tu forma original, como
ocurre en los dibujos animados. Entonces, la pregunta es ¿por qué demonios nos
sometemos a estas torturas gratuitas? Personalmente, creo que hay tres, en este
caso, “buenos” motivos: el reto, el nivel de intensidad, el viaje interior.
Reto. Terminar un
ultra es algo épico. Aunque sean las cuatro de la mañana de un miércoles y la
línea de meta esté vacía, en tu cabeza suena la orquesta filarmónica de Viena
tocando “carros de fuego” o, qué coño, los Queen tocando “we are the
champions”. Desde luego, es un subidón. Y lo es, por un lado, porque es una
confirmación de tu capacidad de resistencia y tu disciplina, porque has
aguantado las 20 horas de la prueba, por muy cuesta arriba que se haya puesto,
y, no olvidemos, todos y cada uno de los entrenos necesarios para prepararla.
Por otro lado, creo que vivir algo tan grande sirve para salir un poco de
nuestra rutina gris, de la mediocridad del día a día. Me explico. En la
infancia, todo es nuevo, todo es grande, todo es mágico. A medida que crecemos
vamos descubriendo la verdad: que el día a día es bastante gris, vaya, que si
nuestra vida fuese una película, no iríamos a verla… Vivir estas experiencias
tan fuertes, igual que subir una gran montaña, volar en parapente, tirarse en
paracaídas o montar en una montaña rusa con siete loopings, nos devuelve de
alguna manera a ese estado infantil, nos devuelve la magia.
Nivel de intensidad.
Si bien hemos visto ya que, por deriva cardíaca y deshidratación, lo que
objetivamente es una intensidad baja, se puede sentir como moderada, los
ultras, tanto para gente profesional como recreacional, se corren a baja
intensidad. De hecho, si te asalta la deriva cardíaca, si te vas fatigando a
ritmos bajos, lo que haces es bajar aún más el pistón. El mismo Pablo Villa,
ultra-runner con formidable palmarés, a quien mencionamos al inicio del
episodio, corre los ultras con la banda de pecho para ver su pulso en todo
momento: su estrategia es mantener el nivel de esfuerzo, no el ritmo, para
correr en zona 1 todo el recorrido y reservar el turbo para el tramo final y
decisivo. En fin, seamos o no tan sistemáticos como Pablo, de manera intuitiva
vamos a bajar el ritmo si, aunque objetivamente sea bajo de por sí, sentimos
que nos está fatigando más de la cuenta. El resultado es que la intensidad
predominante durante la carrera va a ser muy baja. Y esto, para muchas
personas, es más tolerable que correr un 1500, un 5000, un 10000 o un KV a fuego
y echando los intestinos por la boca, que hacer un ultra, aunque esas
actividades lleven menos de una hora y el ultra, 40.
Viaje interior. A
lo largo de esas 10, 20, 30 ó 40 horas da tiempo de sobra para conectar con tu
interior y con la naturaleza que te rodea. Correr largo por el monte puede ser
una experiencia, no sé si terapéutica, pero, sin duda, sí meditativa. Muchas
veces, sin darnos cuenta, lo que estamos haciendo es llenar la mente con ruido
para no pararnos un momento a “charlar” con nosotros mismos, ver cómo estamos,
qué deseamos, qué nos falta. Pasamos horas haciendo scroll down en el feed de
Instagram, reproduciendo vídeos en YouTube uno tras otro, devorando series de
Netflix a ritmo de temporada entera cada dos días o chateando por whatsapp en
siete hilos a la vez. Como nada de eso es posible en medio del monte, no tienes
más remedio que hablar, por fin, contigo mismo. Y dejando la mente volar puede
que llegues a insights de lo más interesantes o, cuando menos, te hagas un
recorrido por los más recónditos recuerdos y pensamientos que llevas ahí dentro
en la cocorota sin ser consciente… Por otra parte, teniendo una misma compañera
fiel, además de gran belleza, durante tantas horas hace inevitable no acabar
sintiendo un vínculo especial: y me estoy refiriendo a la naturaleza, que dicho
sea de paso, es el lugar donde nuestra especie pasó el 99% de su historia y,
por tanto, nuestro hogar; es lógico que despierte sentimientos de conexión tan
fuertes.
CONCLUSIÓN
La queremos y la odiamos a partes iguales, pero nunca deja
indiferente a nadie: la ultra-distancia. Durante la carrera, nos fatiga, nos
deshidrata, nos hace sentir hambre, frío y sueño, nos llega a desesperar.
Después, nos deja convalecientes durante semanas, teniendo que cuidar más que
nunca el régimen de actividad suave, alimentación y descanso, como si
hubiéramos estado en una guerra. Pero es que el viaje interior que proporciona,
a lo más íntimo de tus recuerdos y a lo más loco de tu imaginación, el vínculo
fuerte con la naturaleza que desarrolla, que ya no se romperá jamás, y la épica
de entrar a meta sintiendo que estás más alto que la luna, bien valen las 20
horas y los varios litros de sangre, sudor y lágrimas.
Corresendas, si llegaste
hasta aquí y te gustó, te pido humildemente que te suscribas, comentes y
compartas.
Nos encontramos en
siete días, si no antes en el monte. A pisar sendas!
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