Episodio 43. Un poco de geología: ¿cómo se forman las montañas?

(Autor: Héctor García Rodicio https://www.instagram.com/correrporsenderos/

Ah… las montañas. Nuestro patio de juegos, la cancha donde nos medimos con los rivales, el inmenso espacio donde nos perdemos para reencontrarnos con nuestra esencia… Montañas: en una palabra, nuestro sitio natural, nuestra Pacha Mama. Estar en ellas es estar de verdad en casa. Pero, ¿te has preguntado de dónde salen? ¿Por qué donde había una llanura ahora hay una mole de 4000m de alto y varios cientos de kilómetros de largo? Y, más intrigante aún, ¿por qué las hay más altas y más bajas? ¿Por qué unas son más abruptas y otras, más amables? ¿Por qué el terreno tiene esa textura o, incluso, ese color? ¿Por qué algunas tienen un denso arbolado y otras no? Dicho de otro modo, ¿por qué, si todo son montañas, no es para nada igual correr o caminar en unas que hacerlo en otras (moverse por Picos de Europa o Sierra Nevada, por ejemplo)? Hoy, vamos a aprender un poco de geología para entender lo que hay bajo nuestros pies y frente a nuestros ojos, para así tener una experiencia más completa y más satisfactoria en el monte: no sólo sentirlo, sino además comprenderlo y, de ese modo, amarlo más si cabe.

A continuación, la tabla de contenidos de hoy. Un primer apartado responderá a la cuestión fundamental: ¿cómo nace una montaña? ¿Cómo un terreno plano se convierte en una mole de roca que toca el cielo? Resuelta esa primera incógnita, abordaremos una cuestión más específica: ¿cómo esa enorme mole de roca acaba adoptando su forma particular, su perfil más afilado o achatado, sus cuestas más pronunciadas o más tendidas, su terreno más compacto o descompuesto, más lleno de piedras o de tierra? Contestar a esta cuestión nos ayudará a entender por qué no es lo mismo correr, por ejemplo, en Matterhorn Ultraks Extreme que hacerlo en Sierre-Zinal, pese a que ambas son carreras en alta montaña y en dos valles contiguos de los Alpes suizos.

En el episodio de hoy se tratará, pues, de entender cómo se forma nuestro patio de juegos, para que jugar sea todavía más divertido. Tras el episodio, lo gozarás correteando arriba y abajo por los senderos como siempre, pero desde hoy, además, será fascinante saber que son unas fuerzas gigantescas provenientes del corazón mismo de la Tierra y otras tan aparentemente insignificantes como una gota de agua, que actúan a escala de millones de años, las responsables de que tú puedas, aquí y ahora, disfrutar de ese inmejorable terreno de juego que es la montaña.

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¿CÓMO SURGEN LAS MONTAÑAS?

Las montañas son moles de roca, bultos gigantes, que emergen del suelo y se elevan hasta rozar el cielo. Bueno, siendo precisos, las hay de 8000msnm, sí, pero también algo más modestas, como los Pirineos y los Alpes de 3 y 4000m, e, incluso, las hay “de andar por casa”, como ésas donde la mayoría de la tribu corresendas nos entrenamos y nos vamos de excursión el finde, montes de 500, 1000 o 2000m. Sean más descomunales o más “de andar por casa”, siguen siendo bloques de roca gigantescos para una escala humana, tanto si consideramos su altura, como si atendemos a su extensión a lo largo y a lo ancho. Seguramente esa inmensidad y que en buena parte siguen siendo territorio salvaje, apenas transformado por la actividad humana, es lo que las vuelve tan atractivas y les otorga ese magnetismo irresistible, que nos impulsa a desear subirlas y recorrerlas. Entonces, ¿cómo diantres surgen esos bultos gigantescos de roca?

