Episodio 23. Trastornos de la conducta alimentaria en runners. ¿Es realmente un problema?
(Autor: Héctor García Rodicio https://www.instagram.com/correrporsenderos/)
Entrenar, comer, descansar. Con más o menos elementos, según
seas profesional del running o recreacional, ése es el esquema que todo el
mundo aplicamos diariamente. En caso de ser recreacional, hay, por supuesto,
que añadir otros elementos al esquema, como trabajar, hacer las tareas
domésticas o cuidar de otros seres, sean hijos, personas mayores o mascotas.
Pero un elemento que todo el mundo compartimos, además de entrenar y descansar,
es comer. Y es que necesitamos comer. Atendiendo a “la regla del 3” en
supervivencia, somos capaces de soportar tres minutos sin respirar, tres horas
en el frío, tres días sin beber y tres semanas sin comer. Sea o no acertada la
regla, el caso es que, sin comer, antes o después, acabamos pereciendo.
Necesitamos comer. Lo necesitamos, en última instancia, para sobrevivir, pero,
sin ponernos tan dramáticos, lo necesitamos también para rendir en el deporte y
en la vida. Lo sabemos por el episodio 11: la comida es combustible para
funcionar, pero también la materia prima con que se fabrica todo en nuestro
organismo, desde los músculos, los tendones o los huesos, hasta las hormonas,
neurotransmisores o las células del sistema inmunitario, pasando por los
órganos, como el corazón y el cerebro. Lo digo una vez más: necesitamos comer.
A pesar de su importancia vital, comer es un problema para
mucha gente. Son los TCAs: los trastornos de la conducta alimentaria. Anorexia,
bulimia, atracones. Hoy toca ponernos algo más serios para abordar esta
cuestión: los TCAs en trail running, ¿son verdaderamente un problema? Os puedo
adelantar que los TCAs o, aunque no constituyan una categoría clínica, las
relaciones extrañas con la comida, son más frecuentes entre la población
deportista. Y no es casualidad: en muchas disciplinas, running incluido, el
peso corporal tiene impacto directo en el rendimiento. En concreto, el peso
corporal es uno de los factores determinantes de la economía de carrera, como
veremos en el episodio 26. Más flaco, más rápido. Es una lógica muy sólida. Lo
que pasa es que, rebasado un punto, la lógica se invierte: la obsesión por el
peso y las conductas alimentarias disfuncionales acabarán machando tu cuerpo,
que rendirá cada vez menos y menos, y el correr por montaña se convertirá en un
mero medio para quemar calorías y dejarás de amarlo y ya nada tendrá sentido…
Un bucle muy peligroso.
Hoy, lo he advertido ya, toca ponerse serios: vamos a hablar
sin alarmismos, pero sin tapujos, sobre los TCAs. La tabla de contenidos del
episodio es la siguiente. Primero, veremos qué son exactamente los TCAs.
Después, analizaremos si son o no más prevalentes entre la población deportista
y, en particular, en la comunidad runner. Tercero, veremos las consecuencias en
el medio plazo de mantener conductas alimentarias disfuncionales. Por último,
repasaremos algunos tips útiles tanto para la detección como para el manejo de
los TCAs. Por si alguien cree que abordando estas cuestiones me estoy saliendo
un poco del tiesto, para su tranquilidad, informo de que soy licenciado y
doctor en psicología y de que, por distintas circunstancias, conozco los TCAs
de primerísima mano.
Hechas las aclaraciones
pertinentes: sin más dilación, vamos al turrón.
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El manual estadístico
diagnóstico o DSM, por sus siglas en inglés, es el sistema de clasificación de
trastornos mentales de referencia en todo el mundo. El DSM establece qué
situaciones constituyen un trastorno y qué requisitos exactamente deben darse
para poder recibir el diagnóstico correspondiente. En materia de conducta
alimentaria, el DSM identifica hasta seis trastornos. Pero nos interesan sólo
los tres más frecuentes y uno más no recogido en el manual: anorexia, bulimia,
trastorno por atracón y ortorexia.
