Episodio 33. Todo sobre la grasa. Metabolismo, FatMax, dieta cetogénica, MCTs y tejido adiposo marrón.
(Autor: Héctor García Rodicio https://www.instagram.com/correrporsenderos/)
La grasa está de moda. Dieta baja en grasa, por aquí, trucos
quema-grasa, por allá, dieta alta en grasa, más por allá, y la moda de los
MCTs, para rematar. Una cosa más puntera todavía es el nuevo valor fisiológico
estrella: el vo2max ya pasó, es el turno del FatMax. Y ya el triple salto
mortal es la grasa parda o tejido adiposo marrón. ¿Cómo te quedas? De un modo u
otro, pues, la grasa está en boca de todo el mundo (bueno, también debajo de tu
piel, pero eso lo desarrollaremos en un momento).
Queremos quemar grasa, primero, para adelgazar y queremos
quemar grasa, aparte, para producir más energía y así aguantar corriendo a buen
ritmo distancias más y más largas. La dieta cetogénica, alta en grasa y muy
baja en carbohidrato, según parece, promueve lo primero, adelgazar, pero lo
segundo, el rendimiento en resistencia, no está tan claro. Y luego hay que
hablar de los MCTs: los triglicéridos de cadena media; éstos también ayudarían
a perder grasa corporal y, además, incrementarían la producción de energía, el FatMax,
sosteniendo la actividad de resistencia sin generar lactato y preservando los
preciados depósitos de glucógeno. La grasa parda, por su parte, es el tejido milagroso
que sirve para calentar el cuerpo y, atención, quemando tejido graso para
conseguirlo; es decir, es la grasa quema-grasa.
Bien, muy bonito todo, pero ¿cuánto de esto es cierto?
¿Dónde está el mito y dónde la realidad en este mejunje de afirmaciones? Como
de costumbre, vamos a tener que profundizar en la fisiología y en la evidencia
científica para ordenar un poco este caos de click baits. Vamos a ver (1) cómo
metabolizamos las grasas, esto es, cómo las almacenamos en el cuerpo y cómo las
usamos para producir energía, (2) el concepto de FatMax, es decir, la intensidad
del ejercicio a la que logramos poner la maquinaria oxidativa a trabajar a su
tope y por qué es importante conocer este valor, (3) los beneficios y
perjuicios de una dieta cetogénica en deporte de resistencia, (4) los
beneficios de los MCTs, si es que los tienen, y (5) qué es eso de la grasa
parda o tejido adiposo marrón. Hecho ese repaso por la fisiología, podremos
extraer lecciones prácticas y saber, por fin, si merece la pena decir adiós al
arroz y la patata y decir hola al aguacate, la mantequilla y los huevos y, muy
en especial, a los MCTs, como el aceite de coco, y si hay que hacer algo súper
retorcido para mejorar nuestro FatMax o para desarrollar nuestro tejido adiposo
marrón. Os adelanto, como viene siendo habitual, que, si bien descubriremos
algún tip interesante, el fuego y la rueda ya están inventados; vamos, que
nadie espere píldoras mágicas, porque ya sabemos que no existen en el complejo
y maravilloso mundo del cuerpo humano y su rendimiento.
No me enrollo, que tenemos nada menos que cinco cuestiones
que resolver. Sin más dilación, vamos al turrón.