Lo más fácil es pensar que se trata de montones de millones y millones de pequeñas rocas, que se fueron desprendiendo del suelo por acción del agua y del hielo y se fueron luego apilando y compactando en un punto, lo que explicaría que haya una mole rocosa donde antes había un terreno plano. Vamos, que una explicación muy intuitiva es que las montañas se forman por un proceso sedimentación, eso sí, que se desarrollaría a lo largo de millones de años. Bueno, es una idea muy intuitiva… pero equivocada. Por mucho tiempo que pase, si lo piensas bien, parece difícil que las pequeñas rocas se amontonen todas exactamente en un mismo área hasta alcanzar 4, 5 o 6000 metros de alto y, sobre todo, la sedimentación no explica un hecho intrigante en el que seguramente hayas reparado: las cordilleras montañosas se distribuyen siguiendo un patrón, no de forma arbitraria. Si te has fijado, las grandes montañas están todas bien alineadas entre la India y la meseta del Tíbet, formando los Himalayas, a lo largo de toda la costa oeste americana, desde los montes de Alaska hasta la Patagonia, pasando por las Rocky Mountains, o recorriendo Europa de lado a lado, en los Alpes, marcando la frontera entre el sur y el norte del continente. Es curioso que, en lugar de que haya un bulto por aquí y otro por allá, las montañas se organicen en cadenas. E, insisto, es algo que la sedimentación no podría explicar.

Venga, voy al grano, que ya he creado suficiente “hype”. Las montañas se forman cuando dos grandes masas de tierra chocan entre sí, y se van comprimiendo, plegando, fracturando y levantando mutuamente. Y esto es posible por dos razones: primero, porque la corteza del planeta Tierra está rota en fragmentos y, segundo, porque esos fragmentos flotan sobre un mar de magma que está en constante movimiento ahí abajo. Analicemos cada una de estos dos fenómenos: por sus nombres técnicos, las placas tectónicas y la tectónica de placas (y no he querido hacer un trabalenguas, que conste).

Placas tectónicas. La superficie terrestre, la corteza o la piel que recubre el planeta, nos parece uniforme. Pero, en realidad, está fragmentada en trozos; muy grandes, eso sí. 14 trozos principales y un puñado de trozos más pequeños componen la superficie terrestre, como si fueran los parches de un balón de fútbol. A cada uno de estos trozos de corteza o parches se los llama “placas tectónicas”. Hay placas “continentales” porque quedan mayoritariamente por encima del mar y constituyen el suelo de los continentes. Y hay placas “oceánicas” porque quedan mayoritariamente por debajo del mar y forman los lechos marinos.

Tectónica de placas. Sabemos ya que la corteza terrestre, que parece una cáscara uniforme, en verdad está dividida en placas. Bien, pues esas placas se mueven y chocan entre sí. A estos movimientos y a los efectos de los choques de placas se les conoce como “tectónica de placas”. Cuando dos placas chocan se producen terremotos, tsunamis o, lo que interesa aquí, se forman montañas.

Quizás pueda parecer poco verosímil que extensiones de tierra tan grandes como un continente entero se puedan mover, como si de una barca en un estanque se tratara. De hecho, cuando Alfred Wegener propuso su hipótesis de la deriva continental, el desplazamiento lento pero continuo de las masas continentales, fue rechazada por la comunidad científica. Es cierto que era la única manera de explicar cómo es posible que se encontraran sistemáticamente fósiles de las mismas especies animales y vegetales en lugares remotos de la Tierra, separados por enormes océanos: esos territorios, hoy separados, un día estuvieron unidos, razonaba Wegener. Pero faltaba explicar cómo leches una placa del tamaño de África podía llegar a moverse y acabar plantándose en la otra punta del globo. Hoy sabemos (1) que bajo la corteza terrestre hay un mar de magma, una pasta viscosa de roca fundida, que es como un puré de silicio, magnesio, hierro y otros elementos a temperaturas entre 600 y 3500ºC, y (2) que en ese magma se producen corrientes y (3) que esas corrientes empujan y desplazan las placas que flotan encima. Y es que el magma, ese puré de rocas fundidas, está burbujeando permanentemente, como el agua que ponemos a hervir en un cazo; y eso sucede porque, al igual que ese cazo que ponemos al fuego, en el corazón del planeta terrestre hay una gran bola de hierro, tan grande como el planeta Marte, que está a más de 6000ºC y que irradia ese calor a la capa de magma que lo rodea.

