Episodio 30. Compartiendo el sendero. ¿Trail running con perros?

(Autor: Héctor García Rodicio https://www.instagram.com/correrporsenderos/)

¿Tienes perros? Si eres amante de la naturaleza (y, si estás escuchando este podcast, apuesto a que lo eres), es probable que tengas uno o dos perretes. Y, si los tienes y te gusta correr (otra cosa también harto probable, siendo escuchante de este podcast), quizás te has planteado salir al monte a correr con ellos o, tal vez, lo estás haciendo ya y te preguntas si es o no una buena idea. En este episodio voy a intentar identificar los pros y contras de compartir senderos con nuestros amigos peludos y, con suerte, encontrar el formato que podría ser más saludable para todas las partes implicadas. Si no te gustan los perros, te animo a quedarte igualmente: antes de entrar en la cuestión principal, correr con perros por el monte, vamos a ver qué clase de animales son estos fascinantes cuadrúpedos y, de paso, aprender sobre nuestra propia biología como sapiens y sobre nuestra historia.

Más concretamente, el guión para hoy es éste. Primera cuestión, ¿Quiénes son los perros? Segundo, ¿Por qué se comunican con nosotros? Tercero, ¿Es buena idea correr con ellos por la montaña? Y, por último, ¿Cómo aprovechar los beneficios de compartir senderos con nuestros amigos peludos sin correr los riesgos? Si te interesa alguna cuestión en particular, puedes ir directamente a ella y obviar el resto. Las encontrarás en los minutos 3, 10, 15 y 20, respectivamente.

Como ves, hoy tenemos cuerda para rato: vamos a hablar de biología, antropología, fisiología y trail running. Y todo por el precio de uno, o séase, gratis. El saber no ocupa lugar, pero nunca sabes cuándo lo podrás necesitar: por eso, todo conocimiento es bienvenido. Así pues y, sin más dilación, vamos al turrón.

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¿QUIÉNES SON LOS PERROS?

El perro es un animal muy especial. Es más, el perro es un caso único en la biología, como enseguida explicaré. No en vano, hay 500 millones de perros en el mundo, hay uno en uno de cada tres hogares españoles, existen más de 300 razas reconocidas y nos acompañan desde hace más de 20.000 años, antes incluso que la agricultura y la ganadería y mucho antes del comercio y la industria. Y hasta hay toda una colección de estatuas en homenaje a los perros por todo el mundo, incluyendo la de Hachiko en la estación Shibuya de Tokio o la de Puppy a la puerta del Guggenheim de Bilbao. Pero, ¿por qué este fanatismo por el perro? Como vamos a entender en un momento, el perro cuenta con unas cualidades físicas portentosas y, más importante, con una inteligencia social sin parangón en todo el reino animal, chimpancés inclusive.

¿Cuáles son esas cualidades físicas? El canis lupus familiaris, más conocido como perro, tiene múltiples capacidades, que además ha desarrollado hasta niveles de récord. Es rápido, resistente, ágil, potente y fuerte; y, por supuesto, tiene un olfato sublime.

Es rápido. El top cinco de los animales terrestres más rápidos lo componen los felinos (como el guepardo), los antílopes (como la gacela), el caballo, la liebre y los cánidos (como el coyote, la hiena o, en un lugar destacado, el galgo). Cualquier perro puede alcanzar los 40 ó 50 km/h. No está nada mal: adelantarían a un repartidor en scooter. Pero el galgo, atención, llega a los 72 km/h, superando incluso al caballo. ¡Tienes un avión a reacción en tu salón!

Es resistente. La carrera Iditarod cruza Alaska de cabo a rabo. Recorre más de 1500 kilómetros de sur a norte, conectando las ciudades de Anchorage y Nome. Los y las participante en la carrera realizan el recorrido en trineos tirados por 16 perros huskies y otras razas nórdicas. Los perros corren más de 100 kilómetros al día durante dos semanas sin interrupción y manteniendo velocidades de unos 20 km/h. Lo hacen enfrentando ventiscas, frío, nieve y terreno irregular y resbaladizo. Y no sólo conservan el aliento, ¡también la sonrisa!