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METABOLISMO DE LAS GRASAS
El metabolismo hace referencia a los procesos de producción
de energía para funcionar, lo que incluye respirar, mantener la temperatura
corporal dentro de unos rangos, mover el culo del sofá o exprimirse el cerebro,
tratando de escuchar atentamente un podcast, entre otras cosas. Las células del
cuerpo y, más en concreto, un orgánulo con que cuentan llamado mitocondria (al
que dedicamos el episodio 21), utilizan diferentes sustratos, como los ácidos grasos,
y oxígeno para generar esa energía. Esos sustratos provienen, en última
instancia, de lo que comemos. Si acabamos de comer, los nutrientes pasan al
torrente sanguíneo y, de ahí, a las células para la susodicha producción de
energía. Cuando las demandas energéticas son satisfechas, los nutrientes
sobrantes se guardan en distintos depósitos repartidos por el cuerpo. Uno de
los nutrientes es la glucosa, cuyos sobrantes, en una pequeña parte, irán a
parar a los depósitos de glucógeno, que se encuentran en el hígado y, más
todavía, en los músculos. La mayoría de los nutrientes no empleados
inmediatamente para la producción de energía, sean carbohidratos, grasas,
proteínas o alcohol, irán a parar al tejido adiposo. El tejido adiposo está,
sobre todo, bajo la piel: es lo que se conoce como grasa subcutánea. Si tienes
unos músculos sanos, también hay pequeñas reservas de grasa en su interior: la
grasa intramuscular, que son las vetas blancas que habrás visto en el jamón o
el lomo ibérico de bellota (es decir, el que se hace con carne de cerdos de
raza ibérica, que se han movido libremente por la dehesa). Si pasaras mucho
tiempo en superávit calórico, es decir, comiendo más de lo que toca (cosa que
explicamos más a fondo en el episodio 11), también tendrías grasa abdominal y
visceral, cosa que ya debería preocuparte por su asociación con enfermedad
cardiovascular. Sea el de un sitio u otro, ese tejido graso está compuesto por
adipocitos. Y, en los adipocitos, la grasa se almacena en forma de
triglicéridos, es decir, tres ácidos grasos y una molécula de glicerol.
Si no has comido en horas, tu cuerpo necesita igualmente
emplear nutrientes para generar energía, más cuanto mayor sea el nivel de
actividad. Si estás sentado en el sofá haciendo scroll down en Instagram,
necesitas energía; ya lo dijimos, hay que respirar, regular la temperatura
corporal, hacer la digestión, etc. Si estás corriendo por el monte, por
descontado, necesitas más energía aún. ¿De dónde salen esos nutrientes, si no
es de lo que acabas de comer? Pues de las reservas del cuerpo, que para eso las
formamos. El proveedor principal de sustratos energéticos es el tejido graso,
puesto que la vía oxidativa es la ruta metabólica preferente en actividad de
baja y media intensidad en la persona sana, como vimos en el episodio 21.
Por último, hay que saber que hay ciertas hormonas que
regulan estos procesos de almacenamiento, por un lado, y de utilización de
nutrientes, por el otro. Vaya, que hay hormonas que deciden si vas a quemar
grasa o, por el contrario, vas a guardar grasa. La insulina es la principal
hormona anabólica, es decir, activadora del modo “guardar”. La adrenalina, del
grupo de las catecolaminas, es la principal hormona catabólica, es decir,
activadora del modo “quemar”.