El caso es que, dado que las placas se asientan sobre un puré de roca fundida y dado que ese puré burbujea y crea corrientes, las placas se van desplazando siguiendo esas corrientes. Hay que decir que el desplazamiento es de unos pocos centímetros al año, razón por la cual es algo difícil de asimilar para nosotros, humanos, que nos desplazamos varios kilómetros cada día para ir a nuestro centro de trabajo o de ocio. Hay que pensar que los continentes se mueven igual que tu pelo o tus uñas crecen: no notas la diferencia en el día a día, pero estáte un año entero sin cortarte el pelo y verás cómo sí estaba en constante crecimiento…

En todo caso, lo que importa es que las presiones que las placas reciben de esas corrientes magmáticas y el tamaño descomunal de las placas que, recordemos, son grandes como continentes u océanos, provoca que cuando por fin convergen dos masas continentales el choque sea bestial. Bueno, tan bestial que da origen a terremotos y tsunamis devastadores y a cadenas montañosas como el Himalaya. Imagínate la placa india acercándose poco a poco, sin prisa pero sin pausa, hacia la placa euroasiática, deshaciendo lenta pero segura lo que un día fue un mar tropical entre ambas; piensa que son dos masas continentales entre 10 y 20 veces más grandes que la península ibérica; vale, imagínate ahora su encuentro por fin. Ka-ta-púm. Es como la colisión entre dos trenes de alta velocidad que se encuentran frente a frente por un error en los cambios de vías. La hostia (con perdón) debió de ser monumental. De hecho fue así, porque se trata de la cordillera más alta del mundo, con más de 100 picos por encima de los 7000msnm.

Más exactamente, lo que ocurre en Himalaya es que al tratarse de dos masas muy pesadas y rígidas las dos, se presionan muy fuerte mutuamente y eso da lugar a plegamientos, que los materiales de una y otra se compriman, y a fracturas, que en algunos puntos se partan. Todo ese amasijo de materiales que se junta en la colisión, que procede de una placa, de la otra y de los desechos de lo que fue el lecho oceánico del mar que las separaba, además de plegarse y fracturarse, se levanta: es el único camino que tiene para liberar la enorme tensión acumulada. Cuanto más fuerte es el choque, más alto suben las montañas porque, reitero, por algún sitio tiene que salir la presión.

El hecho de que el techo del mundo, el Everest, contenga en su cima fósiles de organismos marinos, que vivían en ese mar cálido y bien iluminado que separa la India del continente asiático, es una verdadera alegoría del dinamismo de nuestro planeta, como dice el geólogo y montañero Sito Carcavilla. La montaña más alta de la Tierra está hecha de rocas que fueron el fondo de un mar. Fascinante.

Ideas a retener. Las montañas son enormes elevaciones del terreno que surgen donde un día hubo una llanura. Son resultado del choque de placas, los parches que constituyen la cobertura o corteza del planeta. Las placas flotan sobre un puré viscoso de rocas fundidas, que está en constante ebullición por el calor que desprende el núcleo de la Tierra. Esas corrientes desplazan las masas continentales que flotan encima y las hacen chocar entre sí. Al colisionar, se junta un amasijo de materiales provenientes de una placa, de la otra y del suelo que las separaba, que, como resultado de la presión, se comprime, se rompe y se levanta. Ese revoltijo de materiales comprimido y emergido son las montañas. Cuanto más fuerte es el choque, más alta es la cordillera resultante. La India chocó contra el continente asiático, formando los Himalayas; África chocó contra Europa, formando los Pirineos y los Alpes; el gran piso sobre el que descansa el océano pacífico chocó contra la costa oeste americana, formando las Rocky Mountains y los Andes, desde Colombia hasta la Patagonia y la Antártida. De este modo, las “arrugas” de la corteza terrestre, que se levantan hasta 8000m para tocar el cielo, son resultado de fenómenos que tienen lugar en el centro mismo del planeta, 6000 kilómetros más abajo de donde estamos tú y yo ahora…

 

¿CÓMO SE MOLDEAN LAS MONTAÑAS HASTA ADOPTAR SU FORMA ACTUAL?