Anorexia. En la anorexia la persona persigue el déficit energético,
meter menos calorías que las que gasta. Esto lo consigue principalmente por la
vía de la restricción: comer muy poquito o no comer. Complementariamente está
la vía purgativa: provocarse el vómito o utilizar laxantes. Según la persona o
la etapa en que se encuentre, podrá haber restricción, ayuno total, purga o una
mezcla de todo eso en distintas proporciones. Respecto a la restricción, cuando
he dicho “comer muy poquito” me estoy refiriendo a meter menos de 500kcal/día.
Por ejemplo, el menú de un día puede ser: una pieza de fruta para desayunar,
una ensalada sin aliño como comida principal y otra fruta para cenar. Punto.
Esa baja ingesta calórica está motivada por una preocupación excesiva por el
cuerpo, un miedo terrible a ganar peso y una acusada distorsión de la imagen
corporal. Y esa escasa ingesta, lógicamente, va a producir una marcada pérdida
de peso, de modo que la anorexia, antes o después, se hace manifiesta.
Bulimia. La persona con bulimia persigue mantener un balance
energético, gastar tantas calorías como las que entran. El problema es que esta
persona no hace comidas normales sino atracones súper calóricos. En
consecuencia, ha de desplegar estrategias compensatorias, principalmente,
ejercicio físico masivo, pero también ayuno, vómito y/o laxantes. Un sólo
atracón puede equivaler a las calorías correspondientes a la ingesta total
normal de tres días. O sea, estamos hablando de 4000-6000 calorías de una
sentada. Traducido en comida, puede tratarse de cuatro pizzas tamaño familiar o
cuatro tarrinas de helado haagen-dazs de litro o todo eso junto. Quemar 6000
calorías puede requerir 8h de actividad intensa y, quizás, también un día
entero de ayuno, cosas poco compatibles con una vida normal. Como en la
anorexia, en la bulimia hay preocupación excesiva por el cuerpo y miedo a ganar
peso. A diferencia de la anorexia, aquí no hay pérdida de peso marcada sino
fluctuaciones rápidas o, a la larga, ganancia de peso, debido al volumen de las
ingestas y a la incapacidad para sostener estrategias compensatorias
proporcionales.
Trastorno por atracón. La persona con este trastorno realiza con
cierta frecuencia los atracones que ya hemos descrito en la bulimia, pero, en
este caso, no van acompañados de conducta compensatoria. Como consecuencia de
ello, lo probable es que la persona acabe ganando peso tarde o temprano.
Entonces el trastorno se hace evidente, como en la anorexia. Respecto a los
atracones, algo que no dijimos al describir la bulimia es la manera como los
experimenta la persona. Durante el atracón, hay una sensación de pérdida de
control y, al acabar, hay sentimiento de culpa y vergüenza, además de un
tremendo dolor de estómago de lo más desagradable. Aparte, como es de suponer
por el sentimiento de vergüenza, los atracones se realizan a solas.
Resumiendo. La
anorexia es comer poco o nada. La bulimia es hacer comidas gigantes, que debes
compensar con volúmenes también gigantes de ejercicio y ayuno. En ambos casos,
hay preocupación por el cuerpo y miedo a engordar. El trastorno por atracón es
hacer comidas gigantes de vez en cuando y sin compensación posterior.
Interacciones. Por
último, hay que señalar que no es infrecuente que la persona vaya transitando de
un trastorno a otro, componiendo una larga y complicada historia de años de
mala relación con la comida. En concreto, no es raro que la persona empiece con
anorexia, pase a bulimia y acabe con trastorno por atracón. Lo explico.
Lo bueno de la restricción calórica de la anorexia es que
funciona: come 500kcal/día y verás cómo pierdes peso a ritmo de 2-3kg/semana.
En tres semanas ya ves costillas y pómulos bien marcados en el espejo. Lo malo
de la restricción calórica es el hambre. El hambre gana, será más lento o más
rápido, pero es una fuerza imparable. Cuando tienes frío y tiritona permanente,
ojeras e irritabilidad de no dormir, la motivación y el deseo sexual por los
suelos y estás pensando en comida 24/7, el hambre gana.
Y entonces comes. Y comes lo que no has comido en seis
meses. Y te lo comes de una sola sentada. Pero, horror, ¿dónde están mis
costillas y mis abdominales? Hay que arreglar esto como sea. ¿Cómo? Me voy a
correr una maratón por montaña y no comeré nada en dos días. ¿Resultado? Bien,
hemos apagado el fuego, hemos resuelto el conflicto internacional, naufragio
neutralizado: mis pómulos y costillas marcadas están de vuelta. Una vez más, lo
bueno del ejercicio físico compensatorio y los ayunos de la bulimia es que
funcionan. Lo malo, una vez más también, es que ese régimen es insostenible.
