Episodio 63. Psicología de las lesiones. ¿Cómo sobrellevar el no poder correr?

Autor: Héctor García Rodicio https://www.instagram.com/correrporsenderos/

Si corres por el monte, es difícil que no te hayas lesionado. Es difícil que no hayas tenido lesiones porque, para empezar, cualquier actividad física provoca micro-daños, que, una vez reparados, eso sí, hacen a nuestro cuerpo más fuerte. Pero, además, a diferencia de la natación o la bici, correr es una actividad de impacto; y, más aún, correr por la montaña implica bajadas, que actúan como auténticas freidoras de la musculatura excéntrica del cuádriceps. En fin, practicar trail running, de por sí, supone un gran estrés para músculos, tendones, ligamentos y fascia; si, aparte, manejamos mal las cargas y metemos de más, corremos alto riesgo de rompernos, de sufrir la temida lesión. Fasciopatía plantar, tendinopatía del Aquiles, síndrome de la cintilla iliotibial, pubalgia, fracturas por estrés… Por no hablar de las lesiones traumáticas, resbalar y caer sobre una piedra, clavarse una rama, torcerse un tobillo o partirse un hueso… Vaya, que hay, al menos, una docena de posibles lesiones acechando, cada vez que salimos a correr. No en vano, las estadísticas apuntan a unas incidencia y prevalencia del 40% y del 45%, es decir, que, de 100 personas que corren, a lo largo del año se lesionarán 40, y si en cualquier momento del año entrevistamos a 100 runners, 45 nos dirán que sufren tal o cual patología. Ya lo he apuntado: las lesiones están permanentemente al acecho. Y, si son temidas, es porque nos impiden seguir entrenando, lo cual, como veremos hoy, tiene efectos sobre nuestro estado de forma, sobre nuestro estado de ánimo y sobre nuestro estado mental. Efectos, claro está, negativos. Lesionarse y no poder correr no mola nada. Estar en el dique seco es una mierda, digámoslo abiertamente. Pero, como la lesión es algo harto probable, más nos vale aprender a sobrellevar el trance lo mejor posible.

Hoy hablamos de la psicología de las lesiones. Vamos a entender por qué son un caldo de cultivo para la depresión, la ansiedad y, cuando menos, la irascibilidad. Porque, si entendemos esto, podremos desarrollar herramientas para reducir su impacto, hacer que el largo peregrinar por el desierto de la lesión sea menos fastidioso y, quizás, hasta puedas sacar alguna lección del proceso, que te haga más fuerte. Más específicamente, los apartados del episodio son... Primero, ¿cómo diferenciar una molestia de una lesión en ciernes? Segundo, ¿por qué un periodo con lesión puede provocarnos depresión, ansiedad e irascibilidad? Tercero, ¿qué podemos hacer para evitar estos trastornos y salir más fuertes de la lesión?

Ya lo he dicho en alguna otra ocasión, pero, si alguien anda despistaderr, tengo un doctorado en psicología, o séase, que una de mis grandes inquietudes es saber cómo funciona nuestra complicada cabezota. En este episodio enfoco dicha inquietud sobre cómo responde ese órgano misterioso, que es el cerebro, cuando pasas dos-cuatro-seis semanas sin poder salir a quemar zapatilla.

Me estoy enrollando como una persiana y lo que queríamos era aprender a no perder la calma. Venga, pues: sin más dilación, vamos al turrón.

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¿CÓMO DISTINGUIR UNA MOLESTIA DE UNA LESIÓN?

La lesión nos obliga a parar. Serán dos o tres semanas o, en el peor de los casos, cuando se trata de una fractura, pueden ser seis meses. Por otro lado, es habitual tener cierta molestia o sensibilidad en algunos puntos, según vamos acumulando carga de entrenamiento. En español, a estas molestias las llamamos “agujetas”; en inglés, les dicen DOMS (que son las siglas de “delayed onset muscle soreness”, traducido: “molestias musculares de aparición demorada”). Y es que, lo habitual, es que las agujetas o DOMS aparezcan 12-24 horas después de la actividad y tengan su pico a las 48. Es importante distinguir agujetas de lesión, porque, si seguimos corriendo con molestias, asumiendo que son simples agujetas, y, en verdad, son lesión, puede ocurrir que la lesión se agrave. Vaya, que, de no haber seguido corriendo y haber guardado un par de días de descanso de correr, quizás esa lesión hubiera sido leve y de rápida curación. ¿Cómo diferenciar agujetas de lesión incipiente?