Otra hormona más es la leptina. La leptina es segregada por
los adipocitos. Le dice al cerebro cómo están de llenas nuestras reservas de
grasa. O sea, es como si esa glucosa y grasa que ingerimos, una vez formen los
triglicéridos del adipocito, dijesen “aquí estoy”. El cerebro y, más
concretamente, el hipotálamo, iría escuchando todos y cada de uno de esos
mensajes para determinar, una vez terminado el recuento, que hay reservas
energéticas suficientes. Responde entonces con una reducción del apetito y un
aumento del metabolismo: interpreta que podemos estar tranquilos, tenemos
energías suficientes y toca moverse y sudar la camiseta; entrar en modo
“quemar”. Cuando las reservas bajan, los niveles de leptina bajan y el
hipotálamo interpreta que va tocando entrar en modo “guardar”: reduce el
metabolismo e incrementa el hambre. Un problema es que, si tienes mucha grasa
corporal porque estás muy pasado de peso, el hipotálamo se va volviendo
insensible a esos mensajes que mandan los adipocitos: son tantos y tan grandes,
que el cerebro se va saturando de tanto “aquí estoy”, “aquí estoy”, “aquí
estoy”… Aunque hay mucho tejido graso y mucha leptina, el hipotálamo ya no la
procesa, creyendo falsamente estar en déficit energético y activando el modo
“guardar”. O sea, en la obesidad, a pesar de tener un exceso de tejido graso,
el cerebro se cree que no hay tal cosa, e incrementa el hambre y reduce el
metabolismo, lo que hace que la persona coma más aún y se mueva menos aún,
aumentando el tejido graso y creando un funesto círculo vicioso…
En resumen, usamos los nutrientes de la dieta para generar
energía con la que poder funcionar y realizar actividad física. Según comemos,
una parte de lo comido se convierte en energía de uso inmediato, más cuanto
mayor sea el nivel de intensidad de la actividad que estemos realizando. La
insulina llevará los nutrientes no utilizados en el momento al tejido adiposo,
para que queden guardados para eventual uso posterior. Pasadas unas horas de
ayuno, la adrenalina mandará sacar energía del tejido adiposo para seguir
sosteniendo el funcionamiento de los sistemas del cuerpo y, de nuevo, sacará
más cuanto mayor sea la intensidad de la actividad que estemos realizando. La
leptina informa de los niveles de energía disponibles en forma de tejido graso
y, según como estén, genera saciedad o hambre.
FAT MAX
Por los episodios 8, 14 y 21 sabemos que el cuerpo cuenta
con dos sistemas básicos para sostener la actividad física: la vía oxidativa,
nuestro motor diésel, y la vía glucolítica, nuestro “turbo”. La primera está
basada en el uso de las grasas como combustible y es virtualmente inagotable.
La segunda, entrega mucha potencia en poco tiempo, pero tiene una vida muy
corta, salvo que metamos carbohidrato cada 30’, y tiene la contrapartida de
generar lactato, que, de acumularse a ritmo desproporcionado, causará problemas
a la contracción muscular. Lo normal, si tienes un nivel razonable de forma
física, es que el motor diésel sea el proveedor de energía principal en un
amplio rango de intensidades, desde la más más baja hasta niveles medios-altos;
el turbo sólo saltaría en momentos puntuales, como repechos, adelantamientos y
sprint final. Interesa, por tanto, que ese switch, ese cambio de la vía
oxidativa a la glucolítica, se produzca en el nivel de intensidad más alto posible.
Eso significaría que puedes afrontar el 90% de una carrera tirando de grasas,
manteniendo tu glucógeno intacto hasta los momentos precisos cuando sea
estrictamente necesario usarlo. En ese caso, dijimos en su momento, cuentas con
“flexibilidad metabólica”: haces un uso racional de las reservas de grasa,
ilimitadas, pero que dan un rendimiento diésel, y de las de glucógeno, con un
rendimiento turbo, pero de vida corta. Más concretamente, con flexibilidad
metabólica, el punto donde el uso de la vía oxidativa es máximo antes de ceder
paso a la vía glucolítica se da en un porcentaje alto de tu frecuencia cardíaca
máxima o de tu vo2max. O sea, que llegas muy arriba en la escala de intensidad
del ejercicio sin necesidad de entrar en vía glucolítica. O sea también, que tu
capacidad oxidativa es tan grande que es capaz de sostener un rango muy amplio
de intensidades del ejercicio. El punto donde tu capacidad oxidativa alcanza su
máximo rendimiento antes de colapsar y darle el relevo a la vía glucolítica es
el FatMax. Como he dicho, el FatMax ideal es el que se produce en un nivel muy
alto de intensidad, uno que represente el mayor porcentaje posible de tu
vo2max.