Es ágil. Si alguna vez has visto una prueba de agility, habrás podido constatar la versatilidad del perro. Suben rampas inclinadas, caminan sobre listones estrechos, atraviesan tuberías, cruzan hileras de estacas en slalom y saltan a través de aros. Lo hacen a la velocidad del rayo, con la precisión de un reloj suizo y con la elegancia de una bailarina. Y ¡siempre quieren más!

El perro es potente. Consideremos la prueba de salto vertical. Existen competiciones con perros de presa (que son perros muy musculosos) en las que se les plantean varias pruebas. En una de ellas se coloca un objeto en lo alto de un muro para que el perro lo alcance. Se les permite tomar una carrerilla de apenas un par de metros. A la de tres, esprintan hasta la base del muro y pegan un bote tremendo para trincar el objeto. ¡Alcanzan alturas superiores a los cuatro metros! Son auténticos muelles.

El perro es fuerte. En esas mismas competiciones con perros de presa hay una prueba de arrastre. Se le coloca al perro un arnés enganchado a un coche. El cuidador se coloca frente al perro, a unos metros de distancia. Entonces, simplemente, lo llama para que acuda. El perro tira y tira con ganas y así ¡logra arrastrar los más de 1000 kilos que pesa el susodicho trasto! Lo divertido del asunto es que la única (pero poderosa) motivación del perro es reencontrarse con su cuidador; llevar encima una carga de una tonelada parece no importarle mucho...

Por último, su olfato es sublime, como es bien sabido. Al equipo nacional de rescate del Reino Unido se le ocurrió un experimento: hundir una caja con carne podrida en medio de un lago. El lago mide un kilómetro de largo y medio de ancho. El perro sube a una balsa que va peinando la superficie del lago. En determinado punto, el perro se pone a ladrar excitado. Los técnicos observan entonces el GPS para comprobar si ha acertado. Y sí: ¡ha detectado la caja de carne podrida bajo una capa de 10 metros de agua y barro!

Olfato, velocidad, resistencia, agilidad, fuerza... son todas ellas cualidades magníficas. Pero, lo más extraordinario, porque no hay punto de comparación en todo el mundo animal, es la inteligencia social del perro. A esto dedicamos el siguiente apartado.

¿Sabe el perro comunicarse con nosotros? Las anteriores son capacidades que todo el mundo, sea o no aficionado a los perretes, puede reconocer, especialmente el olfato. Sin embargo, el perro tiene algo que es menos evidente y que solamente quienes conviven con uno han podido advertir: el perro parece saber lo que queremos y lo que necesitamos, el perro parece hablar nuestro mismo idioma. Bien, pues no sólo "lo parece" sino que es así, tal como está poniendo de manifiesto la ciencia más avanzada.

Para empezar, el perro sabe lo que tenemos en la cabeza a partir de nuestros gestos. Un test muy sencillo. Escondes comida en un contenedor opaco e inodoro y lo colocas junto a otros tantos de aspecto idéntico. Así, encontrar el contenedor con premio es una cuestión de mero azar, puesto que se ha bloqueado toda clave sensorial que permita localizarlo. Bien, ahora señala el contenedor bueno con el dedo: el perro elegirá ése sistemáticamente (o sea, lo hará por encima de lo esperable por azar). Y puedes repetir la prueba señalando con la cabeza o con la mirada: el resultado es idéntico. Hay que tener en cuenta que un chimpancé falla miserablemente en esta misma prueba: nuestras señales no significan nada para él y entonces busca aleatoriamente.

Además de saber leernos, el perro se apoya en nosotros cuando necesita ayuda. En este experimento se coloca comida dentro de una caja transparente. En una primera ronda, se prepara el tinglado para que, tirando de una cuerda, el perro pueda acceder a la comida. En una segunda ronda, la cuerda es más corta y resulta imposible sacar la comida. Al menor indicio de bloqueo, el perro busca inmediatamente al humano para obtener ayuda. El chimpancé, en cambio, se queda enredado intentando buscar la solución por cualquier otro medio.