Hay cinco claves y la primera ya te la he dado: cuándo aparece el dolor. Veámoslas una a una.

Clave 1. Inicio. Las agujetas, lo sabemos y lo hemos dicho ya, aparecen horas después de la actividad. No son instantáneas. Lo normal es notarlas al día siguiente y notarlas, más aún, a los dos días. En una lesión, el dolor aparece en la misma actividad. En cierto momento, crack, algo se fastidia y el dolor es instantáneo.

Clave 2. Duración. Las agujetas duran, a lo sumo, tres o cuatro días. Aparte, desde que la molestia alcanza su pico, el dolor va a menos. En la lesión, el dolor no mejora. Está instalado.

Clave 3. Intensidad. El dolor de las agujetas es molesto, nada más. Seguramente, limite el tiempo en que podemos exprimir cierta estructura, pero no nos impide usarla. Por ejemplo, si el domingo te metiste un desnivel negativo de 2000m, es muy probable que, si el martes o miércoles, haces otra salida al monte, en bajadas largas lo pagues: tendrás agujetas en los cuádriceps y, si la bajada se alargase mucho, tal vez tengas que aflojar el ritmo bastante y hasta caminar. El dolor de la lesión, en cambio, es incapacitante. Directamente, no puedes usar la estructura dañada.

Clave 4. Localización. Las agujetas tienen una localización difusa. Tienes sensibilidad a lo largo de todo el cuádriceps, por ejemplo. El dolor de la lesión es muy localizado: hay un punto que, si lo presionas, ves las estrellas.

Clave 5. Comportamiento. Las agujetas responden bien al movimiento ligero. Caminar o un paseo en bici las alivian, porque estas actividades suaves estimulan el flujo sanguíneo y, por tanto, el transporte de nutrientes y desechos implicados en la regeneración de los tejidos. En una lesión, cualquier movimiento que reclute la estructura dañada causará dolor, por suave que sea el movimiento. Agujetas y lesión responden también, de modo diferente, al reposo. En reposo, las agujetas brillan por su ausencia; la lesión, no obstante, duele también en parado.

¿POR QUÉ NO PODER CORRER NOS DEPRIME?

Si desarrollamos lesión, sea en la fascia plantar, el Aquiles, la rodilla, la pantorrilla, el muslo o varias de estas juntas, tendremos que parar de correr. Y, pasar una temporada sin correr, es un fastidio. Lo es por varias razones: (1) nuestra rutina se altera, (2) nuestra ración de endorfinas diaria se pierde, (3) nuestra condición física se deteriora, (4) nuestro metabolismo se reduce y (5) nuestra identidad se pone en tela de juicio. (Jolines, pues sí que era importante en nuestras vidas esto del correr… ) Analicemos los cinco cambios uno por uno y, luego, sus consecuencias.

Rutina

En el mundillo del running, hay dos tipos de personas: a quienes les gusta entrenar de mañana y a quienes les gusta hacerlo de tarde. A los primeros, les gusta entrenar a primera hora, porque así afrontan el día más activados. Además, ya se han quitado un ítem de la lista de tareas de la jornada y es una cosa menos en que pensar. Otros, en cambio, prefieren dejar el entreno para el final del día, porque así, durante el rodaje o las series, despejan la mente de todos los estresores de la jornada. Habría, incluso, un tercer tipo de esquema, que es fijar el entreno a mediodía: de ese modo, tienes un break, que permite, a la vez, despejar la mente del estrés mañanero y activarla para lo que resta de jornada. En fin, usamos el correr a diario, bien para activarnos, bien para distraernos; pero, si no puedes correr, pues ya no tienes esa activación matutina o esa relajación vespertina. Tu rutina diaria se quiebra.