¿Dónde encajas tú actividades de 6h por la montaña en una semana laboral?
¿Cuánto puedes aguantar haciendo ayuno total en días alternos? Porque los días
de ayuno también hay que levantarse, ir a currar, mantener reuniones, barrer la
casa... Lo de distraer al estómago tomando tés con una gotita de canela vale
para un día puntual, pero poco más. Vaya, que, en el medio plazo, tu ritmo de
vida se impone y las estrategias compensatorias de la bulimia se hacen impracticables.
Y entonces llegas a la fase III: atracones sin conducta
compensatoria. Tras meses o años de obsesión por engordar, de contar todas y
cada una de las calorías y de pasar muuucho hambre y otros tantos meses o años
de tener ese látigo en tu interior que te persigue y te obliga a correr durante
horas y horas y volver a correr terminada la primera actividad y a guardar
estrictos ayunos como castigo, porque eres un desecho y no mereces otra cosa,
porque no has sabido controlarte, porque eres débil y te debería dar vergüenza
todo lo que has comido, pues tu cuerpo y tu cabeza dicen “hasta aquí”. “Basta
ya”. “Modo avión”. “Déjanos en paz”. Y mantienes los atracones, pero ya sin
fuerzas para realizar toda la labor compensatoria correspondiente. Y engordas.
Engordas al ritmo que, al comienzo de toda esta película de terror,
adelgazabas: 2-3kg/semana. En tres semanas te has puesto como una foca y el
fruto de todos esos años de privación y de castigo se ha desvanecido, haciendo
que aquellos pómulos, costillas y abdominales marcados sean ya sólo como un
sueño.
Ortorexia. Antes
de cerrar este apartado, nos queda hablar de otro trastorno, en este caso, no
oficial porque no lo contempla el DSM: la ortorexia. La persona con ortorexia
persigue comer sólo aquellos alimentos que considera buenos y alejarse de los
que considera malos como si fueran la peste. Hay, pues, una obsesión por la
comida y por la salud, que, irónicamente, deriva en un comportamiento insano.
La persona con ortorexia puede pensar, por ejemplo, que la comida real es la
única y sagrada vía para nutrirse y cargarse de energías y que cualquier otro
producto, por mínimo procesado que conlleve, es veneno. Para esta persona
acabar una salida por el monte en grupo en el bar del pueblo con unas cervezas,
ración de croquetas para compartir y bocadillo de calamares como plato
principal, es poco menos que el infierno en vida. Es una pesadilla de la que va
a intentar escapar como sea y, de no poder zafarse, estar arrepintiéndose y
fustigándose los tres días posteriores a tamaño pecado mortal.
¿SON LOS PROBLEMAS DE CONDUCTA ALIMENTARIA MÁS FRECUENTES EN
RUNNING?
Respuesta rápida: sí. Pero hay que desgranar lo que
significa esto. Para empezar, si tomamos los TCAs en conjunto, es decir, los
seis reconocidos en el DSM (entre los que están anorexia, bulimia y trastorno
por atracón), tienen una prevalencia del 5% en la población general. En la
población deportista general, sin especificar disciplinas, la proporción de
personas con TCAs pasa a un 20%; o sea, se multiplica por cuatro, respecto a la
población general. Pongámoslo en perspectiva: una de cada 20 personas en el
mundo tiene un TCA, una de cada cinco personas deportistas tiene un TCA. Pero
es que, además, estas cifras no separan disciplinas deportivas ni separan
hombres y mujeres ni consideran problemas con la comida que no tengan categoría
diagnóstica.
Hagamos “zoom in”. Hay deportes donde el peso corporal es
irrelevante. Ejemplos son el golf, el tiro con arco o el powerlifting. Hay
deportes donde el peso corporal cuenta. En unos casos, como el culturismo o la
danza, por una cuestión estética. En otros, como la halterofilia o el boxeo,
por cuestión de categorías. En otros, como el running, el ciclismo o la
escalada, por cuestión biomecánica: menor peso corporal, mayor rendimiento. En
los deportes donde el peso cuenta, la tasa de TCAs es significativamente mayor.