Si el motor que crea las montañas es la tectónica de placas, el principal agente que las moldea hasta darles el carácter particular que experimentamos al correr o caminar sobre ellas es la erosión, que a su vez depende del clima, que a su vez depende de la latitud, y que es modulada también por el tipo de superficie sobre el que actúan los agentes erosivos. Stop: creo que he adelantado demasiados acontecimientos; como siempre, igual que esas placas continentales que se van acercando la una a la otra, habrá que ir poquito a poco.

Agentes erosivos. El viento y el agua en su estado líquido y sólido, con ayuda de la gravedad, son los cinceles que van esculpiendo las montañas tal como las conocemos. Por supuesto, el tiempo de acción de estos agentes, una vez más, se mide en millones de años. Lentos pero seguros van dando forma a estas obras escultóricas que tanto nos gustan.

Los vientos fuertes, que además arrastran pequeñas partículas, sirven como una lija fina que va suavizando la superficie de la roca. El agua de lluvia también contribuye a este lijado, pero, además, puede llegar a fracturar la roca y hacer que lajas o bloques se desprendan. El agua de lluvia, también, aprovecha las fisuras en la roca para colarse y formar depósitos, que cuando llega el frío se congelan y se dilatan, partiendo la roca y provocando también el desprendimiento de bloques. Si alguna vez metiste una botella de cerveza al congelador y olvidaste sacarla a tiempo y terminó explotando, ya habías averiguado que el líquido se expande al adoptar su estado sólido…

Más importante es la acción del agua encauzada, esto es, de los ríos y de los glaciares. Con precipitación suficiente se forman los ríos. Los ríos excavan valles profundos en forma de “V”, es decir, que también van erosionando las paredes de las montañas, dando lugar a acantilados más o menos verticales. Todo el material retirado de la montaña, sea el que se desprendió por el viento, la lluvia o el hielo dilatándose o por la acción erosiva del río, termina en el cauce del río. La corriente del río lo desplazará y junto con el agua, se convertirá también en agente erosivo. Sí, de algún modo, es como si la montaña se devorara a sí misma: sus propios escombros generan nuevos escombros…

Los glaciares, podemos decir, son ríos de hielo, por tanto, se forman también cuando agua precipitada se va encauzando. En este caso, la precipitación, por la presencia de temperaturas bajas, es en forma de nieve. Los copos de nieve se van apilando y compactando, originando vastas masas de hielo, que por efecto de la gravedad también van corriendo de arriba abajo. A diferencia de los ríos, los glaciares excavan valles en forma de “U”, más suaves. Tal como explicamos con los ríos, los glaciares arrastran piedras, lajas y bloques desprendidos de la montaña que van lijando y fracturando sus laderas. Bueno, las laderas y hasta las cumbres: has de saber que periódicamente se producen edades de hielo o glaciaciones, que originan glaciares de kilómetros de alto, los cuales llegan a cubrir montañas y cordilleras enteras como los Alpes, dejando sobresalir nada más que las puntas de los picos más altos, como Mont-Blanc o Matterhorn. O sea, que esa labor de lijado de la roca y de fractura de cascotes, con los mega-glaciares, se aplica a toda la extensión de la montaña, de pies a cabeza.

En fin, el agua precipitada y, más todavía, el agua encauzada y, más todavía, los mega-glaciares son los cinceles que esculpen las montañas tal como las conocemos. Pulen su superficie, la arañan, forman fisuras y arrancan lajas, cascotes y bloques. En definitiva, son una especie de sacapuntas: van afilando las masas de roca emergida hasta darles su forma piramidal característica.

El papel del clima. La lluvia, la nieve y el hielo son las herramientas que esculpen las montañas y les sacan punta para darles esa forma de pirámide por la que las reconocemos. A su vez, esos agentes dependen del clima: hacen falta precipitaciones y frío. Eso, a su vez, depende de la latitud. En las regiones con más precipitación la destrucción o moldeado de la montaña sigue un ritmo más rápido. Todos esos procesos de pulido y de retirada y arrastre de materiales se dan en mayor medida cuanta más agua se precipite sobre la montaña y más caudal lleven los ríos y glaciares.