Endorfinas

Lo hemos explicado en alguna otra ocasión. El movimiento es vital, porque con él es como accedemos a recursos esenciales: alimento, refugio y pareja. Pero, como supone un gasto energético, que, de no ser compensado, nos podría conducir a la muerte por inanición, si pasáramos semanas buscando alimento infructuosamente; antes de ponernos en movimiento, solemos sentir pereza. Vaya, que, al principio, cuesta salir a correr. La evolución ha resuelto esta paradoja entre pereza y necesidad vital con las endorfinas. Después de correr, sientes euforia, gracias a esas drogas naturales endógenas. Si no puedes salir a correr, pues te quedas sin ese subidón, sin tu dosis diaria de endorfinas. A medida que pasan los días, su ausencia se notará más y más.

Fitness

Según una revisión de estudios de 2021, que firma el investigador de la UPV, Íñigo Mújika (entre otros), pierdes forma rápidamente cuando dejas de entrenar. Si bien una o dos semanas de tapering benefician el rendimiento, pasadas dos-cuatro semanas sin entrenar, las pérdidas en términos de fuerza y resistencia comienzan a ser significativas. Como es de suponer, el ritmo y magnitud de la pérdida varía según el nivel de forma que tenías y la historia de entrenamiento que habías acumulado antes del parón. Pero, para hacernos una idea aproximada, esa revisión encuentra que, en personas entrenadas, el consumo máximo de oxígeno disminuye un 5% en promedio, a las dos semanas de parón, y un 20% en promedio, a las ocho semanas de parón. Para verlo más claro aún, si tienes -pongamos- un vo2max de 60, en dos semanas sin entrenar descenderá a 57 y, en ocho semanas, a 48. Notar que, lo que antes era pan comido, como subir las bolsas de la compra a un quinto piso por la escalera, ahora cuesta dos puntos más en una escala de esfuerzo percibido, es frustrante. No sólo eso, es preocupante: pensarás que, si en un par de semanas has perdido forma notablemente, ¿cuánto podrás llegar a perder en cuatro, seis u ocho?

Metabolismo

Otros estudios del mismo investigador, Íñigo Mújika, han observado descensos marcados en el metabolismo de las personas que cesan su actividad física. Lógicamente, si tus entrenos suponen un 10% de tu gasto energético diario o hasta un 20%, si entrenas como una bestia para preparar larga distancia, pues verás reducciones proporcionales en tu gasto diario total. Los estudios observan, no sólo que gastamos menos, sino que, además, gastamos distinto: la capacidad oxidativa de grasas disminuye y dependemos más de la vía glucolítica, lo que demuestra inflexibilidad metabólica (cosas que aprendimos en los episodios 21 y 33).

El caso es que, si gastamos menos, pero seguimos comiendo igual que antes, las leyes de la termodinámica se imponen. Traducido al español llano: engordas. Y engordas, claro está, en forma de grasa.

Disminuir tus niveles de actividad física conllevan también el riesgo de no poder conciliar el sueño. Sabemos, por el episodio respecto al sueño, que vamos acumulando cansancio a medida que mantenemos actividad física y mental. En concreto, acumulamos una sustancia denominada adenosina, cuyos niveles son el indicador para el cerebro de que debemos descansar. Si no alcanzamos niveles suficientes, el cerebro no envía señal de cansancio y nos metemos en la cama con los ojos como platos.

Identidad

Somos lo que hacemos. Somos padre, hijo, hermano, jefe, asalariado, emprendedor, freelance, alguien que hace fotos, que cocina, que escribe, que dibuja, que baila, que cuida del jardín… y que corre. Si te quitan el correr, te quitan una parte de tu identidad. Y, si aparte de correr, no tienes muchas aficiones, como la fotografía, la cocina u otras que hemos citado, pues pierdes una parte importante de tu identidad. Te quedas un poco vacío, la vida tiene menos sentido, hay menos razones para levantarse de la cama por las mañanas. Yo, por ejemplo, me levanto cada mañana, primeramente, por mis perros, después, por mi alumnado de la universidad, y no sé exactamente en qué posición de la jerarquía, pero en ella está también el correr para preparar la siguiente competición. De acuerdo con eso, entre otras facetas, soy papá canino, profe y corresendas. Quítame correr y tendré que redefinirme.

