Episodio 34. Dormir como bebés. El mejor recovery al mejor precio
(Autor: Héctor García Rodicio https://www.instagram.com/correrporsenderos/)
¿Sabes lo que es el “síndrome del objeto brillante”? Pues
que nos flipamos con la última tecnología, pensando que va a ser la panacea,
que solucionará de un plumazo y para siempre todos nuestros problemas, y
obviamos lo que herramientas más tradicionales, aunque menos “trendy”, pueden
lograr por la mitad de precio o incluso gratis… Respecto a la recuperación tras
la actividad y la mejora del rendimiento en la siguiente, enseguida nos vienen
a la cabeza recursos, que ya hemos analizado en anteriores episodios, como
batidos, multi-vitamínicos, prendas de compresión o masajes profundos. Tan
mágicos nos parecen, que no tenemos problema en pagar lo que sea por ellos,
bajo la promesa de esa ansiada recuperación rápida y mejora del rendimiento. Y
tan cegados estamos por el objeto brillante, que no caemos en la cuenta de que
tenemos bien a mano una herramienta mil veces superior a todas las anteriores
juntas y que, además, es gratis: el sueño. Y es que ésa es precisamente la
función del sueño. Por un lado, recuperarnos de la fatiga, y, por otro,
asimilar las cargas de trabajo, desarrollando adaptaciones y volviéndonos más
fuertes. Dormir bien nos recarga las baterías y fortalece nuestros tejidos y
sistemas, para que, cuando volvamos a enfrentar una actividad exigente, lo
hagamos en mejor condición. Pero es que, además, dormir no requiere una técnica
sofisticada, no tiene curva de aprendizaje, está en nuestro equipamiento de
serie: es una conducta innata, que compartimos con el resto del reino animal. Y
es que, privados del sueño, moriríamos al cabo de unos días o meses (cosa que
sabemos por la enfermedad rara denominada “insomnio familiar fatal”). Este
episodio va a ser una reivindicación del inestimable valor del sueño para la
recuperación y la mejora del rendimiento y una pequeña guía para saber cómo
hacerlo mejor y recuperar así esta habilidad innata tan injustamente
desatendida.
En concreto, el plan para hoy es éste. Primera cuestión,
¿qué es el sueño? Segundo, ¿qué relación hay entre sueño y rendimiento
deportivo? Tercero, ¿cómo puedo mejorar mi sueño?
Esta noche sí, pero ahora no quiero que te entre la modorra.
Así pues: sin más dilación, vamos al turrón.
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¿QUÉ ES EL SUEÑO?
El sueño es un proceso vital. Como dije, sin sueño acabamos
muriendo. Antes de ese fatal desenlace, perder un día de sueño causa cansancio
y dificultades para pensar con claridad, perder dos días de sueño causa
confusión severa e irritabilidad y te hace más propenso a infecciones, perder
tres días de sueño deriva en alucinaciones y una señal nerviosa defectuosa, que
te hace moverte como un robot oxidado. Una privación prolongada conduciría, en
última instancia, a la muerte, como ocurre en la fase final del desafortunado
“insomnio familiar fatal”. Y es que, si dormir no fuera imprescindible, sería
difícil entender por qué la evolución inventó este proceso de horas, durante
las cuales no estamos obteniendo recursos, como alimento o pareja, y, además,
somos vulnerables a depredadores. Veamos cómo se produce el sueño y qué ocurre
cuando dormimos.
Respecto a cómo se produce el sueño, la clave está en la
adenosina. Ya sabemos, por los episodios 8 y 21, que las células del cuerpo
transforman distintos sustratos, como ácidos grasos o glucosa, en ATP, que es
el combustible de la célula. ATP son las siglas de adenosina trifosfato. En
cada reacción química que la célula realiza para la producción de energía en
forma de ATP, se libera un sub-producto: adenosina. Esa adenosina suelta actúa
como neurotransmisor, es decir, como mensaje que intercambian las neuronas. El
mensaje concreto que transmite la adenosina es el cansancio. A más adenosina
acumulada, mayor sensación de cansancio. Y, a mayor actividad física, mayor
producción de ATP y mayor acumulación de adenosina. Por eso, cuanto más te
muevas durante el día, mayor cansancio tendrás a la noche y más querrás pillar
la cama como si no hubiera un mañana. Y, por cierto, la cafeína es antagonista
de la adenosina, es decir, secuestra los receptores de ésta, haciendo que el
cerebro no perciba el cansancio, retrasando la fatiga. (Ahora ya sabes por qué
funcionan el Red Bull y el café.)