Además de saber leernos y pedirnos ayuda, nuestros compis perrunos también expresan lo que tienen en su cabeza. Se han identificado hasta 19 conductas no-verbales para expresar deseos y estados de ánimo, como colocarse junto a la puerta de casa y mover el rabo, que es un “sácame a pasear” clarísimo. También se ha visto que emiten hasta seis tipos de ladridos específicos (según su intensidad, frecuencia y tono) para expresar distintas emociones. El mismo estudio encontró que los humanos reconocemos los diferentes ladridos con bastante precisión.

En vista de todo lo anterior, el perro no sólo tiene capacidades asombrosas, como su velocidad, su agilidad o su gran olfato, tiene habilidades comunicativas excepcionales. De hecho, estas habilidades son sólo comparables a las del ser humano, pues el chimpancé, que es nuestro pariente más próximo, falla estrepitosamente en las mismas tareas comunicativas. Y esta combinación de atleticismo, por un lado, y capacidad comunicativa, por el otro, es lo que hace posible el repertorio de tareas que sólo un compi peludo puede realizar, incluso hoy, en la era de Internet, los algoritmos, el big data, el 5G, los robots y los drones.

¿Qué cosas sólo un perro puede hacer? Si he contado bien, a día de hoy hay 23 tareas que el perro hace maravillosamente; tanto, que ni la máquina más sofisticada las puede realizar con tanta eficacia y eficiencia. Esto es particularmente llamativo en los tiempos que corren, en que cada vez más robots y algoritmos realizan tareas de forma autónoma; tareas que van desde cosas sencillas, como registrar tu historial de búsqueda en Internet para mostrarte anuncios personalizados, hasta conducir un camión, repartir paquetería o cosechar un campo de varias hectáreas. Empleamos a nuestros cuadrúpedos amigos en labores de pastoreo, de protección del ganado, de detección de drogas y explosivos, de detección de cánceres, hiperglucemias o ataques epilépticos, de guía para personas con discapacidad visual o de terapia en casos de estrés post-traumático, entre muchas otras.

¿POR QUÉ SE COMUNICAN CON NOSOTROS?

Ya hemos aprendido que los perretes (1) leen nuestros comportamientos para deducir lo que pensamos y sentimos, (2) lo hacen como ningún otro animal aparte del hombre, por inteligente que sea, puede hacer y (3) eso hace posible que nos ayuden hasta en 23 tareas distintas, que ni la máquina más cara y aparatosa puede hacer. En resumen, los perros son especialistas en comunicarse con el ser humano. La cuestión ahora es cómo han desarrollado esa especialización. Responder a esta cuestión nos ayudará también a entender nuestra propia naturaleza, pues también somos seres súper-sociales.

Una primera posibilidad es pensar que han heredado sus habilidades sociales del lobo. Los lobos son cazadores sociales, es decir, cazan en grupo. Y esa forma de caza requiere muchísima coordinación. Sin embargo, los lobos son incapaces de resolver la prueba de los contenedores, que vimos antes. Y esto ocurre tanto en lobos salvajes como en lobos criados con humanos desde el nacimiento y conviviendo con el humano 24 horas al día. Estos lobos tampoco buscan ayuda en el humano cuando se ven en apuros.

Otra posible explicación a por qué el perro tiene una habilidad comunicativa tan grande es que la aprenden viviendo con nosotros. A base de observar cómo nos comportamos y de registrar el efecto que tienen determinadas acciones suyas en nosotros, van configurando un repertorio de conductas sociales. Tiene sentido, pero hay dos problemas. En primer lugar, los cachorros que no han tenido contacto con humanos y apenas tienen experiencia en el mundo resuelven los tests tan bien como los perros normales. Por otro lado, los lobos, que tienen una muy buena inteligencia general (o sea, gran capacidad de aprendizaje), fallan en los mismos tests incluso si han convivido con humanos desde su nacimiento.

Si no lo han aprendido de nosotros y no lo han heredado del lobo, ¿de dónde viene la inteligencia social de los perros? En esencia, es fruto de nuestra intervención: fuimos seleccionando y cruzando a los especímenes lobos más comunicativos para dar origen a una especie nueva y única, que es el perro. Este proceso se llama “domesticación” y tuvo lugar en varias fases.

