Episodio 17. Hablemos de sexo. La mujer en el trail running
(Autor: Héctor García Rodicio https://www.instagram.com/correrporsenderos/)
Todos los años durante la última semana de agosto un
recóndito municipio francés se convierte en la meca del trail running. Es la
semana del UTMB. A los pies del espectacular macizo del Mont-Blanc, en el
municipio de Chamonix, se congregan miles de periodistas, representantes de
marcas deportivas, gente de la organización, fans y, por supuesto,
trail-runners profesionales y recreacionales provenientes de los cuatro
costados del globo, desde EEUU a China, pasando por Latinoamérica y, claro
está, Europa. Es el evento del año, los campeonatos mundiales del trail. No en
vano, hay más de 10.000 runners participantes. Pero, he aquí la cuestión: sólo
un 20% del total de runners participantes son mujeres; desproporción que es
mucho más acentuada cuanto mayor es la distancia de la prueba. Hay apenas una
mujer por cada 10 hombres corriendo la distancia de 170 kms. En la prueba CCC,
de 100 kms, sólo un 15% de participantes son mujeres. Hay que irse a las
distancias medias, como la de la OCC de 55 kms, para ver un todavía modesto 30%
de mujeres. Y UTMB es sólo un ejemplo, pero podemos encontrar esas mismas
ratios en cualquier otra prueba que se te ocurra. A pesar de esa baja
participación, el trail running es uno de los pocos deportes (junto, tal vez,
con la escalada en roca) donde podemos ver mujeres superando a muchos hombres y
metiéndose en el top 10 absoluto, lo que demuestra que no se les da nada, pero
que nada, mal esto de correr por el monte. Entonces, ¿por qué en un deporte
maduro como el trail, que ya hace tiempo dejó de ser minoritario, y para el que
las mujeres han demostrado estar tan capacitadas o más que los hombres, su participación
es todavía tan escasa? Ésta es la cuestión que me he propuesto resolver aquí
hoy (un buen melón hemos abierto... ).
Como iré desarrollando a lo largo del episodio, creo que son
tres los condicionantes que explican esa desproporción masculina en el trail y
la consiguiente sub-representación de la mujer: falta de modelos, falta de
auto-confianza, falta de medios. Esos tres condicionantes, todos de tipo
sociológico, propician que no haya una verdadera igualdad de oportunidades
entre hombres y mujeres para que ellas accedan al trail-running como ellos. Y
precisamente eso, la igualdad de oportunidades, es lo que toda sociedad
avanzada debe defender y promover, incluido este humilde podcast. Pero buscar
la igualdad de oportunidades no implica omitir o negar la existencia de una
diferencia biológica: hombres y mujeres somos diferentes en términos
biológicos. Hay que aceptar esto, primero, y conocer mínimamente sus
fundamentos, después, para entender por qué en trail-running, como en todos los
deportes, existen dos categorías básicas: la masculina y la femenina.
Así pues, el plan para hoy es éste. Primero, explicar la
diferencia biológica entre hombres y mujeres, que justifica la existencia de
las categorías masculina y femenina en el deporte. Después, sabiendo que
tenemos distintas biologías pero igual derecho a participar en cualquier
deporte, trail running inclusive, intentaremos comprender por qué la igualdad
de oportunidades no se cumple en nuestro deporte: ya lo anticipamos, lo
achacaremos a una falta de modelos, una falta de auto-confianza y una falta de
medios. Sin más dilación, vamos al turrón.
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BIOLOGÍA DIFERENTE
Hombres y mujeres somos diferentes y no sólo porque tenemos
distintos órganos sexuales; tenemos distinta morfología, distinta fisiología y
hasta distinta psicología. En cuanto a la morfología, los hombres tienden a
tener hombros más anchos y cadera más estrecha, lo que se conoce como “forma de
V”, mientras que las mujeres tienen la configuración opuesta: caderas más
anchas que los hombros. Aparte, los hombres suelen ser bastante más altos que
las mujeres y sus huesos son más fuertes y menos susceptibles, por tanto, a la
osteoporosis, tan prevalente en la mujer mayor.