Consecuencias en tu salud mental

Hasta aquí, hemos recopilado toda una serie de cambios derivados del dejar de correr. Cambia tu rutina, cambia tu producción de endorfinas, cambia tu estado de forma, cambia tu metabolismo y hasta cambia tu identidad. Todo eso va a impactar en tu salud mental. Vas a desarrollar ansiedad, porque tienes miedo a perder todo lo ganado en meses previos de buen entrenamiento y miedo a no tener margen para recuperarlo, llegando a posibles competiciones objetivo sin la preparación correspondiente. La ansiedad también ocurre debido a esa alteración de tu autoconcepto. La nueva situación reclama redefinir quién eres: “si no soy una persona deportista, alguien que corre, ¿qué soy ahora?” Esa duda genera ansiedad. La depresión se produce primero, porque ya no cuentas con esa activación / distracción que te proporciona el trote diario y, aparte, porque ya no cuentas con la dosis de endorfinas que resulta del trote. Y es fácil que te vuelvas más irascible, porque la reducción en el nivel de actividad física puede afectar a la calidad de tu sueño y, eso, sabemos que nos pone de mala leche, además de otros efectos como somnolencia o dificultad para concentrarse. Si ganas peso, eso puede ser otra cosa que te haga estar de malas pulgas. 

¿CÓMO HACER QUE EL PERIODO DE LESIÓN SEA MENOS TRAUMÁTICO Y MÁS PROVECHOSO?

Enseguida vamos a ver que el periodo de lesión no tiene por qué ser tan negro, como lo he pintado hace un instante, e, incluso, puede ser una oportunidad para aprender y mejorar. Aún así, la prioridad es no lesionarse. Podemos aprender del periodo de lesión, sí, pero son cosas que podemos aprender por otras vías. Aparte, pese a que podemos mitigar el daño de estar parados, como vamos a hablar en un segundo, la consistencia es el mayor determinante del rendimiento, por lo que no interesa, en absoluto, perder la regularidad. Y, para no lesionarnos, las claves son estar fuertes, manejar bien las cargas y atender a las señales del cuerpo.

Respecto a estar fuertes, ya hablamos (en el episodio sobre fasciopatía plantar) que tener un pie y una cadena posterior fuertes es vital para repartir los impactos. Y ya hablamos (en el episodio sobre técnica de carrera) que caer de medio-pie también es vital para no incurrir en el overstride, que también ocasiona un mal reparto de los impactos. Respecto a manejar las cargas, dedicamos un episodio a la periodización. En él vimos que, como norma general, la carga de entrenamiento no suele incrementarse más de un 10% de semana en semana y se suele introducir una semana de descarga cada tres de carga. Por último, respecto a leer lo que nos dice el cuerpo, dedicamos el primer apartado de este episodio a discriminar entre molestia y lesión en ciernes.

Bien, muy bonito todo, pero ya me he lesionado. ¿Qué hago ahora? Propongo cuatro tips.

Tip 1: busca otro deporte. Hemos visto antes que, según pasan las semanas de inactividad, tus capacidades aeróbicas van bajando a buen ritmo y de forma sostenida. La misma revisión de estudios, donde se evidenciaba eso, también comprobó que un par de sesiones cortas de alta intensidad a la semana son suficiente estímulo para mantener las capacidades. Se puede hacer alta intensidad de muchas maneras alternativas a la carrera a pie. Dependiendo de la lesión, podrás emplear la bici o la elíptica (como está haciendo Sara Alonso a tope, hasta el punto de haber fichado por el equipo ciclista Eulen-Nuuk), la máquina de remo, trekking, escalada, ski de fondo, patines o WODs de crossfit adaptados. Si se quiere maximizar la eficiencia, se trataría de hacer intervalos de alta intensidad: estímulos cortitos, pero muy fuertes, que mantengan tu maquinaria aeróbica a punto.