Respecto a lo que ocurre durante el sueño, básicamente,
recargamos pilas y regeneramos tejidos. Pero, veámoslo con más detalle. Una
primera cosa que ocurre durante el sueño es que la adenosina acumulada se
limpia. Digamos que su contador se pone a cero. Por eso, si has dormido bien,
te levantas con la frescura de una lechuga recién cogida. A lo largo del día te
irás moviendo, para lo cual necesitarás energía en forma de ATP, cuya síntesis
generará adenosina, que se acumulará para hacerte caer redondo y se limpiará
durante la noche para que el ciclo vuelva a empezar.
Otra cosa de vital importancia que ocurre cuando dormimos es
la regeneración de tejidos. Ya hemos dicho en otros episodios que la actividad
física vacía los depósitos de glucógeno y genera micro-daños en el tejido
muscular. Durante el descanso y, muy especialmente, durante el sueño, el cuerpo
emplea los nutrientes que hayas ingerido tras la actividad para rellenar
glucógeno y regenerar los tejidos dañados. Las hormonas anabólicas, como la
hormona del crecimiento, están elevadas durante la noche, pues sostienen este
proceso de reparación y reconstrucción. Eventualmente, si mantienes un régimen
consistente de actividad física, nutrición y descanso, los músculos se harán
más grandes mediante estos procesos.
Otra cosa más de la que nos beneficiamos al dormir es la
limpieza de metabolitos, es decir, de todos los subproductos de la actividad
física y mental realizada durante el día. Se sabe que durante el día se van
acumulando productos de la actividad metabólica, esto es, de la generación de
energía para sostener el movimiento y la actividad intelectual, que son más
cuanto mayor es la actividad, y que se limpian durante el sueño, y, por fin,
que lo hacen mejor cuanto mejor es el sueño. Uno de esos sub-productos es la
adenosina, de la que ya hemos hablado. Pero hay otros más, algunos de ellos
específicos de la actividad de nuestras neuronas, que también deben limpiarse,
como el glutamato. De hecho, un mal sueño y, por consiguiente, una mala
limpieza de las cañerías del cerebro, está asociado a enfermedades como el
Alzheimer.
Una cosa más todavía que ocurre durante el sueño es el
refuerzo del sistema inmunitario. Tras una actividad física exigente los
niveles en sangre de linfocitos, los soldados del sistema inmunitario,
aumentan. Esto se ve exacerbado si la actividad se realiza después de una noche
de mal sueño. ¿Cómo se explica? El cuerpo interpreta tanto el ejercicio como la
privación de sueño como una agresión; el sistema inmunitario responde enviando
tropas, para combatir el daño. Así visto, dormir mal no sólo no sería malo,
sino que hasta sería recomendable, dado el aumento en el recuento de células
inmunitarias. No tan deprisa. Esto es lo que ocurre de forma aguda. Un mal
sueño acumulado de varias noches resulta finalmente en un descenso en los
niveles de células inmunitarias. O sea, no en el corto plazo, donde hay un
repunte, pero sí en el medio plazo, el sistema inmunitario se resiente si
duermes mal.
Por fin, una última cosa es la consolidación de la memoria.
En los episodios de sueño REM (siglas de “rapid eye movement”), que son los
tramos de la noche cuando soñamos, la memoria se consolida. Es decir, ciertos
recuerdos y aprendizajes se fijan y otros irrelevantes se borran. Aprendizaje
incluye también destrezas motoras, como, por ejemplo, hacer bajadas técnicas o
cambiar frecuencia y amplitud de zancada, según si subimos, llaneamos o
bajamos. La técnica que hayas trabajado durante el día sólo será una destreza
el día de mañana, si duermes y fijas ese circuito neuronal.
En resumen, gracias al sueño, ponemos a cero el contador de
adenosina, neurotransmisor que señala cansancio, y nos levantamos frescos y con
energías renovadas. Aparte, limpiamos los restos de la actividad mental, para
mantener una función cerebral saludable, y consolidamos la memoria, integrando
nuevas habilidades motoras. Y reparamos y fortalecemos nuestros músculos y
nuestro sistema inmunitario. En fin, sueño es igual a (1) cargar pilas y (2)
estar más fuertes. Traducido a trail running: correr más largo y más rápido.
¿QUÉ RELACIÓN HAY ENTRE SUEÑO Y RENDIMIENTO DEPORTIVO?
Acabamos de verlo: con sueño reparador recargamos energías y
nos volvemos más fuertes. Con energía renovada y con cuádriceps de acero,
lógicamente, vamos a poder rendir más en nuestro deporte. Pero no sólo tiene
todo el sentido, además, la ciencia lo avala.