En running y deportes de resistencia, en particular, la prevalencia pasa a un
25%. O sea, hablamos ya de una persona de cada cuatro. Y, si consideramos sólo
mujeres deportistas en disciplinas donde el peso corporal cuenta, se han
encontrado prevalencias de hasta el 45%. O sea, hablaríamos ya de una atleta de
cada tres con TCA. Pero es que, aparte, todas estas cifras están indicando
presencia de TCAs oficiales, los reconocidos por el DSM y que cumplen todos los
criterios diagnósticos. No estarían contemplados los problemas como la
ortorexia, un ayuno intermitente inflexible, miedo a engordar o intensificar la
actividad física al menor superávit calórico. No sé hasta dónde pueden llegar
las prevalencias de estas malas relaciones con la comida… Quizás no tanto en el
ámbito del running, pero sí en el del fitness, estoy seguro de que es
aplastante la mayoría de personas que tiene miedo a los carbohidratos o a las
legumbres, los cereales y los lácteos.
Que la proporción de personas con problemas con la comida
sea mayor en la población deportista que en la general, no sólo se debe a que
el peso corporal tenga influencia en el rendimiento deportivo. Ocurre, además,
que las personas deportistas suelen ser personas autoexigentes, autocríticas y
disciplinadas. Si nos han prescrito seis series de 3’ en cuesta, pues nosotros
hacemos siete. Si nos han dicho que rodaje de 50’, pues hacemos 60’, que no se
diga. Si nos han mandado día de descanso total, pues salimos en secreto a rodar
suave con la bici un par de horitas. Y, ya puestos, si hay que perder algo de
peso, recortando las calorías de mantenimiento un 15%, pues nos ponemos un
régimen de 800kcal/día. Toma ya. La autoexigencia es un arma de doble filo. La
autoexigencia sirve para soportar estoicamente los días de series, las semanas
de carga y el sufrimiento en competición. Pero, si juegas con el fuego de la
restricción calórica brutal y sostenida, la autoexigencia es la llave para
entrar en la rueda perversa que ya describí y que empieza coqueteando con la
anorexia para terminar en atracones compensados con maratones de ejercicio,
primero, y atracones sin control, después.
En el caso de las mujeres, me atrevo a decir que la
autoexigencia en materia de belleza es mayor. Ya explicamos en el episodio 17
el problema de los estereotipos. Aunque estemos en pleno siglo XXI, aún
persiste la idea de que los chicos han de ser fuertes y las chicas han de ser
guapas. Históricamente hay, por tanto, una mayor presión sobre la mujer para
que, además de rendir en carrera, luzca también bonita dentro de ese top y esas
mallas. Si a esto le añades la cultura de la imagen, la omnipresencia de fotos
de Instagram y vídeos de TikTok, pues el problema se agranda. Todas las
cualidades son relativas, es decir, uno es alto o bajo, rico o pobre, guapo o
feo, según como lo sean los demás. Por ejemplo, yo no soy especialmente alto,
porque mido 1’70 cuando el promedio masculino de los países occidentales es
1’77. Pero yo llegaría a ser un hombre bajito en Dinamarca, donde el promedio
es 1’82. En fin, para saber cómo somos, necesitamos compararnos con los demás.
Y, si nos comparamos con lo que se ve en Instagram, pues tenemos todas las de
perder: allí sólo se muestra (1) la pose donde sales bien, (2) con la
iluminación que esconde defectos y resalta volúmenes y (3) lo que se ha
filtrado, re-filtrado y photoshopeado.
¿QUÉ PASA SI NO PONES REMEDIO A TUS PROBLEMAS CON LA COMIDA?
Los TCAs tienen consecuencias en el corto y medio plazo para
tu cuerpo, tu rendimiento, tu integración social y, en definitiva, tu calidad
de vida. ¿Qué pasa en el corto plazo? Si pierdes peso a costa de una
restricción calórica severa, te faltará energía. Además, dormirás peor, de manera
que recuperarás peor y, además, estarás más irascible y con la cabeza más
cargada. Esto tiene impacto directo en el rendimiento: los entrenos saldrán
peor y las competiciones, pues también.