Fase 1: selección natural. Todo animal salvaje desconfía del ser humano. Y hace bien, porque somos potenciales depredadores. Desconfiar se traduce en huir o, llegado el caso, luchar. Miedo y agresividad impiden que haya contacto, y mucho menos convivencia, entre lobos y humanos. Por narices, tuvo que ocurrir que algunos lobos tuvieran un temperamento algo distinto. Algunos especímenes serían, por naturaleza, algo más reservados y más proclives al miedo o la agresión, y otros, más desprendidos, más abiertos a explorar, más amigables. Algunos de éstos son los que se acercaron al humano por primera vez (algo que ocurrió hace unos 20.000 años). Y al acercarse descubrieron que en torno a los asentamientos había desperdicios: carne magra abandonada. Y descubrieron que esos desperdicios les daban de comer sin necesidad de llevar a cabo el arduo proceso de caza. Esos lobos afables, gracias a su apertura a la exploración, adoptaron un nuevo modo de vida: dejaron de ser cazadores para vivir como oportunistas en la periferia de los poblados humanos. Así iniciaron una relación que aún perdura en nuestros días.

Sabemos que esto es posible por cómo es nuestro sistema digestivo y el del lobo. Nuestro sistema digestivo no puede procesar cantidades muy elevadas de proteína. En la era glacial que vivimos hace 20.000 años, la única comida posible era de origen animal; las plantas estaban enterradas bajo nieve y hielo. Las vísceras (lo sabemos por el Ep 15) tienen una alta densidad nutricional, pero la carne magra es proteína pura y dura. Los lobos sí pueden sobrevivir a base de carne magra. Aprovecharían la que abandonábamos por no poder asimilarla. De hecho, los pueblos inuit del ártico, que aún perviven y mantienen su cultura ancestral, consideran la carne magra “comida de perros”.

Fase 2: favorecer la docilidad. El origen de todo, como acabamos de ver, fue casual: unos especímenes de lobo con poco miedo y agresividad probaron a acercarse a nosotros y, de chiripa, descubrieron que era muy cómodo vivir viendo llegar la comida a tu boca en lugar de tener que mover el culo para conseguirla. Nuestro papel en esa fase fue pasivo. Luego pasamos a una fase activa de selección artificial. En algún momento, alguno de los humanos cuyos entornos habían sido colonizados por lobos afables, reparó en el hecho: "hey, mirad qué bichos tan simpáticos hay donde tiramos los desperdicios". Seguramente, por nuestra sociabilidad exacerbada, quisimos adoptarlos como mascotas. Aparte, pronto descubriríamos que eran una ayuda muy útil para vigilar por las noches y para localizar animales vivos o muertos que comer a medias. Lo que hicimos entonces fue seleccionar a los más afables entre los afables. De entre los lobos instalados en la periferia de los poblados, los habría muy afables (simpáticos, súper confiados) y menos afables (afable aún, pero algo arisco). Los humanos espantaríamos a los ariscos, que no nos harían tanta gracia. A los simpáticos los dejaríamos estar. De ese modo, estaríamos propiciando la reproducción de los más afables e impidiendo la de los menos (que estarían condenados a regresar a la vida salvaje). Repitiendo el proceso varias veces, al final obtuvimos especímenes tan simpáticos, que ya constituyeron una especie diferente a la original (que era un lobo desconfiado que huye o lucha, recordemos). Aquellos lobos originales abiertos a explorar son los perros de hoy que nos hablan en nuestro mismo idioma.

¿ES BUENA IDEA CORRER CON PERROS POR EL MONTE?

Vale, ya sabemos que el perro es un animal excepcional, que nuestro compi peludo nos habla y entiende como si nos hubiera parido. Pero la cuestión era si está bien o no correr por montaña con ellos. Para resolver esta cuestión, antes hay que contestar a tres preguntas. ¿Quiere? ¿Puede? ¿Debe?

¿Quiere tu perro correr? Esto va con cada individuo. Como en las personas, habrá perretes a los que les motive correr por correr, otros que sólo correrán detrás de una pelota y otros que ni lo uno ni lo otro. Obviamente, yo no recomendaría forzar a un perro a correr, si no le gusta.