Otro parámetro que interesa
mucho también es cuánta grasa llegas a quemar en el punto de FatMax. Es decir,
no sólo es dónde está tu FatMax, en términos de intensidad del ejercicio, sino
cuán potente es: cuántos gramos de grasa por minuto es capaz de quemar tu
maquinaria oxidativa cuando está trabajando al 100% de su capacidad. Esto se
conoce como “peak fat oxidation” o “pico de oxidación lipídica”. Las personas
entrenadas pueden llegar a quemar hasta 1 gramo y medio de grasa por minuto en
el punto de FatMax, mientras que las sedentarias apenas alcanzan el medio
gramo.
DIETA CETOGÉNICA
Una dieta cetogénica es la que induce la producción de
"cuerpos cetónicos", que son un tipo especial de combustible. Para
lograrlo restringe al máximo la ingesta de carbohidratos. En concreto, no se
superarían los 40g/día de carbohidrato. La glucosa que usan las células sale de
ese carbohidrato. Y resulta que hay algunas células en el cerebro que sólo
saben usar glucosa y no la grasa para funcionar. A falta de glucosa, porque has
dejado de comer carbohidratos, el hígado produce cuerpos cetónicos a partir de
la grasa, que esas células del cerebro podrán utilizar. En fin, una dieta
cetogénica es la que reduce al mínimo la ingesta de carbohidrato, activando la
producción de cuerpos cetónicos para permitir la actividad cerebral en ausencia
de glucosa.
Esta dieta ha demostrado ser muy eficaz en el tratamiento de
la epilepsia y para reducir los efectos de la quimioterapia en el cáncer. Pero,
¿qué hay del rendimiento deportivo? Para empezar, como apenas se come
carbohidrato, su ausencia se cubre con proteína y grasas, dos macronutrientes
muy saciantes. Y entonces, aunque no te lo propongas, es fácil que acabes
comiendo de menos y entrando en déficit calórico. En el corto plazo, por tanto,
la dieta cetogénica produce pérdida de peso. Eso, lo vimos en el episodio 23 y
tiene una lógica aplastante, te permite correr más: menos lastre, más rápido.
Así pues, en el corto plazo la dieta cetogénica te ayuda en tu deporte, si éste
depende del peso corporal como es el caso del running. Problema: es difícil
ganar músculo en dieta cetogénica, pues hay menos activación de la insulina,
que es la principal hormona anabólica, como antes vimos; y, más importante, es
muy difícil (por no decir imposible) alcanzar niveles altos de intensidad del
ejercicio, pues éstos se alimentan de la vía glucolítica, la cual está vacía
ahora. En fin, una dieta cetogénica no es la óptima para deportistas de
resistencia, pues pierdes esa chispa que necesitas en repechos, ataques y
sprints; aunque hay que decir también que esa chispa será menos relevante
cuanto más ultra sea la distancia…
Antes de cerrar este apartado, alguien se puede estar
preguntando si mantener una dieta alta en grasas y casi carente de
carbohidratos podría mejorar nuestra maquinaria oxidativa y aumentar nuestro
pico de oxidación lipídica. Tiene sentido: si le cortas el grifo de la glucosa,
el cuerpo tendrá que tirar sí o sí de las grasas para sostener la actividad,
sea a la intensidad que sea. Pero no funciona así. Aumentar tu capacidad
oxidativa no es una cuestión de dieta sino de ejercicio. O sea, se trata de
aumentar la capacidad de tu motor diésel, no de aumentar los litros de diésel
que metes en el cuerpo. ¿De qué sirve llenar un depósito de gasoil en un
vehículo que funciona con queroseno? Para aumentar tu capacidad oxidativa has
de aumentar tu volumen y función mitocondrial, como ya expliqué en el episodio
21. Y, para eso, la intensidad, pero, sobre todo, el volumen del ejercicio, es
la clave. Debes hacer tiradas largas para pedirle al cuerpo que oxide más
grasas, quien responderá creando mitocondrias; no debes darle más grasas y
esperar sentado alegremente que las mitocondrias crezcan.