¿Qué pasa en el medio plazo? La restricción calórica severa
y sostenida te joderá el cuerpo, así de simple. En el caso de la mujer, en
particular, en poco tiempo le alcanzarán la amenorrea y la osteoporosis.
Hombres y mujeres, además, verán cómo, no sólo el rendimiento decae, la
frecuencia de lesiones o infecciones crece. Si para ese déficit calórico
necesitamos recurrir a vómitos o laxantes, aparecen otros problemas. Los
vómitos te queman el esófago, los dientes y la piel de la mano con la que los
provocas. Los laxantes, además de no servir para nada (porque actúan sobre el
colon, cuando todas las calorías se han absorbido ya), alteran la motilidad
intestinal, haciendo que ya no podamos hacer de vientre sin la ayuda de
mecanismos artificiales.
Y ¿qué hay de los atracones y las conductas compensatorias?
En el corto plazo, muy en el corto plazo, la bulimia es sostenible. Te pegas un
atracón a pizzas Domino’s y te pegas una maratón por montaña y un ayuno de dos
días para bajarlo. Pero eso no encaja en ninguna rutina de vida, aunque seas
deportista profesional. En el medio plazo, esos atracones te harán ganar peso
y, además, en forma de tejido graso: una vez el glucógeno esté relleno y los
requerimientos proteicos de la regeneración muscular estén satisfechos, el
resto de lo que metes es carbohidrato y grasa directos a la barriga o las
caderas, según seas hombre o mujer, y alrededor de las vísceras. El tejido
graso no es sólo un lastre, es también tejido activo que provoca inflamación
crónica de bajo grado con múltiples e indeseables efectos sobre el organismo…
En fin, no sólo es que te ves peor en el espejo, es que estás peor.
Para rematar, se trate de anorexia, atracones o maratones de
ejercicio para compensar excesos calóricos, son todas ellas situaciones
incompatibles con las relaciones sociales. La persona que se alimenta a base de
una manzana y una ensalada sin aliñar no puede ir a un acto social, mucho menos
a un training camp. La persona que trabaja de 7 a 15h y tiene familia y
responsabilidades no puede ocultar siempre sus atracones ni mucho menos meterse
tiradas de 6h por el monte día sí, día no, para compensarlos. La persona con
TCA está condenada al aislamiento, que no hará sino reforzar esos
comportamientos disfuncionales, como un intento inútil de poner algo de orden
en su vida.
Y ¿qué hay de la ortorexia en el running? Pues, primero, si
pretendes hacer alta intensidad con dieta cetogénica, sin meter un sólo gramo
de carbohidrato, no podrás alcanzar dicha intensidad. Y, dos, si metes carbohidrato,
pero sólo de fuentes estrictamente naturales, será imposible alcanzar los
requirimientos propios de la actividad de resistencia.
En conclusión, los TCAs arruinan tu rendimiento en el corto
plazo, te joden el cuerpo en el medio plazo y, a la larga, te conducen al
aislamiento social, lo que acaba por darle la puntilla a tu calidad de vida,
reducida ya a un cero como un rosco. Y, sin ánimo sensacionalista, hay que
decir también que la anorexia severa es el segundo trastorno mental con más
resultado de muerte después del abuso de sustancias, como heroína o alcohol.
¿PODEMOS HACER ALGO PARA CORREGIR ESTA SITUACIÓN?
Ya sabemos que los TCAs y, en general, la relación insana
con la comida, son muy jodidos. Lo ideal sería saber cómo detectarlos en
nuestro entorno, si son otras personas quienes lo sufren, o saber cómo salir
del bucle, en el caso de estar sufriéndolo en primera persona. Voy a intentar
dar algunas claves para la detección y para el manejo, pero siendo 100%
consciente de un obstáculo difícilmente salvable: la persona que lo sufre no va
a cambiar su patrón de pensamiento por mucho que alguien intente hacerle
razonar o, incluso, por mucho que ya esté experimentando un deterioro claro en
su salud.
En cuanto a la detección en nuestro entorno, hay varios
signos. Uno evidente son los cambios rápidos de peso, tanto para abajo como
para arriba. Otro algo más sutil es que la persona evite por todos los medios
compartir comidas con más gente y cualquier acto social que implique consumo de
bebida o comida. Otro más sutil aún es que se muestre muy inflexible en materia
de alimentación, que se manifieste en contra de ciertos alimentos o patrones
alimenticios, como, por ejemplo, el consumo de pan o pasta.