Primero, hay evidencia observacional: quienes mejor duermen,
más rinden. En estos estudios se realiza una encuesta a los y las deportistas,
en la que se les pregunta por las horas de sueño, la calidad del mismo y/o el
nivel de somnolencia durante el día. Después, se calcula la relación entre esos
parámetros y el rendimiento en distintas pruebas físicas o en competición.
Aparte, hay también evidencia de tipo experimental: si mejoras tu sueño, mejora
tu rendimiento. En estos estudios se instruye a los y las integrantes de la
condición experimental sobre cómo mejorar su sueño (con estrategias que veremos
en el siguiente apartado) y luego se compara su rendimiento con los y las
participantes de la condición control, que siguen sus pautas de sueño
habituales. En ambos casos, estudios de correlación y estudios de intervención,
se encuentra asociación entre sueño y rendimiento: bien porque ya traías un
sueño de calidad o bien porque lo has mejorado gracias a la intervención, mejor
sueño equivale a mejor rendimiento. Y esa asociación es más fuerte cuanto mayor
componente técnico tiene la disciplina deportiva (querrás haber dormido bien
cuando enfrentes esa bajada llena de rocas y raíces y con pendiente del -40%...
).
Curiosamente, la evidencia dice también que los y las
deportistas tienen, por lo general, un sueño de peor calidad que la población
normal. Según encuestas, la élite del deporte demuestra tener mayor tiempo para
conciliar el sueño, más interrupciones durante la noche, menor percepción de
recuperación al despertar y mayor somnolencia durante el día. Los viajes y las
competiciones explican parte de ese peor sueño, pero la mala gestión de la
ansiedad y del propio sueño son factores también cruciales. Veamos, pues, cómo
gestionar mejor nuestro sueño.
¿CÓMO PUEDO MEJORAR MI SUEÑO?
Habida cuenta de la importancia del sueño para el
rendimiento deportivo y para la vida en general, conviene saber cómo hacerlo
mejor. Como dije en la introducción, dormir es una conducta que forma parte de
nuestro equipamiento de serie y, por tanto, no hace falta aprender. Pero sí
podemos modificar las acciones que llevamos a cabo alrededor del sueño para
dejar que ese reflejo innato se exprese en toda su plenitud y sin obstáculos.
¿Qué hacer para dormir mejor?
Pauta #1: Actividad física y mental durante el día. Ya lo
hemos visto: la adenosina se va acumulando según la actividad celular que
hayamos mantenido durante las horas de vigilia. Más adenosina acumulada es
igual a mayor sensación de cansancio. Y más cansancio, esto no hace falta
decirlo, es igual a más ganas de coger la cama y sobar como un oso en modo
hibernación. Así pues, trata de moverte, leer, conversar, reflexionar todo lo
que puedas durante la jornada, para ir colmando el vaso de la adenosina.
Pauta #2: Luz natural durante el día, oscuridad total en la
noche. Ya he hablado en otras ocasiones sobre los ritmos circadianos. El
organismo sigue ciclos regulares de aproximadamente 24h (cerca de un día, por
eso “circadiano”), de modo que realiza ciertas funciones en ciertos momentos
específicos. Por ejemplo, en condiciones normales, el cortisol (la hormona,
junto a la adrenalina, responsable de la respuesta lucha-huida) está elevada al
despertar y reducida al anochecer, la melatonina (la hormona inductora del
sueño) está elevada al anochecer y, durante la noche, las hormonas anabólicas
(responsables de la construcción de tejidos) están elevadas, como dijimos. De
este modo, gracias a esta partitura perfecta, el cuerpo va orquestando sus
funciones a lo largo de las 24h del día: modo acción, durante la vigilia; modo
reparación, durante el sueño. Pero para poder mantener estos ciclos ajustados,
el organismo necesita una referencia. Esa referencia es la luz, que un conjunto
de neuronas en el hipotálamo llamado “núcleo supra-quiasmático”, procesa para activar
el modo acción o reparación, según la luminosidad recibida. En concreto, el núcleo
supra-quiasmático necesita luz natural durante el día, vale incluso si es un
día nublado, y necesita oscuridad total en la noche. Sin lo uno o sin lo otro,
el núcleo supra-quiasmático carece de claves para activar los dos modos básicos
de acción o reparación.
Pauta #3: Higiene del sueño. Para no interferir en el
proceso de sueño es necesario cesar el ejercicio y la ingesta de alimentos, al
menos, un par de horas antes de acostarnos, apagar pantallas también un par de
horas antes de ir a dormir y tener una habitación fresca. Si te ejercitas o
comes cerca de la hora de ir a la cama, habrá hormonas y procesos incompatibles
con el sueño operando. Por ejemplo, la adrenalina y el cortisol estarán
elevados por el ejercicio. Si miramos móvil o Tablet, el núcleo
supra-quiasmático interpreta la luz azul que estos dispositivos emiten como luz
natural, creyendo que aún es de día. Esto inhibirá la producción de melatonina.