Tip 2: busca otros hobbies. Otro de los problemas de parar de correr, es que una parte de tu identidad se pierde. Por eso es importante cultivar cuantos más hobbies o facetas, mejor. De ese modo, si uno falla, quedan todos los demás. Seguro que hay alguna afición que tenías de más joven y abandonaste, cuando se fueron juntando tareas en la agenda, como trabajo, cuidar de la casa y cuidar de peques y mascotas. Es un buen momento para retomarla. Otra opción es probar cosas nuevas. El abanico es enorme: fotografía, música, cine, cocina, creación de contenido, elaboración artesana de cerveza o hasta espeleología.

Tip 3: maneja tu metabolismo. Si, por lo que sea, no puedes realizar un deporte distinto de correr durante la lesión, tu nivel de actividad diaria y semanal disminuirá. Lo hará, por lo menos, un 10% o hasta un 20%, dependiendo de tu volumen de entrenamiento. Eso, para empezar, provocará que gastes menos calorías. En consecuencia, la dieta que venías manteniendo, ahora te hará engordar. Has de recortar calorías proporcionalmente al descenso en el nivel de actividad. Una manera muy fácil de lograr esto es restringir carbohidratos, que son muy densos energéticamente. O sea, tomarás, nada más, verdura, proteína y grasas, comida sana, rica y saciante. Otra manera de equilibrar el balance energético es aumentar el NEAT (el “non-exercise activity thermogenesis”), o sea, moverte durante el día todo lo que puedas: caminar, subir escaleras, cargar las bolsas de la compra, combinar ratos de pie y ratos de silla en la oficina, etc. Esto último va a ser fundamental, también, para acumular fatiga, durante el día, y poder conciliar el sueño, a la noche.

Tip 4: mentalidad estoica. Esto se refiere a pensar que, tras este parón, este periodo donde no puedes hacer lo que te gusta y tienes toda clase de dudas y temores, saldrás con una mentalidad fortalecida. Y esa mentalidad fuerte será útil en tu futura vida deportiva, en el trail running, y tu vida, en general. Es esta lógica a la que hemos mención en otras ocasiones: “si puedo con esto, podré con aquello”.

 

CONCLUSIÓN

Nos gusta correr. Correr nos activa y nos distrae y nos da una explosión de alegría, a través de las endorfinas. Además, correr regularmente nos pone a tono para nuestras carreras objetivo, que, de esa manera, podemos disfrutar y no sufrir. Aparte, ese movimiento diario nos permite comer un poquito más, sin engordar, y nos hace llegar con fatiga a la cama y pillarla con más ganas que un oso en invierno. Correr, para rematar, es parte de quienes somos. Sin correr, perdemos todo eso, razón por la cual nos ponemos deprimidos, ansiosos e irascibles. Tener que parar de correr es una gigantesca mierda. Si podemos ahorrarnos el mal trago, mucho mejor. Pero, si, por no hacer una sobrecarga suficientemente progresiva y por no saber escuchar lo que nos dice el cuerpo, te acabas lesionando, pues hay cuatro cosas que podemos hacer para que no se vaya toda nuestra vida al traste… Uno, busca otro deporte (bici, elíptica, escalada… ). Dos, busca otra afición o retoma alguna afición olvidada (cine, música, fotografía de naturaleza… ). Tres, aumenta tu NEAT, esto es, muévete todo lo que puedas a lo largo del día. Busca cualquier excusa para levantarte de la silla y caminar o cargar objetos. Cuatro, ten presente que esto también pasará y, cuando termine, tendrás una mente más fuerte. Una mente más fuerte, por cierto, que será de gran utilidad cuando, por fin, retomes tus carreras por la montaña, ésas en las que hay que bregar con subidas interminables, calor sofocante, lluvia y viento helados, terrenos resbaladizos, perder el sendero, tener pájaras, torceduras o caídas. En fin, ese campo no sé si de juego o de batalla, que tanto nos gusta.

Y, hablando de gustar, espero que te haya gustado este episodio, que hayas aprendido y disfrutado a partes iguales. Si fue así, me ayudas a seguir creando contenido haciendo alguna de estas cosas: suscríbete, valora, comenta, comparte y sígueme en Instagram, donde estoy como correrporsenderos (todo junto) y donde publico píldoras sobre trail running a diario en Stories.

Nos encontramos aquí en siete días, si no antes por el monte. Hala, a pisar sendas (aunque sea caminando, en tu btt o tu gravel).

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