En cuanto a cómo actuar con esa persona, si la hemos detectado
ya, en mi opinión, el margen de maniobra es pequeño. Esa persona, en el fondo,
sabe que lo que está haciendo no está bien y que va a terminar muy mal y que
ese final va a llegar más pronto que tarde. Esa persona no sólo es
autoexigente, con toda probabilidad es también una persona inteligente. De
hecho, estoy seguro de que sabe calcular calorías en segundos o estimar el tipo
y duración de la actividad física necesaria para compensarlas. Esa persona sabe
más de alimentación, de metabolismo y de nutrición que tú, aunque seas
dietista-nutricionista. Sermonear no va a servir más que para perder su
confianza en nosotros. Lo único que podemos hacer es, creo yo, aceptar su
actitud, no juzgar ni intentar persuadir. Es la única manera de que no se aleje
de nosotros, cosa que, de ocurrir, agravará estas conductas, pues en soledad
tiene vía libre para hacer estas locuras sin necesidad de disimulos, excusas,
mentiras o secretos. Sólo podemos estar ahí, a las duras y a las maduras. Y,
por supuesto, si se abre a hablar sobre la cuestión, escuchar con las orejas
bien abiertas y, de nuevo, sin juzgar ni sermonear.
En cuanto al manejo, si lo sufres en tus carnes, pues sólo
puedo decirte (si me oyes y me escuchas, que ojalá así sea) que, la liberación
que experimentas al salir del yugo de los TCAs es descomunal. Es como quitarte
un camión de 25 toneladas de encima. Es liberar espacio en tu memoria RAM, para
pensar en cosas importantes de verdad, como disfrutar del momento y de la gente
que tienes al lado, en lugar de estar haciendo sumas, multiplicaciones y
divisiones.
CONCLUSIÓN
Comer es cosa seria. Necesitamos comer para vivir y eso
incluye correr por montaña, trabajar, relacionarnos y realizarnos. Comer para
vivir con todas las letras, en el más amplio de los sentidos. Vivir en
mayúsculas, subrayado y negrita. Pero somos personas inteligentes, autocríticas
y autoexigentes y eso, que en principio sólo puede traer cosas buenas, se puede
volver en tu contra cuando jugamos en el filo del balance energético y de la
preocupación por nuestro aspecto físico. ¿A quién no le gusta ver que, quitando
un par de kilitos, te mueves más suelto por el monte? O ¿a quién no le gusta
escuchar: “qué bien te veo”, “has bajado peso, ¿verdad?”, “qué bien te sienta”?
Coquetear con la anorexia es muy agradecido en las primeras semanas y meses. Y
ahí está la trampa: quedarás enganchado y la rueda habrá ganado la inercia
necesaria para seguir rodando hacia la bulimia, los consabidos atracones y sus
respectivos maratones de actividad física y la permanente obsesión por las
calorías y tener la mente abarrotada de sumas, multiplicaciones y divisiones…
Y, al final, haber engordado, perdido salud y perdido relaciones. Siento
pintarlo tan negro, pero no sé si el asunto se puede descafeinar. Si lo estás sufriendo
en primera persona, no creo que hayas reproducido este episodio y, si lo has
hecho, no habrás escuchado. Si has detectado un TCA en tu entorno, ojalá este
humilde episodio haya servido para que entiendas lo que esa persona está
pasando y entiendas que no debes juzgarla ni intentar persuadirla, porque la
perderás. Esa persona va a pasar su proceso, esta mierda de proceso, y va a
necesitar que estés ahí, en silencio, con las orejas bien dispuestas a escuchar
y las manos dispuestas a ayudar, si algún día se atreviese a pedirlo (lo que
sería una estupenda señal, por cierto).
Nada más por hoy, que no es poco. Me ha salido un episodio
denso y áspero. Pero espero que útil, al menos. Si es así, agradezco que te
suscribas, comentes y/o compartas.
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Nos encontramos aquí en
siete días, si no antes por el monte. A pisar sendas, nutrirte como tu cuerpo
necesita, descansar y repetir.
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