En cuanto a la fisiología, los hombres tienen más facilidad
para ganar músculo y menos para acumular grasa que las mujeres. Ese mayor
desarrollo muscular dota a los hombres de mayor fuerza y potencia, en promedio,
que la mujer. De este modo, en disciplinas atléticas la mujer alcanza un
rendimiento un 10% menor, aproximadamente, como en los 100m, donde los mejores
sprinters hacen 9-10 segundos y las mejores sprinters hacen 11-12, en los
5000m, donde los mejores hacen por debajo de 13’ y las mejores en torno a 14’ y
medio, en los 10000m, con ellos haciendo 26’ raspados y ellas, 29’, o en el
maratón, con ellos rondando las 2h 3 y ellas, las 2h 15.
Por último, en cuanto a la psicología, por lo general, el
hombre demuestra una menor capacidad de comunicación y de empatía que la mujer,
aunque a cambio tiene mayor habilidad espacial y para la física y las
matemáticas. Estas diferencias se observan a edades súper tempranas, mucho
antes de ir a la escuela, de manera que no se deberían a la cultura sino a la
biología.
Insisto en que tooodo esto son promedios, es más probable
encontrar un hombre o una mujer así que lo contrario, pero no es imposible. De
hecho, yo mismo cumplo poco con la estadística porque ni tengo forma de V, ni
mido más de 1’70 y ni de coña tengo el desarrollo muscular suficiente para ser
portada de Men’s Health.
Todas esas diferencias morfológicas, fisiológicas y
psicológicas son resultado, en última instancia, de la evolución de la especie
y, como causa próxima, de una única sustancia que empieza por “T”: la
testosterona. Respecto a la evolución, hay que entender que la mujer tiene la
capacidad para llevar a cabo una función fundamental de la cual el hombre
carece: la mujer puede gestar, dar a luz, amamantar y criar a un bebé, que
llegará a ser un ser humano adulto hecho y derecho. Esto explica que la mujer
no necesite una gran corpulencia, aunque sí una mayor anchura del canal del
parto, y necesite ser eficiente en la acumulación de energía en forma de grasa,
porque son necesarias cantidades ingentes de energía para generar el óvulo en
primer lugar y llegar a convertirlo, después, en un organismo con todos sus
sistemas (musculo-esquelético, cardiovascular, nervioso, etc.) y capacidades
plenamente funcionales. Y la función reproductiva explica también las mayores
habilidades sociales y comunicativas de las mujeres, que tendrían que entender
y atender las demandas de ese bebé creciente, que pide contacto, calor,
alimento y confort.
Y todas esas diferencias en morfología, fisiología y
psicología son reguladas por la testosterona, pero no la que tienes ahora mismo
circulando en sangre, sino la que recibiste en el segundo trimestre de
gestación, cuando estabas en la barriga de mamá, y durante la pubertad y
adolescencia, cuando “pegaste el estirón”. En esos dos momentos clave del
desarrollo es cuando el hombre se convierte en hombre, con las peculiaridades
que ya hemos repasado, y la mujer se convierte en mujer, con sus
correspondientes características propias. Que la diferenciación sexual se
produzca en esos dos tempranos momentos clave explica por qué una persona que
cambia de sexo puede modificar algunos aspectos funcionales mediante terapia
hormonal, pero no aspectos estructurales: la mujer transexual perderá la barba,
pero conservará su corpulencia y su complexión, que se mantendrán de por vida;
el hombre transexual tendrá barba y hasta se quedará calvo, pero su estructura
ósea no podrá regresar al segundo trimestre de gestación para reconfigurarse.
En fin, hombres y mujeres somos biológicamente diferentes.
Esto se debe, en última instancia, a que la evolución nos moldeó para tareas
distintas: sólo las mujeres están capacitadas para generar una persona hecha y
derecha con un cuerpo completo y funcional a partir de una diminuta célula. Y,
más próximo en el tiempo, se debe a la cantidad de testosterona recibida en la
gestación y la producida por tu cuerpo en la pubertad. La cosa es que esas
características particulares de cada sexo tienen impacto directo en el
rendimiento deportivo: gracias a su mayor desarrollo musculoesquelético, los
hombres tienen más fuerza y potencia, que les otorga una ventaja del 10% desde
los 100m hasta el maratón.