Es interesante que la orientación de la ruta de ascenso a la montaña juega un rol aquí. Me explico. Las caras sur reciben insolación y, en consecuencia, están más sujetas a las variaciones de temperatura durante el día y durante las estaciones. Por tanto, las caras sur son más susceptibles al proceso por el cual el agua se deposita en las fisuras, se enfría, se convierte en hielo, se dilata y rompe la roca, desprendiendo cascotes. En las caras norte ese proceso apenas se da, de modo que suelen ser caras menos erosionadas y más abruptas. Aparte, la presencia de hielo es constante durante todo el año en las caras norte, lo que va a exigir uso de crampones, piolet y ropa térmica incluso en verano. Por todo esto, en escalada, las caras norte típicamente son más duras que las caras sur, lo que ha motivado el nombre de la marca “The North Face” (¿a que no lo sabías?).

El clima también tiene influencia sobre la vegetación. Regiones templadas y húmedas son más propicias para el crecimiento de plantas y árboles, que actúan como cobertura protectora de la roca. Las montañas en territorios áridos carecen de esa protección, están más expuestas a la erosión y, consecuentemente, son montes más rotos.

Por último, es muy curioso que no sólo es que el clima influya en la forma de las montañas, las montañas también influyen sobre él. Y lo hacen de varias maneras. Una muy obvia es que las montañas pueden actuar de pantalla que bloquea el curso de vientos y nubes, haciendo que toda la precipitación se quede a un lado de la cordillera y que haya desiertos en el lado opuesto. Esto explica, por ejemplo, los monzones de la India y el desierto del Tíbet. Otro mecanismo, menos visible, por el que las montañas alteran el clima es que la roca es capaz de absorber CO2. Cuanta mayor sea la roca emergida, mayor absorción; y cuanto menor CO2 en la atmósfera, menor efecto invernadero y menores temperaturas. En ciertos episodios de la historia de la Tierra, donde hubo mucha actividad tectónica y emergieron muchas cadenas montañosas, pudo haber descensos en los niveles de CO2, provocando las glaciaciones de las que hemos hablado. Sí, suena a tópico, pero es cierto: tooodo en la naturaleza está conectado. Y, una vez más, la montaña misma contribuye a su propio moldeado…

Tipos de superficie. Un último factor a tener en cuenta para entender por qué las montañas son como son es el tipo de roca sobre el que actúan todos esos procesos de erosión que ya hemos visto. Hay rocas poco erosionables, bastante erosionables y muy erosionables; son el granito, la caliza y la arenisca, respectivamente.

Ya dijimos que debajo de la corteza terrestre hay una capa viscosa de roca fundida rica en silicio y con partes relevantes de magnesio y hierro. Pues bien, la corteza terrestre está hecha básicamente de esa misma roca fundida, una vez que se ha enfriado y se ha endurecido. Es como si dejas una crema de verduras olvidada en la mesa; a medida que se va enfriando, se crea una costra en la parte superior. El suelo que pisamos y el que sirve de base para los continentes y los océanos es, mayoritariamente, magma del interior de la Tierra endurecido. El magma se endurece cuando se enfría, cuando se aleja del núcleo caliente y, a la vez, entra en contacto con la atmósfera. De ahí sale el granito, que es muuuy duro.

Una vez se ha formado esa gran costra, entran en juego los dos grandes procesos de los que hemos hablando largo y tendido hoy: la tectónica de placas y la erosión. La erosión va retirando materiales, va sacando granos, piedras y lajas de la roca. Eso va creando las arenas que están en los lechos de los ríos y de los mares. En esos fondos marinos también se van depositando los restos de organismos vivos, como crustáceos, algas o corales. Con el tiempo (y hablamos, como siempre, de millones de años) esas arenas se van acumulando y compactando, formando capas de un material diferente al granito: la roca sedimentaria. La roca sedimentaria basada únicamente en granos desprendidos del granito es la arenisca; cuando además incorpora conchas, huesos, restos de corales y otros fósiles de organismos vivos hablamos de caliza.

Gracias al choque de placas, tanto la roca procedente del magma enfriado como esas rocas sedimentarias se amontonan, se comprimen, se remezclan y emergen en forma de montañas. Según el material que quede en la superficie, serán montañas de granito, de caliza o de arenisca. O serán un “sandwhich” como el Matterhorn, que tiene granito de la placa africana en la punta, granito de la placa europea en la base y caliza del antiguo mar que las separaba en el medio.