En cuanto a la temperatura de la habitación, para dormir, el cuerpo necesita
descender la temperatura central, la de cabeza, tronco y piernas. Una
habitación caliente impedirá dicho descenso. Es necesario también que haya
vasodilatación en la periferia del cuerpo, pies y manos, porque la sangre
caliente del centro será transportada hacia la periferia para disipar calor. Si,
en ese viaje, la sangre caliente encuentra vasos semicerrados, regresará al
centro sin haber logrado el enfriamiento buscado. Por eso, aunque la habitación
ha de estar fresca, conviene tener bien tapados pies y manos.
Pauta #4: Regularidad. Dijimos
que el ritmo circadiano usa la luz como clave principal para mantenerse
ajustado. Otra clave que podemos darle para que no se desmadre es ser regulares
en nuestros horarios de acostarnos y levantarnos. Esto significa, si tu vida
laboral y/o familiar te lo permite, mantener el mismo horario siempre, sea
entre semana, fin de semana o vacaciones. De nada sirve ser estricto durante la
semana, si en el fin de semana te lo saltas: le estarías mandando una
información al cuerpo el 70% del tiempo y otra diametralmente distinta, el 30%
restante. El cuerpo preguntará: ¿qué quieres que haga, lo que me dijiste esas
siete veces o esas otras tres? Personalmente, dado que paseo dos horas a mis
perros antes de entrar a trabajar, me levanto todos los días a las 5AM, llueva
o truene; y, si hace calor, con más razón salgo a esas horas, porque los
peludos al sol se achicharrarían.
Pauta #5: Uso estratégico de la siesta. Siestas de entre 20
y 90’, como máximo, han demostrado ser útiles para el rendimiento cognitivo y
deportivo. Seguramente no logren compensar una noche de pésimo sueño, pero, en
todo caso, las puedes emplear para (1) consolidar un concepto que acabes de
estudiar o una destreza que acabes de practicar, (2) limpiar metabolitos del
cerebro y tener la mente más despejada al despertar y (3) limpiar adenosina acumulada
y rebajar los niveles de cansancio, pudiendo afrontar una actividad demandante
en mejor condición. Todo esto no sólo tiene plausibilidad biológica, también se
ha comprobado empíricamente. Eso sí, rebasar la frontera de los 90’ supondría
entrar en un nuevo ciclo de sueño y tener que interrumpirlo a la mitad,
despertándonos atontados.
CONCLUSIÓN
Los depredadores en lo alto de la cadena trófica duermen a
pierna suelta, pero sus presas también. Parece poco inteligente dedicar un
tercio del tiempo del día a hacer algo que, no sólo no me aporta recursos,
además me expone al peligro de depredadores oportunistas, que podrían
convertirme, en un abrir y cerrar de ojos, en un plato delicatessen sin el
esfuerzo de acechar, perseguir y derribar. Y, sin embargo, dormimos. ¿Por qué
será? Pues (prepárate para la retahíla) porque el sueño (1) reduce a cero los
niveles de adenosina y, de ese modo, nos despertamos con la frescura de una
sandía recién cosechada, (2) lava las cañerías del cerebro, ese glutamato
acumulado entre las neuronas, para que nos despertemos con la capacidad de
procesamiento de un computador multi- núcleo, (3) consolida el aprendizaje de
los conceptos que hayamos estudiado y las destrezas que hayamos practicado ese
día, despertándonos más sabios que ayer y menos que mañana, (4) realiza la
labor de reparación y regeneración de tejidos, para que nuestros músculos se
recuperen del esfuerzo y hasta se hagan más grandes, y (5) refuerza el sistema
inmunitario, para que no caigamos enfermos a la menor exposición a patógenos.
En fin, el sueño nos permite entrenar más veces y más fuerte, logrando más
adaptaciones y mejorando nuestra forma física y nuestras marcas. Es gratis y no
requiere una técnica sofisticada. Es el mejor recovery al mejor precio. Eso sí,
hay que ver qué hacemos alrededor del sueño por si estamos olvidando alguna
cuestión básica, como bajar revoluciones, dejar de comer, apagar pantallas y
enfriar la habitación un par de horas antes de meternos al sobre. Si entrenamos
como bestias, el sueño no ha de ser menos: para una recuperación completa,
durmamos como bebés.
Corresendas, espero que hayas aprendido y disfrutado a
partes iguales. Si fue así, agradezco que te suscribas, comentes o dés
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Nos encontramos aquí en siete días, si no antes por el
monte. Hala, a pisar sendas para dormir esta noche como un bebé de dos meses.
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