Pero que tengamos biología
diferente no es, en absoluto, impedimento para que tengamos igualdad de
derechos y oportunidades. Y, justamente para garantizar la igualdad de
derechos, existen las categorías masculina y femenina en el deporte. Si sólo
hubiese una categoría, muy pocas o ninguna mujer podría clasificarse para una
prueba de 5000m o 10000, por ejemplo, pues ya hemos visto que necesitan dos o
tres minutos más que los hombres para completar esas distancias. La manera de
dar acceso a las mujeres a correr en los 5000, los 10000, la maratón o en lo
que les apetezca y de que puedan hacer un buen papel y destacarse es crear
categorías según el sexo. El trail-running no es ajeno a este sistema de categorías,
de modo que da derecho tanto a hombres como a mujeres a participar y a
enfrentarse a sus “rivales naturales” mediante las categorías masculina y
femenina. Pero, ¿y qué hay de la igualdad de oportunidades? Tener derecho a
participar no es sinónimo de que finalmente lo hagas. Y aquí hay que remitirse
a la estadística con la que abríamos el episodio: sólo el 20% de runners
participantes en carreras de montaña son mujeres. Entonces, ¿cuáles son los
factores que lo explican? ¿Qué condicionantes están operando para impedir una
igualdad real de oportunidades y que la ratio de participantes en una carrera
trail refleje el de la población mundial: 50% hombres, 50% mujeres?
FALTA DE MODELOS
Para aspirar a hacer determinada cosa hace falta saber que
es posible, hace falta que otras personas demuestren con su ejemplo que eso que
parecía irrealizable, en verdad, no lo era. Hace falta un presidente de los
EEUU afroamericano, un jugador de fútbol gay o un congresista con discapacidad.
Y hacen falta mujeres astronautas, campeonas de halterofilia, presidentas de la
UE o trail runners. Y esos modelos, además, han de ser visibles. Las niñas han
de conocer a Christina Koch, a Lydia Valentín, a Úrsula von der Layen o, en
nuestro deporte, a Azara García, Ohiana Kortázar, Maite Maiora, Sheila Avilés o
Nuria Gil, por citar algunos nombres. Esas niñas han de crecer sabiendo que
"de mayores" pueden ser tan fuertes como estas corresendas, que se
mueven como gacelas por el monte, en distancias de 20 kms, 50 o más de 100.
Para esto, para que estas referentes estén presentes, para que formen parte del
imaginario colectivo de esas niñas que un día decidirán qué camino tomar en la
vida, los medios de comunicación deben darles la misma visibilidad que a los
hombres trail runners. La misma, no más, ni menos, como siempre reivindica la
propia Azara, con un papel muy activo en esta cuestión. No sé si este pequeño
podcast puede considerarse un medio de comunicación, en todo caso, yo intento
ser equitativo en la atención dedicada a unos y otras. Aparte, creo
sinceramente que, al menos en el periodismo español especializado, sí se hace
un buen trabajo en este sentido, aunque todo es mejorable, por supuesto; y me
estoy refiriendo a medios como Revista Trail Run, Territorio Trail en Aragón
Radio, revista Carreras por Montaña del grupo Desnivel o Ingrávidos de Radio
Marca.
FALTA DE AUTO-CONFIANZA
Además de tener ejemplos de que se puede, ver que otras lo
han hecho ya y por tanto no es una quimera imposible, hace falta creer que tú
también puedes. Hace falta confiar en tus capacidades. Y para eso es
fundamental el papel de las expectativas de tu entorno. Vaya, que para creer en
ti, antes tu entorno ha de creer en ti. Si mi papá y mi mamá o mi profe de
educación física no me llevan al monte porque creen que a las niñas eso les
queda grande, pues no tengo oportunidad de practicar y mejorar mis habilidades,
volviéndome efectivamente torpe en el monte y confirmando que eso no es para
mí. Es el efecto Pigmalión. Existen unas expectativas diferentes según el sexo;
se cree que los niños valen para unas cosas y las niñas, para otras; eso
determina el tipo de experiencias que les proporcionamos a unos y otras,
favoreciendo o inhibiendo el desarrollo de sus capacidades. Y, finalmente,
confirmando las expectativas, que además ese niño o esa niña asumen. En una
palabra, me creían torpe en el monte y me convencieron de que lo soy. Para
cambiar esas expectativas, esas creencias limitantes, dar visibilidad a las
pioneras, algo que tratamos anteriormente, es crucial.