La cuestión es que, por su composición química, los distintos tipos de roca tienen mayor o menor fuerza compresiva y, por tanto, son más o menos susceptibles a la erosión. ¿Resultado? Dentro mismo de los Alpes, los macizos de granito son más altos, más puntiagudos y con pendientes más marcadas (un buen ejemplo es el macizo del Mont-Blanc) y los de caliza son más bajos y con pendientes algo más suaves (un claro ejemplo son los Dolomitas, cuya mayor cota es el Marmolada, de 3300m, lejos de los 4800 del Mont-Blanc). Las montañas de los Alpes con un componente relevante de arenisca se están erosionando a velocidades casi casi medibles en escala de años.

Por último, algo que aprecia muy bien la comunidad escaladora y barranquista es el modelado kárstico, aunque seguramente desconozcan su nombre técnico. Resulta que, por la composición particular de la caliza, que tiene un componente grande de carbono, procedente de esos organismos vivos que fosilizaron y pasaron a formar parte de la roca, el agua de lluvia tiene un poder erosivo enorme sobre ella. El agua de lluvia contiene CO2 que, en contacto con la caliza, la disuelve. Desde un punto de vista microscópico, esto da lugar a los agujeros y grietas de todos los tamaños de las paredes de caliza que tan bien vienen para escalar, y desde un punto de vista macroscópico, da lugar a los cañones y las cuevas donde hacemos barranquismo y espeleología. En Cantabria, desde donde grabo esto y que alberga montaña caliza en los extremos oriental y occidental, tenemos una sima que es la segunda más profunda del mundo en caída vertical; vamos, un tubo gigante excavado en la roca caliza por la acción del agua.

Resumen rápido. El choque de placas da lugar a montañas, monumentales amasijos de roca compactados y emergidos por la acción de corrientes del magma de las profundidades. Y la erosión, sirviéndose de distintos instrumentos, como son la lluvia, los ríos, los glaciares o los mega-glaciares de las sucesivas edades de hielo, termina de esculpir y dar forma a las montañas tal como las conocemos, esbeltas pirámides irresistibles a los ojos de todo corresendas que se precie. El tipo de roca superficial que queda expuesta a los elementos termina de matizar el diseño: picos puntiagudos y paredes escarpadas de granito, como en Mont-Blanc, Patagonia o Aneto, o cimas de caliza algo más bajas y redondeadas, como en Dolomitas, Picos de Europa o Monte Perdido.

 

CONCLUSIÓN

Se suele decir que “no se ama lo que no se conoce” y yo lo pongo en duda: creo que, aún sin tener conocimientos de geología, no hay corresendas que no ame la naturaleza y la montaña, es parte consustancial de toda nuestra tribu. Sin embargo, creo también que entendiendo cómo se fragua la obra de arte que tenemos bajo nuestros pies y frente a nuestros ojos cuando estamos en el monte podemos amarlo y disfrutarlo un poquito más, si cabe. Y es que, como hemos aprendido hoy, las montañas son la prueba viviente del dinamismo de la naturaleza y de la interacción de todos sus sistemas. El frío de la atmósfera endurece el magma, creando la costra que constituye la superficie terrestre. Ese mismo magma, en constante burbujeo por el calor del núcleo, rompe la corteza en placas y las propulsa, haciendo que eventualmente choquen y den lugar a cadenas montañosas. De nuevo, fenómenos atmosféricos, como son el viento, la lluvia y la nieve, cincelan esas montañas a través de acción directa y mediante ríos y glaciares más o menos grandes. Esa erosión da origen a material sedimentario que un día será roca caliza y arenisca, que un nuevo proceso tectónico comprimirá, plegará, fracturará y levantará en forma de nuevas cordilleras. Cielo, tierra; frío, calor; vida, muerte. Todo eso está implícito en la montaña. Y, con un poco de geología, hoy lo hemos podido desentrañar.

Espero de veras, corresendas, que después de este episodio mires a la montaña de otra manera: con el mismo sentimiento, pero con una mirada más aguda.

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Nos encontramos aquí en siete días, si no antes por el monte. A pisar sendas.

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