En resumen, al ser muy saciante, la dieta cetogénica puede
ayudar a perder peso, si es lo que buscas. Pero, si quieres hacer actividad
intensa, te va a faltar chispa. Y que quede claro: la dieta cetogénica no
mejora tu maquinaria oxidativa, tu FatMax y tu pico de oxidación lipídica; el
ejercicio es el medio para ese fin.
LOS MCTS
MCT son las siglas en inglés de "medium chain
triglycerides" o "triglicéridos de cadena media". La mayoría de
las grasas de la dieta son ácidos grasos de cadena larga, por contener más
átomos de carbono. Como sugiere su nombre, los ácidos grasos de cadena larga
requieren un procesamiento más largo. Esto es, no es sencillo convertirlos en
energía contante y sonante tras ingerirlos. Los MCTs, en cambio, son de rápida
metabolización, es decir, son combustible de uso rápido. ¿Qué ventaja tiene
esto? Pues que, a efectos prácticos, funcionan como los geles o los mixes de
carbohidrato que tomas en carrera. Y esto otorga un par de ventajas. Una muy
obvia es que permiten meter otros sabores y texturas. Otra más es que, como
alimentan la vía oxidativa, no generan lactato. Pero hay tres advertencias. (1)
Como expliqué hace un momento, si no cuentas con una buena masa mitocondrial,
capaz de oxidar grasas en cantidad, de nada sirve meter y meter gasoil en un
motor que va con queroseno. (2) Por mucha flexibilidad metabólica que tengas,
es decir, por muy a la derecha en el eje de abscisas que esté tu FatMax, nunca
nunca alcanzará intensidades máximas. Éstas siempre correrán a cargo de la vía
glucolítica. (3) Se ha visto que los MCTs funcionan cuando se combinan con una
porción de carbohidrato, porque en actividades inferiores a las tres horas, el
carbohidrato sigue ocupando un lugar relevante en la producción de energía.
(Ahora ya sabes por qué Kilian tomó batido de aguacate y dátiles en la UTMB
2022.)
TEJIDO ADIPOSO MARRÓN
Una parte considerable de tu peso corporal depende de tu
masa magra, tus músculos, y de tu masa grasa, el tejido adiposo del que ya
hablamos y que sabemos que es una reserva energética de gran capacidad.
Contamos también con unas pequeñas porciones de un tejido adiposo especial: el
tejido adiposo marrón o grasa parda. El tejido adiposo marrón o BAT (por las
siglas, en inglés, de “brown adipose tissue”) es un tejido termogénico, es
decir, sirve para incrementar la temperatura corporal, para lo cual debe
emplear glucosa y ácidos grasos como combustible. De hecho, es un tejido con
una enorme densidad mitocondrial. En resumidas cuentas, podemos considerar al
BAT como la grasa quema-grasa. A diferencia del tejido adiposo normal, que es un
almacén de energía, el BAT es un quemador de energía para producir calor.
Lógicamente, para que el BAT se ponga a trabajar hace falta pasar frío; con la
calefacción a tope o con calcetines gordos y el plumas cerradito hasta arriba,
pues no tiene necesidad de activarse y quemar calorías. En estudios en humanos
y, sobre todo, en estudios en ratas, se ha visto que exposiciones a frío de un
par de horas a 15º (en el caso de los humanos) o a 5º (en el de las ratas)
incrementa la actividad del BAT y, por tanto, se queman más calorías que en un
estado normal de reposo. En intervenciones de semanas repitiendo diariamente la
exposición al frío se observan mejoras en la oxidación de grasas y la
sensibilidad a la insulina, esto es, que hay un mejor ajuste en los modos
“quemar” y “guardar”, de los que hablamos antes. En fin, pasar un poco de frío
sirve para despertar al BAT, que entonces se pondrá a quemar tejido graso para
generar calor.