FALTA DE MEDIOS
Hemos hablado de modelos y de creencias. El tercer elemento
en juego es algo más tangible: se refiere a las facilidades en términos de
dinero y logística que se les dan o no a las mujeres del trail. Hablando claro:
¿se les paga lo mismo a las mujeres por un podio, una campaña publicitaria, una
conferencia o un contrato con una marca? Hablando más claro aún, ¿The North
Face les ha hecho el mismo contrato a Fernanda Maciel y Pau Capell, siendo
ambos ultra-runners y que, además de carreras, se embarcan en retos, como
ascensiones rápidas o travesías, y participan en el desarrollo de productos,
como las zapatillas vectiv con placa de carbono? O, por poner otro ejemplo, en
este caso, curioso porque se trata de una pareja, ¿Merrel les ha hecho el mismo
contrato a Ragna Debats y Pere Aurell, siendo los dos especialistas en larga
distancia y estando los dos implicados en el desarrollo de productos? En este
caso, además, se da la circunstancia de que, siendo los dos grandes runners,
Ragna tiene mayor palmarés que Pere. Respecto a la equidad en salarios y
premios, como dice Azara, "el esfuerzo es el mismo"; es cierto que
las mujeres hacen, en general, tiempos interiores a los hombres, pero el nivel
de intensidad que llevan es comparable: se dejan la piel como el que más.
Alguien podría decir que el dinero debe ser proporcional a (1) el interés
mediático que despierta el/la deportista y (2) el nivel de competitividad de
las pruebas, que haya mucha gente pegándose por el top 20, y que ninguna de
esas cosas se cumple en la categoría femenina. Pero es que, para que se den
ambas circunstancias, debemos antes corregir los tres problemas que hemos
identificado hoy aquí: la falta de modelos, la falta de confianza en las
propias capacidades y la falta de facilidades. O sea, que para que haya más
visibilidad y dinero y más mujeres metiéndose en esto del trail-running hace
falta más visibilidad y más dinero para las mujeres del trail-running. Va a
haber que cortar de raíz, porque de otra forma la dinámica perversa se retroalimenta.
Es el efecto Mateo que conocen bien quienes se dedican a la economía: es más
fácil para el rico hacer dinero, de manera que el pobre se hace más pobre.
Apostemos por la mujer y, con el tiempo, esa competitividad y esa expectación
llegarán.
CONCLUSIÓN
Hombres y mujeres somos biológicamente diferentes, pero iguales en derechos y oportunidades. No obstante, la proporción de mujeres en carreras de montaña es todavía del 20%, lejos del 50% que representan en la población del mundo. ¿Por qué? Faltan referentes, falta que las niñas crezcan soñando con ser la nueva Azara, la nueva Ragna, la nueva Fernanda. Sobran estereotipos, sobra que sigamos pensando que hay cosas de hombres y cosas de mujeres. Las diferencias biológicas nos harán afrontar una carrera de manera algo distinta, sí, pero, sin lugar a dudas, con el mismo nivel de esfuerzo. Y, como el esfuerzo es igual, la recompensa económica debería ser igual, aunque, por el momento, la categoría femenina tenga menor interés mediático. Pero es que, si invertimos ahora en visibilidad y en buenos contratos, la competitividad y el hype vendrán rodados. Se trata, pues, de revertir la dinámica, de forzar un poco las cosas al inicio para que tomen su cauce natural: ese 50/50. Hombre, mujer. Diferentes en biología, iguales en su papel en la sociedad.
Corresendas, espero que te haya gustado. Si es así, te pido
humildemente que te suscribas, comentas y/o compartas. Mil gracias. También
puedes contactarme por IG en @correrporsenderos todo junto.
Ahora sí, nos encontramos aquí en siete días si no antes por
el monte. A pisar sendas!
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