¿Puede tu perro correr? Esto va a depender de tres cosas. (1) Si tiene alguna lesión o malformación previa. (2) Si es de raza de tipo moloso, es decir, las mega-grandes, o si es de morro achatado, que dificulta la respiración. Y (3) si está pasado de peso.

¿Debe tu perro correr? Esto es más complicado. Por supuesto, una primera cosa a tener en cuenta es la temperatura ambiente. Has de saber que la temperatura normal de un perro es de 39º y que, haciendo ejercicio con temperatura ambiental fresca, dicha temperatura corporal sube fácilmente a 41-42º. Hay que tener en cuenta también que están cubiertos por varias capas de pelo y que no pueden sudar, sólo pueden disipar calor de forma poco eficiente a través del jadeo. Por tanto, una temperatura ambiental superior a 20º es una auténtica bomba de relojería para nuestro compi canino, si lo ponemos a realizar actividad física intensa.

Pero lo más importante para determinar si un perro debe correr por el monte o no es su morfología. Como todo cuadrúpedo, los perretes están diseñados para moverse en línea recta. Aparte, en dicho movimiento, las patas traseras actúan como propulsoras y las delanteras, como apoyo. La fuerza motora proviene de la parte trasera. De hecho, su musculatura es mucho mayor detrás que delante. Pero, por la forma del perro, durante la marcha, el mayor peso recae sobre la parte delantera, un 60%, frente al 40% trasero.

Para que este movimiento con tracción trasera sea más eficiente, dando zancadas más amplias, los perros han sacrificado su estabilidad de hombros. No tienen clavícula, como nosotros; en su lugar, tienen un simple cabestrillo de músculos sujetando las patas delanteras. Esto significa que el mayor peso recae sobre la parte más débil. Y aquí viene el problema: al correr, el impacto sobre las patas delanteras es mayor, y al correr cuesta abajo, el impacto se multiplica hasta cuatro veces. El perro está hecho, como vimos, tanto para correr rápido como para correr largo, pero (y esto es lo capital) en llano o en ligero sube-y-baja. No está hecho para saltar repetidamente sobre sus débiles extremidades delanteras, que es justo lo que ocurre en los descensos en trail running. Tampoco está preparado para hacer contorsiones y evitar rocas y raíces en una bajada a tumba abierta.

De hecho, hay bastante evidencia de que la disciplina de Agility, donde los perretes tienen que hacer múltiples saltos y frenadas, es una actividad lesiva para ellos. En un estudio se vio que, en un año competitivo, un 15% de los perros sufría lesiones, mayoritariamente de hombro. En otro estudio, que consideraba la carrera competitiva entera, se vio que hasta un 55% de los perros de Agility sufrían lesiones, parte de las cuales severas e irreversibles. En este estudio se vio, además, que el riesgo de lesión se incrementaba significativamente según la altura de los saltos. Las evidencias también apuntan a que una frecuencia mayor de entrenos y/o competiciones incrementa el riesgo de lesión. Por último, está bien documentada la muerte por extrusión discal por acrobacias, intentando coger un freesbe.

Por tanto, por su morfología, el perro está hecho para caminar, correr o esprintar en línea recta y en plano predominantemente llano. Pero no está diseñado para saltar con fuerza sobre su parte delantera, con poco desarrollo muscular comparado con la trasera y carente de clavícula. Y caer con fuerza sobre la parte delantera es justo lo que pasa al descender una montaña y pasa cientos y miles de veces en un solo descenso.

En fin, tu perro podría querer correr, porque le gusta, y poder correr, porque tiene tamaño medio y no está obeso. Pero quizás no debería correr, si abusamos de largos y repetidos descensos, porque eso supone una sobrecarga brutal sobre un tren delantero precario, diseñado para transmitir la tracción trasera, no para absorber frenadas bruscas. Y, por supuesto, jamás debería correr, si se trata de veranos calurosos y montes sin sombra.