Saber esto es de gran interés para quienes trabajan con
personas con obesidad o problemas metabólicos: es otra herramienta terapéutica
con la que trabajar, además de la dieta y el ejercicio. Pero, si eres una
persona deportista (y apuesto a que lo eres, si sigues este podcast), quizás no
necesites quemar más calorías o mejorar tu metabolismo porque ambas cosas te
las da la actividad física. Si, por la razón que sea, quisieras quemar unas
calorías extra, el frío puede ser un complemento interesante. Pero entonces
surge la pregunta de si acabar la ducha con dos minutos de agua fría es suficiente.
En ese caso, debo decirte que, si bien las duchas frías tienen varios
beneficios contrastados, son insuficientes para incrementar la masa y/o la
actividad del BAT. Personalmente, soy fan de las duchas frías, pero,
esencialmente, porque te dan un chute de adrenalina que sales del baño con los
niveles de energía disparados, incluso si la ducha fue tras un entreno duro.
Aparte, pasado ese subidón inicial, luego te quedas más relajado que un oso perezoso
echando la siesta.
CONCLUSIÓN
Grasa por aquí, grasa por allá. Lo dije y lo repito: la
grasa está de moda. En el ámbito del fitness lo está porque lo que se busca a
toda costa es perder grasa corporal y mejorar la estética. Aquí hablamos de
trail running, lo que queremos es correr más rápido y más lejos por el monte.
Bueno, en ese caso, también nos interesa la grasa. Para empezar, es el
combustible que vamos a utilizar el 90% del tiempo en una carrera de montaña. Así
pues, nos conviene que nuestro FatMax, el punto cuando la vía oxidativa trabaja
al máximo rendimiento, esté lo más cerca posible de nuestro VO2max, y que, en
ese punto, el pico de oxidación lipídica sea lo más alto posible. Vamos, que lo
que nos gustaría es tener una capacidad oxidativa enorme, un motor diésel capaz
de sostener intensidades bajas, medias y hasta medias-altas. Y, para eso, la
dieta cetogénica no es el camino. Hoy hemos entendido que para cambiar el motor
no hay que cambiar de combustible, hay que cambiar el motor. Hecho eso, ya
sabrá él cómo aprovechar el combustible que metas. Dicho de otro modo, para
mejorar la capacidad oxidativa hay que acumular volumen de trabajo,
incrementando la masa mitocondrial, y agregar episodios puntuales de alta
intensidad, para incrementar la función mitocondrial. De ese modo, tu
maquinaria aeróbica será capaz de proporcionarte grandes cantidades de energía
a partir de las grasas, preservando el glucógeno para cuando toca de verdad. Por
esta misma razón, no esperes nada milagroso de los MCTs: son simplemente grasas
de rápida conversión en energía, que, eso sí, se pueden alternar con el
carbohidrato en carrera, sobre todo si la prueba es de larga distancia. Y, por
fin, en cuanto al tejido adiposo marrón, pues es una vía a explorar en el
tratamiento de la obesidad y las enfermedades metabólicas, pero creo que no
tiene tanto interés para la persona deportista, que ya quema calorías con la
actividad física. Y, en todo caso, las famosas duchas frías serían
insuficientes para desarrollar el BAT (aunque muy eficaces, eso sí, en la
activación simpática aguda y la parasimpática posterior).
Este repaso exhaustivo por la grasa, la de la dieta
cetogénica, la del cuerpo, en forma de tejido adiposo y BAT, y la que sirve al
sistema oxidativo para generar energía, alcanzando el pico de oxidación
lipídica, espero que te haya enseñado y que lo hayas disfrutado a partes
iguales. Si fue así, ya lo sabes: agradezco que te suscribas, dejes comentarios,
dés estrellitas y compartas con cuantos más, mejor. También puedes seguirme en
IG: correrporsenderos, todo junto.
Nos encontramos aquí en siete días, si no antes por el
monte. Hala, a pisar sendas.
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