Aparte de lo que conviene a tu perro, también hay que preguntarse lo que conviene al entorno. Me explico. En el monte suele haber ganado: vacas, caballos, ovejas y cabras. Los primeros, vacas y caballos, se cuidan solos; pero ovejas y cabras son vulnerables y suelen estar guardadas por mastines. Puedes tener problemas porque tus perros asusten o agredan a ovejas y cabras (y lo digo por experiencia propia) o porque los mastines asusten o agredan a tus perros (y lo digo también con conocimiento de causa). En el monte también hay otros senderistas y trail runners y, quizás, también compartiendo trote con sus amigos peludos. Puedes tener problemas porque tus perros asusten o agredan a otras personas o perros o porque esas personas y perros asusten o agredan a los tuyos. Y hay que considerar que todos estos potenciales conflictos se dan en el contexto del trail running: es decir, has de manejar estas situaciones mientras pretendes correr a buena velocidad… Como ves, un rollo bastante morrocotudo.

¿CÓMO APROVECHAR LOS BENEFICIOS SIN CORRER LOS RIESGOS?

Si tienes perro y te gusta la montaña, la verdad es que poder aunar ambas pasiones es una delicia. Pero, por lo que he explicado, compartir sendero a través del trail running quizás no sea lo mejor… Una solución es optar por el senderismo: caminar en lugar de correr y evitar desniveles grandes para proteger su tren delantero de la sobrecarga de los descensos vertiginosos. Aparte, como la actividad es más tranquila, si aparecen potenciales conflictos, como ovejas y mastines, se pueden manejar con la calma necesaria.

Otra solución es el canicross, que confieso que no he probado. En el canicross se corre por senderos también, pero sin apenas desnivel, sólo con los toboganes propios del campo a través. Y, aunque hay carreras de larga distancia, lo que abunda son los formatos sprint con recorridos de 5-7 kms. Y, en todo caso, se convocan a primerísima hora de la mañana y en otoño-invierno para evitar altas temperaturas. En un estudio se vio que los perros regresaban a niveles basales de temperatura corporal e indicadores de estrés oxidativo a las 24h tras un canicross de 5k y con temperatura ambiente de 13°.

Personalmente, después de haber probado a correr por la montaña con mis fieras de 25 y 40kg, haber visto cómo iban ligeros en los ascensos, pero con notable sufrimiento en los descensos, haber tenido que pagar los costes de una oveja muerta, haber tenido que dar rodeos gigantescos para evitar mastines trabajando y haber tenido al grande de 40kg al borde de la deshidratación y el colapso por un bochorno infernal no previsto en el parte meteorológico, me he cambiado al senderismo. Con ellos comparto sendero, sí, pero caminando de tranqui, yo pensando en mis movidas y ellos olfateando aquí y allá a discreción. Luego me voy a hacer mi trail running con el foco puesto nada más que en disfrutar de moverme rápido por la montaña.

CONCLUSIÓN

Quizás no eras muy fan de los perretes, pero no me negarás que la suya es una historia fascinante. Se acercaron a nosotros como lobos dóciles, aprovechando que los sapiens desechábamos el exceso de carne magra, que ellos sí podían digerir. Y, por selección de los dóciles entre los dóciles, acabaron convertidos en perros que hablan nuestro mismo idioma. Ahora ya sabes también que, si bien cuentan con unas prestaciones aeróbicas indiscutibles, su capacidad para soportar el calor y, sobre todo, la capacidad de su tren delantero para absorber impactos son muy exiguas y, por tanto, hacen que el correr por montaña sea poco compatible con su fisiología. Si puedes garantizar que no pasa muchos calores, que no ha de afrontar bajadas fuertes y repetidas y que guarda días suficientes de recuperación, supongo que hacer trail running con tu compi peludo no es ningún problema y sí una oportunidad más para vivir experiencias juntos y disfrutar el uno del otro. Lo más seguro, por supuesto, es cambiar el correr por el caminar y la montaña por el bosque o la playa. Sea un formato o el otro, se trata de compartir el sendero.

Corrsendas, espero que hayas aprendido y disfrutado a partes iguales. Si es así, agradezco que te suscribas, comentes y/o compartas. También me puedes seguir en IG. CorrerPorSenderos, todo junto.

Nos encontramos aquí en siete días, si no antes por los senderos con o sin perros. A pisar sendas!

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